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Solidaridad, pandemia y barbarie

AUTORA: María Julia Bertomeu Consejo Nacional de Investigaciones Científicas de la República Argentina. Comisión Editorial de la la revista AJM

Editorial de la Revisra nº 3 de mayo de 2021 de AAJM.

TRATAMIENTO ANTIENVEJECIMIENTO

Consejo Nacional de Investigaciones Científicas de la República Argentina. Comisión Editorial de la la revista AJM.

En los primeros meses del año 2020, la Organización Mundial de la Salud (OMS) informó sobre varios casos de neumonía en China (Wuhan). Muy pronto la pandemia de Covid 19 inició su recorrido por la aldea (capitalista) global. Se pusieron en práctica medidas de aislamiento y cuarentena en muchos países; casi en simultáneo algunos políticos y dirigentes de organismos internacionales -entre ellos el Secretario General de Naciones Unidas, Antonio Gutierrez- plantaban una semilla de esperanza que rápidamente se marchitó, al decir que la gestión del virus bien podría ser una oportunidad que llamara a la solidaridad, porque “la humanidad está angustiada y el tejido social se está desgarrando. La gente está sufriendo, enferma y asustada» (ONU, 2020, https:// news.un.org/es/story/2020/03/1471472).

Tras el comienzo de la vacunación, los reclamos públicos de solidaridad y cooperación para garantizar acceso y distribución equitativa no se han agostado, aunque no suenen creíbles. Hoy se nos revela –con los datos brutales de la pandemia- que aconteció todo lo contrario: que la distribución y los precios de las vacunas están regulados por un mercado oligopólico y que “el modelo de restricciones a la producción y de acceso desigual dará lugar a un incremento del precio y obviamente de las desigualdades internacionales, dejando a gran parte del mundo sin acceso hasta 2024” (de Menezes, 2021).1

Se habla del milagro de la aparición de vacunas en muy poco tiempo, aunque habría que revisar el uso del término milagro o atesorarlo para los quienes hacen ciencia, luchan por mantenerla abierta y con financiación pública y control democrático. La producción y distribución actual de vacunas no es un milagro en uno de los sentidos que el diccionario le otorga a la palabra: “hacer algo con muy pocos medios o hacer rendir mucho los medios de los que se dispone”. No fue asi, con algunas pocas excepciones. Las compañías farmacéuticas privadas recibieron ingentes sumas de dinero de los contribuyentes de algunos países con renta alta, y las empresas exigen firmar contratos secretos con cláusulas leoninas, para luego retener en exclusiva las patentes fruto del trabajo científico y la financiación mayoritaria con dinero público, sin control democrático. Para decirlo con palabras de Marina Mazzucato: “ni duda cabe que el trabajo para crear vacunas en cuestión de meses merece elogios. La humanidad ha dado un monumental salto tecnológico, aunque el trampolín fueron décadas de inversión pública masiva en investigación y desarrollo. Sin embargo, para que los avances tecnológicos se traduzcan en salud para todos, las innovaciones creadas colectivamente deben regirse por el interés público y no por el beneficio privado. Esto es especialmente cierto cuando se trata de desarrollar, fabricar y distribuir una vacuna en el contexto de una pandemia” (Mazzucato, 2020).2

En el espacio académico y político tiene lugar hoy una disputa creciente acerca de la distribución, la producción y el innegable acaparamiento. Por un lado los “nacionalizadores” elaboran argumentos

para justificar una apabullante concentración de la producción y disponibilidad de vacunas e insumos en manos de los países ricos, con algunos curiosos argumentos sobre los méritos de un “buen nacionalismo” en tiempos de pandemia global, un absurdo sin duda alguna3. Por el otro, los cosmopolitas de distinto linaje, algunos reclamando una “cooperación global” de manera casi retórica, y otros que emprenden luchas políticas prometedoras exigiendo una vacuna del pueblo, la concesión de licencias obligatorias, levantar patentes mientras dure la pandemia.

¿Qué ocurrió con la ansiada solidaridad en pandemia? ¿Qué ocurrió que un concepto en principio esperanzador no hizo mella en los discursos y las prácticas, sabiendo hoy que la pandemia golpea muy especialmente a “las personas más vulnerables, que son las que viven en los países en desarrollo y los países menos adelantados con sistemas de salud débiles” (Correa, 2021)4. ¿Qué ocurrió que esa humanidad sufriente, angustiada y temerosa dejó de ser también el destinatario natural de las vacunas y de los cuidados en pandemia?5

Sucedieron muchas cosas y ninguna es nueva, todas eran esperables y están perfectamente documentadas. Por ejemplo: que las normas del comercio internacional de la Organización Mundial del Comercio (OMC) que regula y administra el dinero de las patentes de medicamentos son vinculantes, mientras la Organización Mundial de la Salud no dispone de los medios jurídicos necesarios y suficientes para poner en práctica un verdadero programa de protección de la salud mundial (Velásquez, 2020). Y también sucedió que el “filantrocapitalismo” se apropió lentamente de la OMS, la institución creada en 1948 como un organismo público del sistema de Naciones Unidas especializado en la salud pública mundial. En los últimos 20 años la financiación pública proveniente de los 194 países miembros fue ampliamente superada por contribuciones voluntarias públicas o privadas (un 80 por ciento) incluidos los aportes filantrópicos de Bill y Melinda Gates. Tal como no se cansa de repetir Velásquez, la dependencia excesiva de las contribuciones voluntarias (privadas o públicas) da lugar a la incapacidad de establecer las prioridades mundiales de salud pública (Velásquez, 2020)6 .

I. Solidaridad, salud pública y

pandemia.

Como todos los conceptos normativos, el de solidaridad tiene una historia que deja huellas profundas en su semántica, y suele reaparecer con nervio en tiempos de crisis7 . Huelga decir que en su versión política, el concepto se potenció a finales del XIX, y muy especialmente con el movimiento “solidarista” que inició León Bourgeois, su gran impulsor. Antes de entrar en tema me permito recordar un breve texto suyo que hoy conserva actualidad, aunque la situación político-social era muy distinta:

“El término solidaridad está presente hoy en día por doquier, tanto en discursos como en escritos políticos. Al comienzo la palabra se usó como una simple variante de la fraternidad, el tercer término de la divisa republicana. Pero a medida que lo reemplazaba, el sentido que le adjudicaron tanto escritores, como oradores y la opinión pública fue tornándose parcial, menos profundo y más estrecho. ¿Es sólo un vocablo?, ¿se trata de una palabra nueva? ¿O simplemente de un capricho del lenguaje? ¿Sería correcto decir que la palabra enuncia una nueva idea que conlleva una evolución del pensamiento global?…..es como si las propias sílabas (de solidaridad) trajeran la solución para todos los problemas”. (…..)8

Incluso en pandemia, no es infrecuente que las sílabas de la solidaridad se presenten como la solución para todos los problemas, invocándosela incluso en contextos de injusticia global, sin nombrarla de manera explícita. Según decía en los primeros meses del 2020 el director general de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus, “solo detendremos el COVID-19 si somos solidarios”. “Los países, los asociados en el

ámbito de la salud, los fabricantes y el sector privado deben actuar juntos para que los frutos de la ciencia y la investigación beneficien a todas las personas…El reto es acelerar y armonizar los procesos para garantizar que, cuando los productos se consideren seguros y eficaces, puedan llegar a los miles de millones de personas que los necesitan en todo el mundo”. Y recordaba “, la experiencia pasada ‒por ejemplo, en los primeros días del tratamiento del VIH y en el despliegue de vacunas contra el brote de infección por el virus H1N1 en 2009‒demuestra que incluso cuando las herramientas están disponibles, no todas las personas tienen acceso equitativo a ellas”9 .

El presidente Macrón acude de manera constante a la solidaridad y a ciertos conceptos anejos como, por ejemplo, que las vacunas deberían ser consideradas bienes públicos universales distribuidos de manera equitativa a nivel global, y no como bienes privados que se distribuyen según capacidad de pago los dueños de las patentes10 . Solidaridad mundial en el reparto de insumos, medicamentos y vacunas, solidaridad interpersonal, solidaridad en acatar las normas de los sanitaristas en cuarentena, solidaridad con los vulnerables, solidaridad como estrategia para combatir el flagelo, solidaridad como egoísmo bien entendido, ¿qué ha sido de ella?

No hemos salido de la pandemia, tampoco tenemos razones para creer que saldremos más solidarios. Si la solidaridad, parafraseando a Habermas, es «la otra cara de la justicia», “el pegamento entre los ladrillos que forman la arquitectura de nuestras instituciones políticas y sociales”;11 en este momento de crisis capitalista brutal deberíamos comenzar por volver a construir los ladrillos con un criterio de justicia internacional, para que luego –en los intersticios- pudiera fraguar el pegamento de la solidaridad.12 Mi hipótesis es que en cuestiones de salud pública global vivimos tiempos de barbarie. Volveré sobre este punto en la sección final. Cuando se discute la distribución global de un bien social -en este caso medicamentos, insumos médicos en general y vacunas-, preciso es indagar ex ante de qué tipo de bien social se trata y cuáles son las instituciones internacionales que deberían trazar las estrategias globales. Mientras el filantrocapitalismo y la OMC decidan las prioridades en salud pública mundial, hablar de solidaridad es una pura retórica confundente que oculta el verdadero problema.

II. Distribución de vacunas.

La discusión bioética en tiempos de pandemia le presta atención creciente al tema de la distribución de vacunas e insumos. La principal polémica lo es entre el nacionalismo y el cosmpolitismo, y esta discusión está permeada por una puesta a punto del principio de solidaridad en salud pública, y muy especialmente también sobre su carácter legalmente vinculante en temas que atañen al derecho internacional.13

Hace varios años se publicó un artículo señero sobre la solidaridad en la salud pública, firmado por Barbara Prainsack y Alena Buyx, investigadora del Departamento de Ciencia política de la Universidad de Viena, la primera, e investigadora de la Universidad técnica de München, la segunda-. Es un estudio sobre la solidaridad entendida como un concepto emergente en bioética, uno de cuyos capítulos trata el tema que nos ocupa.14

Prainsack y Buyx propusieron una definición interesante y polémica de solidaridad en salud: “una práctica que expresa la voluntad de apoyar a otros con los que reconocemos una similitud en un aspecto relevante”. Interesantemente la definen como una práctica -y no un mero discurso- una acción en la que se patentiza la voluntad de apoyar a otros. El punto nodal de la definición, obviamente, depende de especificar cuáles son los ‘aspectos relevantes’ en los distintos contextos de aplicación. Por ejemplo, una identificación solidaria que une a todos los

que sostienen un sistema público de salud con sus impuestos, porque todos tienen en común la posibilidad de enfermar; y también la identificación entre aquellos que solidariamente se unen intentando excluir de la cobertura médica a las personas que han «elegido» estilos de vida poco saludables (Prainsack y Buyx, 2011). Es claro, entonces, que las conductas, prácticas o políticas de quienes se reconocen solidariamente entre sí no tienen que ser necesariamente causas justas.

Ahora bien, ¿cuáles son esos “aspectos relevantes” que las autoras le adscriben a la solidaridad en pandemia?:

“dado que los costes de la contención de las pandemias no son asumidos solo por un subgrupo, sino por toda la población, y dado que las pandemias se producen en un periodo de tiempo relativamente corto en el que las personas corren riesgos y tienen intereses muy diferentes, las posibilidades de movilizar la solidaridad para apoyar las medidas de salud pública son limitadas”. En particular, argumentamos que las medidas de salud pública impuestas por el Estado, por muy legítimas y útiles que sean, no deberían justificarse a priori con referencia a la solidaridad” (Prainsack, Buyx, 2011, 68)

Sin duda alguna el texto es descriptivamente interesante y aporta elementos para entender la ausencia de solidaridad interpersonal y comunitaria; sin embargo, el análisis resulta limitado porque está centrado mayoritariamente en la presencia o ausencia de fuerza motivacional subjetiva separada de los diseños institucionales y políticos. Por ejemplo, cuando explican la casi imposibilidad de hacer cumplir solidariamente medidas de salud pública, como lo son el cierre de escuelas y comercios y la reducción de la circulación15. Entre otros argumentos, Prainsack cita un estudio cualitativo con conclusiones interesantes, entre ellos que la insistencia de las autoridades públicas sobre los «grupos de riesgo» aumenta la percepción de las diferencias entre los grupos y alimenta las animosidades, en lugar de crear las condiciones necesarias para que florezca la solidaridad interpersonal o grupal.

La pregunta es ¿qué pasaría si extrapolamos este enfoque motivacional de la solidaridad para pensar en la salud pública global en pandemia?. Las autoras lo responden de manera parcial en el capítulo 7 del informe de Nuttfield.16 La estrategia expositiva que eligieron fue tomar como punto de partida una hipótesis de sentido común, para luego cuestionarla, a saber: dado que todos los países del mundo comparten un grado de vulnerabilidad ante una pandemia, y que todos pueden necesitar ayuda, sería lógico pensar que estarían dispuestos a compartir riesgos y beneficios para acabar con el flagelo que azota a la humanidad, realizando conductas solidarias con quienes lo están pasando peor. (Prainsack, Buyx, 2011, 91 y ss)

Pues bien, las autoras no son optimistas sobre el éxito de la solidaridad en pandemia por algunas de las siguientes razones: a) porque no es posible esperar que los países actúen de forma solidaria entre sí y sean capaces de reconocer cierta similitud “en un aspecto relevante” que los lleve a sentirse solidariamente conectados, como lo hacen habitualmente los individuos b) porque existen factores que no todos comparten, como el tamaño, la riqueza, la estructura política y la infraestructura de los países que impiden reconocer similitudes “en aspectos relevantes”, c) porque la asistencia mutua entre países en tiempos de pandemia es más difícil de argumentar pues no tenemos un super-gobierno que pueda dictar y hacer cumplir normas globales.

Aún sin desconocer que la solidaridad debería solidificarse en las sistemas de salud públicos y accesibles como lo hace Prainsack en el texto de 2020; el planteo adolece de un problema grave, que consiste en afirmar de manera a-crítica que “no tenemos un supergobierno que pueda dictar y hacer cumplir normas globales y obliguen a los países a prestarse ayuda mutua”. En realidad ocurre todo lo contrario: tenemos normas globales y geopolíticas impuestas por los países ricos de

un modo no precisamente democrático, y son justamente las que impiden que solidifiquen comportamientos solidarios, empezando por un buen funcionamiento del Programa COVAX que ha quedado en manos del filantrocapitalismo.

Este tipo de abordajes que ponen el acento en los aspectos subjetivos y motivacionales de la solidaridad –la voluntad de cooperar con quienes nos identificamos de alguna manera –, no prestan una debida atención a cuáles son los diseños institucionales en los que se fragua la salud pública internacional.

III. Pandemia, vacunas y barbarie

Las discusiones sobre la distribución de bienes sociales son hueras mientras no se explique de qué tipo de bienes se trata y, muy especialmente, si lo que se propone distribuir es una mercancía o un bien social imprescindible para el efectivo cumplimiento de derechos universales, como lo es el derecho a la salud.

El pensamiento liberal –en su variado espectro histórico y geográfico- tuvo un éxito cognitivo formidable para imponer ciertas ideas políticas, entre ellas que el mercado es la forma más apropiada de realizar todo tipo de intercambios sociales. Suelen exceptuar de la lógica mercantil algunos intercambios -como venderse como esclavo, vender el voto, la ciudadanía, vender un riñón-, algunas pocas excepciones similares a unos pequeños fragmentos no mercantilizables del orden social, ínsitos en las mismas transacciones de mercado (Radin, 1996, 30)17. Las vacunas, medicinas e insumos son hoy mercancías que los propietarios ofrecen a quienes tienen capacidad de pago y están dispuestos a firmar contratos que incluso hipotecan los recursos naturales de los países pobres.

Pues bien, hemos dicho antes que los mismos gobiernos que invocan la solidaridad internacional -entre ellos Francia- se oponen a tratar la petición liderada por los gobiernos de India y Sudáfrica para que los países miembros de la OMC renuncien voluntariamente a disposiciones del Acuerdo sobre los Aspectos de los Derechos de Propiedad Intelectual relacionados con el Comercio (ADPIC), para evitar las barreras de las patentes durante la pandemia. “Los mismos países que bloquean esta iniciativa son los que han aplicado el ´nacionalismo de las vacunas´ o la priorización de sus ciudadanos”, y los datos nos dicen que a febrero de 2021: sólo 10 países concentran el 75% del total de las dosis producidas, mientras que más de 130 todavía no habrían recibiendo ninguna.18

La tríada “propiedad privada, contrato, mercado” viralizada como la panacea universal por la jerga política del capitalismo global fracasó, y en pandemia su fracaso es estrepitoso. En primer lugar i) porque en este momento la única respuesta inteligente -incluso para un egoísta racional – sería apoyar la suspensión de derechos de propiedad (intelectual) e imponer licencias obligatorias sin dilación, cosa que incluso algunas empresas y gobiernos “propietarios” sugieren hoy al reconocer que no son capaces de producir cantidades suficientes un bien esencial para la salud mundial (Lombardi, 2021). Pero también ii) porque el binomio propiedad privada y contratos (libremente consentidos) vuelve a poner en evidencia que entre el dominador y el vulnerable no hay posibilidad de firmar contratos legítimos. Las empresas exigen contratos públicos con cláusulas secretas, estrategias de compra anticipada que desperdician recursos escasos y pago adelantado sin información pública sobre precios y plazos.

Frente al desastre de la inequidad en el reparto de vacunas –el ejemplo más claro de que el mercado oligopólico no funciona- resulta curioso que todavía quien hoy intente argumentar que una vacuna no debería ser una mercancía sujeta a las leyes de un mercado oligopólico, tenga la carga de la prueba. Este imperialismo de un mercado capitalista global lleva a que el dinero domine fuera de su esfera y muy

especialmente en el ámbito político de las polis y en la cosmópolis, en la OMC y en la OMS. Estamos en manos del filantrocapitalismo que decide a quién “ayudar” en el marco de una batalla imperialista geopolítica brutal.

Como lo resume un trabajo reciente publicado por Germán Velásquez (South Center):

“El mayor problema de la OMS hoy en día, y al mismo tiempo la causa de muchos otros males, como se afirma en el documento oficioso, es la pérdida de control sobre el presupuesto ordinario. Esto ha llevado a una «privatización» progresiva del organismo. «En el momento en que los 194 Estados Miembros de la OMS, tras largas negociaciones, aprueban el presupuesto programático, sólo se puede prever una financiación parcial (aproximadamente el 20% de las cuotas)». Aproximadamente el 80% del presupuesto está en manos de contribuyentes voluntarios (públicos y privados), incluidas entidades filantrópicas como la Fundación Bill y Melinda Gates y un pequeño grupo de países industrializados, que hacen donaciones para fines específicos elegidos a menudo por ellos de manera unilateral. La dependencia excesiva de las contribuciones voluntarias (privadas o públicas) da lugar a la incapacidad de establecer prioridades basadas en las prioridades mundiales de salud pública…. Como se indica claramente en el documento oficioso franco-alemán: » (…) la financiación que llega se basa en gran medida en los intereses individuales de los donantes (…) la forma actual de financiación de la OMS ha dado lugar a un alto riesgo de vulnerabilidad y dependencia de los donantes…19

El informe de Velásquez concluye recomendando recuperar el carácter público y multilateral de la institución para ponerla al servicio de la salud publica mundial, porque el problema no es la falta de financiación sino cómo y quién financia al organismo. Para concluir deseo aclarar en qué sentido afirmo que – al menos en lo que hace al acceso y la distribución de vacunas y medicamentos esenciales- estamos en estado de barbarie. El capitalismo global –con la complicidad o con la exclusión de los gobiernos de algunos de sus países miembros- impone leyes canibalísticas, depredadoras y fraudulentas, y la mundialización de las reglas internacionales del comercio hacen imposible el efectivo goce del derecho a la salud y de uno de sus componentes centrales, el acceso a los medicamentos y vacunas.

Este proceso tuvo lugar de manera evidente desde el Acuerdo sobre los Aspectos de los Derechos de Propiedad Intelectual relacionados con el Comercio (ADPIC) y de los diversos tratados de la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI), y luego cobró fuerza adicional con la estrategia de promover negociaciones bilaterales —especialmente Norte-Sur— para fortalecer tales derechos allende lo consentido por los acuerdos multilaterales.

A la lista de horrores de la barbarie del capitalismo depredatorio internacional -sin democracia global- apuntamos ahora el manejo inequitativo de los recursos para salvar vidas en pandemia, la ausencia de una vacuna que también reciban los más vulnerables de la “aldea (capitalista) global. Como ha dicho el politólogo Jedediah Purdy en un artículo reciente con el que deseo cerrar mi artículo:

…“barbarie es un sistema que convierte a los pueblos en enemigos, víctimas y opresores de los demás…….es lo que divide a los pueblos y los enfrenta entre sí… es lo que el acaparamiento de recursos y las temibles economías hipercompetitivas hacen a las personas….es un sistema que mantiene a su gente en la oscuridad y no les da ninguna salida….Las crisis golpean como los terremotos o las plagas medievales; algunos sucumben a ellas, y los afortunados supervivientes pasan a la siguiente” 20 .

Barbarie es, también, que el destino de la humanidad dependa de las patentes de invención en el campo farmacéutico que consagran derechos patrimoniales que son incompatibles con el derecho universal a la salud, y en cierta medida también a la vida. Es absurdo hacer competir el derecho humano a la salud con los derechos patrimoniales de protección de creaciones

intelectuales. Y si estamos de acuerdo en el acaparamiento y las compras anticipadas de vacunas para Covid-19 por parte de los países más ricos tienen una relación directa con el actual sistema de patentes de invención, entonces estamos en condiciones de concluir que lo que ocurre es injusto y no sólo insolidario, que para que el cemento de la solidaridad frague es necesario volver a construir los ladrillos que hoy sustentan el injusto edificio de la salud global. (BergelBertomeu, 2020).21

REFERENCIAS

1.- De Menezez, Henrique Zeferino (2021) “The TRIPS waiver proposal: an urgent measure to expand access to the COVID-19 vaccines”, Research Paper, South Center 129. https://www.southcentre.int/wpcontent/uploads/2021/03/RP-129.pdf

2.- Mazzucato, Marina (2020, “Diseñar vacunas para las personas, no para las ganancias” https://sustainability.es/salud/ disenar-vacunas-para-las-personas-no-paralas-ganancias/) Acceso 11-04-2021.

3.- Fergusen, Kyle, Arthur Caplan (2020). ”Love thy neighbour? Allocating vaccines in a world of competing obligations”, J Med Ethics 2020;0:1–4. doi:10.1136/ medethics-2020-106887. Bollyky, T, Brown, Ch (2929) “The tragedy of vaccines nationalism”, Foreign Affaires https:// www.foreignaffairs.com/articles/unitedstates/2020-07-27/vaccine-nationalismpandemic “Global Gobernance for Covid-19 vaccines” www.thelancet.com Vol395 June20,2020. Acceso 11-04-2021. Un interesante debate político-estratégico paralelo: https://sustainability.es/politicaspublicas/la-vacunacion-en-europa-falloestas-son-las-razones/.

4.- Correa, Carlos (2021) “La pandemia de Covid-19: El acceso a la prevención y el tratamiento es una cuestión de seguridad nacional e internacional”. https:// www.southcentre.int/wp-content/uploads/ 2020/05/COVID-19-Open-Letter-REVES.pdf. Acceso 10-04-2021.

5.- Correa, Carlos (2021) “La pandemia de Covid-19: el acceso a la prevención y el tratamiento es una cuestión de seguridad nacional e internacional”. https:// www.southcentre.int/wp-content/uploads/ 2020/05/COVID-19-Open-Letter-REVES.pdf., Acceso 11-04-2021.

6.- Velásquez, Germán (2020) “Las reformas de la Organización Mundial de la Salud en la época de COVID-19”, Documento de Investigación 121, https:// www.southcentre.int/documento-deinvestigacion-121-noviembre-2020/. Obviamente suceden también muchas otras cosas, entre ellas i) una profunda crisis en la Organización Mundial de la Salud, producto de los desequilibrios de las relaciones internacionales y del quite de financiación en plena pandemia por parte de EEUU, ii) una creciente influencia del capital filantrópico sobre sus agendas, prioridades y programas como COVAX y y iii) la presión por parte de la industria farmacéutica y de los gobiernos que les conceden patentes por “invenciones” financiadas en gran parte con dineros públicos de los contribuyentes y que se usan como argumento para legitimar el nacionalismo de las vacunas. Es importante recordar también el concepto de “salud global” de los 80-90, que diseñó una estrategia siniestra de interdependencia entre la OMS, la OMC y el BM, siendo éste último el encargado de las reformas de los sistemas de salud y la OMC con el manejo, la administración y regulación de las patentes farmacéuticas que, en la práctica, supone que “la industria farmacéutica y las corporaciones internacionales de salud cogobiernan la agenda mundial de salud”. (Lombardi, Vanina, (2021), “El Covax invisibilizó la discusión sobre patentes” http://socompa.info/noticias/el-covaxinvisibilizo-la-discusion-sobre-patentes/)

7.- Sobre el concepto de solidaridad, su multiplicidad semántica, su apogeo y eclipse. Bertomeu, Maria Julia (2018) “El concepto de solidaridad y su multiplicidad semántica.

A la memoria de Toni Domènech”. Madrid, Endoxa, DOI: https://doi.org/10.5944/ endoxa.41.2018.21813 . http:// revistas.uned.es/index.php/endoxa/article/ view/21813. Acceso, 7-4-2121.

8.- Bourgeois, Léon (1896). Solidarité. pp. 6-7. http://classiques.uqac.ca/classiques/ bourgeois_leon/solidarite/ solidarite_couverture.html. Acceso, 5-04-2121. Acceso 4-04-2021.

9.- (https://www.who.int/es/news-room/ detail/24-04-2020-global-leaders-unite-toensure-everyone-everywhere-can-accessnew-vaccines-tests-and-treatments-forcovid-19). Acceso, 5-04-2021.

10.- Hace unas semanas Macron volvió a hablar de solidaridad por el envío de 250.000 vacunas a Colombia, aunque no deberíamos olvidar que la Comunidad Europea, EEUU y el Reino Unido bloquean el proyecto de resolución presentado por India y Sudáfrica ante la Organización mundial del comercio (OMC) para suspender las patentes mientras dure la pandemia.

11.- Habermas, Jürgen (1986) Autonomy and Solidarity, Peter Drews (edit), London, Verso.

12.- La metáfora elegida por Habermas deriva de la etimología del término y de varios verbos que forman el núcleo semántico de la palabra solidaridad, tales como cementar, fraguar y solidificar. Para continuar con el uso de la metáfora habermasiana, recordemos que los cementos no fraguan cuando el material de los ladrillos es defectuoso.

13.- Sobre el tema de la solidaridad en la ética de la salud pública, recomiendo el articulo de Angel Puyol de la Universidad Autónoma de Barcelona. Puyol, Angel (2017) “La solidaridad en la ética de la salud pública” , Revista Bioética y Derecho, 2017; 40: 33-47. Sobre solidaridad en el derecho internacional y cosmopolita: Rüdiger Wolfrum, Chie Kojima (eds.) (2009) Solidarity: A Structural Principle of International Law , Springer Heidelberg Dordrecht London New York . Para el tema que nos ocupa recomiendo especialmente el primer capítulo: Karel Wellens, (2009) “Revisiting Solidarity as a (Re-)Emerging Constitutional Principle: Some Further Reflections”.

14.- Barbara Prainsack y Alena Buyx (2011) “Solidarity: reflections on an emerging concept in bioethics” , Nuffield Foundation. El trabajo dedica un capítulo especial para los usos del concepto de solidaridad en pandemia del que me he nutrido. En el año 2020, Barbara Prainsack volvió sobre el tema ya con la pandemia del Covid19, con un artículo breve: Prainsack (2020) “Solidarity in Times of Pandemics”, Democratic Theory, Volume 7, Issue 2, Winter 2020: 124–133. El texto de Puyol de 2017, es una excelente puesta a punto y discusión de algunas de las tesis sobre aspectos normativos y descriptivos del principio de solidaridad en salud pública, y también sobre la importancia de no confundir solidaridad con justicia.

15.- Las autoras proponen una muy útil diferenciación entre distintos niveles de un posible ejercicio de la solidaridad en pandemia, por ejemplo, cuando los gobiernos y las autoridades públicas piden a la gente que haga algo costoso solidaria_ mente –no salir de sus casas, educar a sus hijos en el hogar o aceptar pérdidas de ingresos o incluso de sus puestos de trabajo en aras de la protección de unos pocos-, momento en el cual, como lo sabemos hoy, es muy probable que suscite resistencia en la población. El argumento central es que el periodo de tiempo no es lo suficientemente largo para que las personas pasen por diferentes etapas de capacidad y necesidad, lo que facilitaría el reconocimiento de las similitudes con diferentes grupos de personas. Obviamente la pregunta es cuánto tiempo debería pasar para que las personas con intereses distintos se identifiquen y actúen solidariamente, pues en la pandemia Covid19 los datos nos muestran que el paso del tiempo agudiza una lucha entre “intereses” distintos.

16.- El capítulo al que hago referencia es “Solidaridad en la práctica II: las pandemias

y la salud global en el caso de la gripe aviar” del Informe de 2011.

17.- Radin, Margaret (1996) Contested Commodities, London, Harvard University Press.

18.- Sobre el debate pendiente en la OMC recomiendo un excelente trabajo de Lombardi, Vanina (2021) “Covid-19 y patentes. El debate pendiente pendiente”. http://www.unsam.edu.ar/tss/covid-19-ypatentes-el-debate-pendiente/Acceso 11 abril 2021.

19.- El documento oficioso que Velásquez menciona en la cita es el “Non-Paper on Strengthening WHO’s leading and coordinating role in global health. With a specific view on WHO’s work in health emergencies and improving IHR implementation”, que fue elaborado por los gobiernos de Alemania y Francia, en el mes agosto de 2020. El informe de Velásquez realiza un análisis pormenorizado de algunas de las acciones que habría que modificar a futuro en la OMS, entre ellas revisar y hacer cumplir el RSI (Reglamento de la salud internacional), eliminando una palabra en el «el art. 1 del RSI en la medida en que las recomendaciones temporales se definan como medidas ‘vinculantes’. Pues “si bien otros instrumentos mundiales jurídicamente vinculantes incluyen mecanismos de incentivo para la aplicación y la presentación de informes, el RSI no prevé actualmente esos mecanismos….cosa que sí ocurre con la OMC”. (Velásquez, 2020, p. 11).

20.- Purdy, Jedediah (2020), “Solidarity and Crisis”. Dissent , https:// www.dissentmagazine.org/article/solidarityand-crisis, Acceso, 11-04-2021.

21.- Bergel, Salvador, Bertomeu, María Julia (2020) “Medicamentos esenciales, patentes y licencias obligatorias: Doha no es la respuesta”, Enrahonar. An International Journal of Theoretical and Practical Reason”, Barcelona, 65, 2020 75-84.

Imagen: ABEL F. ROS / qapta.es – Licencia Creative Commons.

Mesa de Análisis y Debate de 27 de Mayo de 2021

Informe sobre las vacunas para Covid-19

Ciclo de videoconferencias: Los medicamentos y Vacunas para la pandemia por Covid-19: la necesidad de garantizar su acceso y asequibilidad

Presentación de la jornada, leer

  • Bienvenida de la AAJM: Roberto Sabrido Bermúdez. Vicepresidente de la AAJM. Ver
  • Presentación, moderación y dirección: Beatriz Asuar. Periodista de Diario Público

Presentación, Comentarios y Análisis del Informe

  • Irene  Bernal. Salud por Derecho. Ver . Documento de soporte » La Vacuna. Un bien público Global para afrontar una Pandemia «. Leer

  • Raquel González. Médicos sin Fronteras (MSF) . Ver

Debate y conclusiones. Ver

Tratado frente a la pandemia, sí, pero no solo

AUTOR. Fernando Lamata Cotanda. Doctor en Medicina, experto en Salud Pública y Gestión de Servicios Sanitarios, presidente del Consejo Editorial de la Revista AJM

REVISTA Nº2 ABRIL 2021

El pasado día 30 de marzo se publicó en la prensa una declaración de 25 Presidentes y Primeros Ministros, junto al Director General de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Dr Tedros Adhanom Ghebreyesus, comprometiéndose a “una acción conjunta para una arquitectura sanitaria internacional más sólida”, y afirmando que “las naciones deben trabajar unidas para establecer un nuevo tratado internacional de preparación y respuesta ante pandemias”. Entre los firmantes están Pedro Sánchez, Ángela Merkel, Emmanuel Macron, Boris Johnson y el Presidente del Consejo Europeo, Charles Michel. El escrito acierta, en parte, en el diagnóstico y en las propuestas, pero, a mi juicio, se queda corto, pudiendo quedarse en otro ejercicio retórico, de distracción, o de descargo de conciencia. Me explicaré.

Por una parte, respecto a la situación actual, se dice que la pandemia de la COVID-19 es el mayor desafío de la comunidad mundial desde la década de 1940, tras la devastación de las dos guerras mundiales, y se señala que, frente a la pandemia “nadie estará a salvo hasta que todo el mundo lo esté”. En esto estoy de acuerdo. Pero, luego, añaden los mandatarios que se comprometen “a garantizar el acceso universal y equitativo a las vacunas… frente a esta pandemia y otras futuras”, y subrayan que “la inmunización es un bien público mundial y tendremos que ser capaces de desarrollar, fabricar y desplegar vacunas lo más rápidamente posible”. Resulta evidente que estas buenas palabras, que podríamos suscribir, no se corresponden con las decisiones tomadas por la Unión Europea (UE) y por sus Estados Miembros (EEMM) en el año que dura la pandemia. Por el contrario, en ese tiempo, la UE ha reservado más de 2.000 millones de dosis de vacunas para sus 450 millones de habitantes, mientras la mayoría de los países pobres no han podido abastecerse. A día de hoy se había vacunado el 8% de la población de la UE, mientras en Egipto, Mauritania, Gabón o Namibia se había vacunado menos del 0,1%. Esto no es equidad, se mire como se mire. Es una catástrofe moral, en palabras del Dr Tedros. En EEUU se habrán vacunado a más del 70% de la población este verano y en la UE antes de final de año. Pero, en muchos países de África, Asia y América Latina, hasta final de 2022 ó 2023, millones de personas con los mismos derechos humanos que nosotros, no se habrán vacunado. Si los habitantes de los países ricos tuvieran que recibir una dosis de refuerzo en 2022, o si aparece una variante que se escape a la inmunidad generada por las actuales vacunas, entonces los países pobres deberán seguir esperando.

En su declaración, los mandatarios indican que su respuesta para lograr “un acceso igualitario” a las vacunas y otras tecnologías frente a la COVID era el “Access to COVID-19 Tools (ACT) Accelerator”. Esta iniciativa, en la que participan la OMS y otras entidades, ha delegado en el “mecanismo COVAX” la responsabilidad de acelerar la fabricación, desarrollo y distribución de vacunas. COVAX es una iniciativa público-privada gestionada por la Alianza para las vacunas GAVI, que a su vez está impulsada por la Fundación Bill y Melinda Gates. Los gobiernos deberían saber que una vacunación equitativa no se conseguirá nunca con un enfoque de “cooperación” con los pobres, de donaciones, de acciones caritativas, de limosna: dar lo que nos sobra. Se conseguirá con un enfoque de derechos humanos, de justicia: recibir lo que nos pertenece. El mecanismo COVAX está apoyado la federación de industrias farmacéuticas, porque no cuestiona el principal escollo real para la fabricación y acceso a los medicamentos a un precio justo, que son las patentes y los monopolios, y que es su principal fuente de beneficios abusivos. Por eso es imposible que, con este enfoque, la UE y sus EEMM logren la equidad en el acceso a las vacunas en el mundo.

Se debe hacer mucho más, como se reconoce en la misma declaración. Para empezar, pueden y deben apoyar la propuesta que India y Sudáfrica presentaron en la Organización Mundial del Comercio en octubre de 2020 para suspender las patentes de vacunas y otras tecnologías frente a la COVID, mientras durara la pandemia. Propuesta que ya respaldan más de 100 países, incluido el Vaticano, y que está bloqueada por la UE y sus EEMM. Junto a esa decisión, la UE, EEUU y la OMS debían presionar a las empresas farmacéuticas a que cedieran el conocimiento y tecnologías necesarias para desarrollar las vacunas, teniendo en cuenta que la mayor parte de esos conocimientos se han desarrollado con inversión pública directa. Dicha cesión se haría a la COVID-Technology Access Pool, C-TAP, de la OMS. La OMS identificaría todas las fábricas del mundo que puedan producir vacunas y transferiría la tecnología necesaria. En 6 meses se podría estar empezando a fabricar 3 veces más de dosis de vacunas (20.000 millones de dosis anuales, frente a los 6.000 millones de dosis que se fabricarán este año, al ritmo actual). Dichas vacunas serían a precio de coste, con lo que, a mediados de 2022 estaría vacunada toda la población, con menos de la mitad del dinero que nos vamos a gastar para vacunar solo a los países ricos, y se podría hacer frente a dosis de refuerzo o a nuevas variantes y nuevas pandemias.

P

orque, como reconocen los firmantes de la declaración, está muy claro que “habrá otras pandemias y otras grandes emergencias de salud, y ningún gobierno … podrá hacer frente por sí solo a esta amenaza. La cuestión no es si las habrá, sino cuándo”. En este sentido, el Tratado que se propone, arraigado en la Constitución de la OMS, y sustentado en el Reglamento Sanitario Internacional, es muy interesante. Solo una respuesta multilateral tendrá capacidad de hacer frente a ésta y a futuras emergencias de salud. Sin embargo, esta propuesta exige un análisis más complejo.

Para que la OMS pueda desarrollar ese papel tiene que reforzarse. Eso supone aumentar el presupuesto, de los menos de 3.000 millones de dólares anuales actuales, a más de 5.000 millones, y, al mismo tiempo, prohibir la financiación privada del organismo, consolidando una financiación pública que garantice la independencia de la institución. En este momento, entre la Fundación Bill y Mellinda Gates, GAVI y otras entidades privadas, una sola persona particular puede influir en el 25% del presupuesto de la OMS. Así mismo, en la gestión de los programas de la OMS y de la UE, se debe huir de la llamada “colaboración público-privada” los “partnership”, y otras fórmulas similares surgidas al calor del neoliberalismo que demoniza la gestión pública e idealiza la gestión privada y que, inevitablemente, pone los intereses privados por delante del interés general. El mismo neoliberalismo que privatiza las ganancias y socializa las pérdidas, como en la Sareb, “el banco malo” creado en 2012, que en 2020 ha engrosado el déficit público en otros 10.000 millones de euros que tendremos que pagar los contribuyentes. El mismo neoliberalismo que ha diseñado los contratos de la UE con las empresas farmacéuticas para las vacunas COVID. Ahí vemos que la UE y otros países habiendo financiado el 90% de la investigación y el desarrollo de las vacunas, ceden la propiedad de las patentes y el derecho de monopolio a las empresas. Así, son éstas las que deciden cuánto y dónde fabrican (embudo a la fabricación mundial), a quién se las dan primero, y a qué precio. Los precios fijados son abusivos, en promedio diez veces por encima de su coste, pero, además, en caso de que haya reclamaciones por efectos adversos, los gobiernos (es decir, los contribuyentes) deberán pagar las indemnizaciones.

Por eso, no basta diseñar un Tratado de pandemias. Debemos ampliar el enfoque hacia el futuro. Se debe lograr un nuevo equilibrio entre el poder de las multinacionales y los grandes fondos de inversión, y el poder de los gobiernos democráticos. Hoy, ese balance está claramente dominado por la plutocracia del dinero cuyo objetivo es ganar más; es como un cáncer que, con la fuerza destructiva de la codicia es capaz de acabar con la humanidad. Si no se cambia ese equilibrio, los organismos multilaterales, como la OMS, no podrán estar al servicio de las personas, sino de las grandes empresas. En la primera mitad del siglo XX, con la presión del movimiento obrero en Europa, y con los gobiernos del presidente demócrata Franklin Delano Roosvelt en EEUU, se logró un nuevo equilibrio, que se traducía, por ejemplo, en un sistema fiscal más justo y progresivo, donde el tipo marginal de las rentas más altas se llegó a situar por encima del 70 y el 80%. Un modelo en el que, otro ejemplo, se aprobó en EEUU la separación de los bancos de depósito y de inversión de riesgo, con la ley Glass-Steagall, reduciendo el tamaño y el poder de las entidades financieras. Después de la segunda guerra mundial se crearon la ONU, y la OMS, y se fundó la UE, impulsando el multilateralismo democrático y la defensa de los derechos humanos. Pero en los años 80 del pasado siglo comenzó la revolución de los ricos, la financiarización de la economía, y los think-tanks que impusieron poco a poco el discurso neoliberal. Como signo, en 1999 se derogó la ley Glass-Steagall durante el segundo gobierno del presidente demócrata Bill Clinton. El mismo gobierno que se opuso a que Mandela quisiera aprobar un genérico para la medicación frente al SIDA en Sudáfrica. Después, en 2008, cuando estalló la crisis financiera, como los bancos eran “tan grandes que no se les podía dejar caer”, los rescatamos con dinero del contribuyente. Y, mientras, los mil-millonarios siguen aumentando su riqueza.

Es precisa una refundación de la OMS, pero es precisa también una refundación de la Organización de las Naciones Unidas. Las pandemias, los problemas de seguridad, la crisis del cambio climático, y la necesidad de una economía que respete el medio ambiente y logre una distribución más justa de la riqueza, reduciendo drásticamente la desigualdad, solamente se podrán lograr con un poder político multilateral, democrático, que pueda doblar el brazo a los mil-millonarios y a las grandes corporaciones. Solo así se podrá colaborar, de verdad, con el sector privado realmente productivo. Mientras tanto se tratará de parasitación, de aprovechar los recursos y decisiones públicas para beneficio privado. Un Tratado para hacer frente a pandemias puede ser un paso en la dirección de construir este multilateralismo democrático que reclama Federico Mayor Zaragoza. Pero no será suficiente si no se enmarca en una ambición real de los gobiernos por refundar y fortalecer un mecanismo público de gobierno en las Naciones Unidas, con capacidad de acordar normas justas (en materia fiscal, financiera, sanitaria, medioambiental, en las tecnologías de información y comunicaciones, etc.), y con la fuerza para hacerlas cumplir.

El mundo tras la pandemia por COVID-19: la salud puede cambiar la influencia de los actores mundiales

AUTORA. Soledad Cabezón Ruiz. Médica, especialista en Cardiología. Diplomada en Alta Dirección de Instituciones Sociales. Diputada nacional 2008-2014. Diputada europea 2014-2018. Elabora el informe “Acceso a los medicamentos de la Unión Europea” para la Comisión de Medio Ambiente, Salud y Seguridad Alimentaria

REVISTA Nº 2 ABRIL 2021

La carrera por el acceso a los medicamentos por parte de los países en desarrollo no parece alcanzar su fin; aún con retos pendientes como en el combate de enfermedades infectocontagiosas que hace décadas dejó atrás el mundo desarrollado surgió el Ébola y, ahora, la pandemia por Covid19.

La ayuda de los países desarrollados a través de la cooperación al desarrollo no les garantiza el acceso a estos bienes básicos, es más, puede parecer que el verdadero objetivo no es otro que perpetuar el actual sistema del medicamento.

En la pandemia por Covid19, la geopolítica ha pasado a jugar un papel fundamental en garantizar el derecho a la salud a falta de que los mecanismos legales internacionales previstos se implementen y desarrollen, lo que puede suponer cambios de consecuencias históricas en el equilibrio internacional.

Artículo

Hoy, el mundo en vías de desarrollo, aún sin haber podido despejar otras enfermedades infectocontagiosas con alta morbimortalidad, se enfrenta a una nueva amenaza sanitaria, la pandemia por Covid 19.

El pasado mes de agosto de 2020 era noticia internacional que África erradicaba la polio, a pesar de que la vacuna oral que se ha utilizado en la mayoría de los países del mundo se desarrolló en 19611.

Hoy, las vacunas contra la tuberculosis, la propia polio, la rubeola, la fiebre amarilla, el sarampión o la hepatitis han pasado a un segundo plano en muchos países en vías de desarrollo debido a la nueva crisis sanitaria desencadenada por la COVID-192. UNICEF muestra cómo las medidas de cuarentena obstaculizaron la inmunización en numerosos países, aumentando el riesgo de que en torno a 80 millones de niños menores de 1 año contraigan una enfermedad prevenible, que en muchos casos puede resultar grave.

Está claro que para estos países no basta con el descubrimiento de la vacuna, se necesita de mucha solidaridad y ayuda internacional.

La infección de la viruela fue oficialmente declarada erradicada por la Organización Mundial de la Salud en 1980. Una de las enfermedades más temidas en el mundo, que provocó más de 500 millones de muerte en el siglo XX y cuyo camino a la erradicación se inicia con el desarrollo de la vacuna en 1796.  Sin embargo, mientras en los años 50 todos los países ricos del mundo habían logrado eliminar la enfermedad, para el resto del mundo hubo que esperar a la creación de la OMS tras la Segunda Guerra Mundial que se marcó la erradicación de la viruela como uno de sus grandes objetivos en 19673.

Ahora, para el proceso de vacunación mundial contra el Covid19 nace, con la supuesta buena intención de ayuda internacional para su erradicación en los países en desarrollo, la iniciativa COVAX, la cual podría ser cuestionada desde su concepción al pretender inmunizar sólo a un 20% de esta población, por lo tanto, sin la intención de erradicar, sino de controlar, lo que puede parecer un ejercicio “redención católica” y un ejercicio de los países ricos para expiar sus culpas por la acaparar la producción internacional de vacunas.

El Fondo de Acceso Global para Vacunas COVID-194 (COVAX, por sus siglas en inglés), con 190 países participantes y un fondo de 4 mil millones de dólares, escasos comparado con los desembolsos realizados por la Comisión Europea y el resto de países ricos, es una iniciativa público-privada por la que los países de ingresos altos y medianos contribuyen al fondo y reciben una parte de las vacunas adquiridas y los países más pobres las reciben de forma gratuita.

Esta iniciativa se justifica en tratar de evitar lo sucedido con las vacunas para la influenza A (H1N1) en 2009, cuando los países más ricos acapararon, una vez más, los suministros de vacunas, pero no es menos cierto que esta estrategia permite asegurar unas ventajosas ganancias para la industria farmacéutica que no se ve obligada moralmente a bajar el precio o suministrar gratuitamente la vacuna a los países con menor nivel económico, sino que los países de mayor nivel desarrollo las financiarían; lo que no deja de ser claramente insuficiente si sólo se propone inmunizar a un 20% de esta población, incluso puede parecer que es una estrategia más para perpetuar el actual sistema del medicamento a nivel internacional que priva a millones de personas en el mundo de los medicamentos esenciales.

Pero, lo más inverosímil es que nada de esto debiera ser necesario atendiendo a los acuerdos de sobre las flexibilidades de los TRIPS a raíz de la Declaración de DOHA5 sobre la propiedad intelectual de la OMC y el derecho a preservar la salud y, en su caso, incluso suprimir las patentes cuando hay una situación de salud pública como la que se vive con la pandemia por Covid19. Del mismo modo que llama la atención la falta de desarrollo de la estrategia acordada en la 64 Asamblea de la Organización Mundial de la Salud para evitar futuras pandemias y garantizar el acceso a las vacunas y medicamentos a raíz de la pandemia por H1N16.

Desde luego, esta pandemia ratifica la ineficacia, ineficiencia e injusticia del actual sistema del medicamento a nivel internacional, sus justificaciones, ya a vistas de todo el mundo, ponen de manifiesto una forma de entender el mundo por los países ricos desde la esfera del capitalismo neoliberal, Sin embargo, esta pandemia tiene otro componente inédito en pandemias anteriores, la geopolítica con Rusia y China suministrando a aquellos países a los que los países ricos sólo les vuelven a dar una limosna y, es que, el egoísmo de los países ricos puede acabar impulsando un mundo más injusto, con menos derechos, incluido para los países ricos, a pesar de que “haya vacuna para todos”, si esto puede suponer un avance de los países con menos garantías de las libertades individuales y de los derechos fundamentales.

En definitiva, hoy nos enfrentamos a una pandemia que, de nuevo, para los países en desarrollo se les antoja larga y difícil. No obstante, en el momento actual subyacen nuevos componentes e intereses en la geopolítica mundial que pueden sorprender a aquellos países ricos con una mirada a corto plazo, mientras que países como China7, e incluso Rusia, pretenden acelerar el control de la pandemia en el mundo en vías de desarrollo, lo que pude dejar un panorama mundial muy diferente al que conocemos hoy. Las nuevas alianzas mundiales no se basan en la de sus ejércitos ante guerras entre pueblos, sino que va virando hacia la unión ante amenazas vitales de la población mundial con agentes biológicos como el Covid19.

China ya provee a Brasil, Indonesia y Emiratos Árabes Unidos, y en breve lo hará a Argentina, Chile, Jordania, México, Perú o Turquía. También los países como Botsuana, Marruecos o la República Democrática del Congo esperan esta vacuna.

La Comisión Europea debiera poner las luces largas y liderar un nuevo modelo de cooperación al desarrollo donde acciones como la de asegurar el acceso a los medicamentos esenciales para todos fuese una de sus prioridades reales, lo que pasa necesariamente por una revisión el modelo farmacéutico impuesto por EEUU y la UE. Ya no es ni siquiera una cuestión de justicia social, también de preservar el sistema social y de derechos europeo, ejemplo mundial hasta ahora, pues no deja ser paradójico que China anuncie que su vacuna es un “bien público mundial” mientras en occidente perpetúa un modelo farmacéutico ineficiente e injusto que pretende anteponer la economía de forma cortoplacista, mientras repite que es la zona del mundo con el mayor bienestar social y garantías de derechos.

  1. África erradica la polio: cómo consiguió este histórico hito. https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-53909749
  2.      Coronavirus | Las vacunas que se han dejado de suministrar en América Latina a causa del COVID-19. https://elcomercio.pe/tecnologia/ciencias/coronavirus-las-vacunas-que-se-han-dejado-de-suministrar-en-america-latina-a-causa-del-covid-19-noticia/
  3. El Programa de Erradicación de la Viruela (1966-1980).https://www.who.int/features/2010/smallpox/es/
  4. COVAX: cómo será el plan de la OMS para llevar vacunas para el COVID-19 a países en desarrollo. https://www.infobae.com/salud/2021/01/18/covax-como-sera-el-plan-de-la-oms-para-llevar-vacunas-para-el-covid-19-a-paises-en-desarrollo/
  5. The Doha Declaration on the TRIPS agreement and public health (2001). (WT/MIN(01)/DEC/2).https://www.who.int/medicines/areas/policy/doha_declaration/en/
  6. WHA64/2011/REC/1. https://apps.who.int/gb/e/e_wha64.html
  7. WHA64/2011/REC/1. https://apps.who.int/gb/e/e_wha64.html

Adquisición de vacunas en el contexto COVID: los acuerdos de compra anticipada en la Unión Europea

AUTOR. David LariosAbogado. Vocal de la Asociación por el Acceso Justo al Medicamento (AAJM)

«Muy probablemente, la solución permanente a la crisis de la COVID-19 llegará con el desarrollo y la distribución de una vacuna segura y eficaz contra el virus. Por cada mes que se adelante su distribución, se salvarán vidas, puestos de trabajo y miles de millones de euros[1]»

Partiendo de esta premisa la Comisión Europea y los Estados miembros han concluido Acuerdos de Adquisición Anticipada con la industria farmacéutica para garantizarse el suministro de suficientes dosis de una vacuna segura y eficaz contra la COVID-19.

Esta apuesta por la compra centralizada, en palabras de la Presidenta de la Comisión Europea «ha sido un experimento, una prueba para la UE, y de su éxito dependerá no sólo la recuperación económica sino futuros intentos de descargar responsabilidades históricamente nacionales en manos comunitarias»[2]

Es mucho lo que está en juego y la UE ha actuado con rapidez poniendo en marcha una estrategia de compra centralizada inédita hasta la fecha. El procedimiento se iniciaba en marzo de 2020, apenas declarada la pandemia, y culminaba pocos meses después con la celebración de los contratos que permitían el inicio, a finales de año, del suministro a los Estados miembros de las primeras vacunas autorizadas.

A la rapidez con la que ha actuado la UE se suman otros efectos positivos de la estrategia de compra centralizada de vacunas como son (i) la negociación conjunta para obtener mejores condiciones; (ii) la actuación coordinada posibilita una distribución equitativa de las dosis entre los Estados miembros y (iii) la diversificación de la compra, mediante la adquisición de opciones amplias sobre futuros, minimiza el riesgo de dependencia de los proveedores.

El instrumento jurídico-económico elegido por la UE para formalizar su estrategia de compra centralizada son los Acuerdos de Adquisición Anticipada (APA, por sus siglas en inglés). Con los APA, diseñados a partir de la propuesta metodológica del Premio Nobel de Economía en 2019 Michael Kremer, se pretende «reducir la incertidumbre» de las partes en la contratación del suministro de vacunas en el escenario altamente complejo en el que nos encontramos: «Las partes comprenden que el desarrollo de una vacuna segura y eficaz es un proceso extremadamente complejo y que dicha empresa entraña un riesgo de fracaso elevado. Por tanto, el objetivo es concluir APA con los fabricantes de las posibles vacunas más destacadas para maximizar las posibilidades de tener acceso, al menos, a una vacuna satisfactoria»[3]

Los APA son contratos anticipados en la medida en que: «contemplan la fabricación, adquisición y suministro de una vacuna que, en el momento de celebrarse el contrato ni se ha podido fabricar, ni se sabe si se podrá producir, ni tampoco si su comercialización será autorizada. En suma, se trata de un contrato sometido a una condición suspensiva, consistente en que la vacuna llegue a fabricarse tras un proceso exitoso de investigación y ensayo, y reciba las correspondientes autorizaciones públicas para su comercialización»[4]

Para ello, los Estados adelantan a la industria importantes cantidades para financiar la investigación, con lo que contribuyen a aumentar la velocidad y la escala de fabricación al tiempo que se aseguran el suministro y evitan la puja al alza que podría darse si actuasen por separado, adquiriendo el derecho y la obligación de comprar un número «N» de vacunas en un plazo y a un precio pactado. La industria, por su parte, ve reducido su riesgo de inversión en los procesos de investigación y producción, y se asegura las ventas una vez autorizada la comercialización de la vacuna en condiciones de certidumbre previamente fijadas.

Ciertamente es pronto para evaluar en qué medida los APA están cumpliendo estos objetivos y si el equilibrio de las partes se encuentra garantizado por sus cláusulas y condiciones, algunas de las cuales han provocado inquietud, cuando no abiertas críticas, en sectores políticos, económicos y jurídicos.

El primero y quizá más decisivo de los problemas detectados sea el llamativo desequilibrio en la posición de las partes respecto a los derechos sobre el resultado de la inversión conjunta (pública-privada). Así, pese a que la UE habría invertido 15.900 millones de euros y los Estados miembros 7.200 millones de euros más, frente a la inversión privada de la industria que no alcanzaría los 3.000 millones[5], los APA no compensan esa financiación pública con ningún derecho sobre la propiedad intelectual ni garantía de licencias no exclusivas, sino que atribuyen la patente y el derecho de explotación de las vacunas finalmente autorizadas a los laboratorios titulares. De este modo la UE ha perdido la oportunidad de que las vacunas obtenidas gracias a una ingente inversión de dinero público sean consideradas un «bien público», o que al menos estén sujetas a licencias de explotación «no exclusivas», contribuyendo a un monopolio de producción y distribución limitada que conlleva una ralentización del ritmo de vacunación que cuesta vidas y millones de euros. Y ello en frontal contradicción con lo expresado en el propio preámbulo del Acuerdo citado al inicio, y también con la Resolución del Parlamento Europeo de 10 de julio de 2020, que animaba a la Comisión «a exigir en todas sus convocatorias para proyectos de financiación e inversión que los productos finales tuvieran licencias no exclusivas» y que «en las negociaciones con la industria la CE impulsara que la vacuna sea considerada bien público mundial».

Un segundo problema que presenta el clausulado de los APA se ha puesto de manifiesto con motivo del incumplimiento de una de las empresas contratistas de su compromiso de suministro de las dosis inicialmente pactadas. Ante la situación de desabastecimiento generada por la compañía AstraZeneca, que había entregado menos del 10% de las dosis que tenía comprometidas, la Comisión dictó el Reglamento de Ejecución UE de 29 de enero de 2021 prohibiendo al laboratorio la exportación de vacunas fuera de la UE mientras se mantenga el incumplimiento. Esta medida extraordinaria se acordó ante la inexistencia de un mecanismo contractual de responsabilidad por incumplimiento, más allá de la simple declaración de inexistencia de obligaciones contractuales con terceros que impidan el cumplimiento del contrato, dado que en los Acuerdos las compañías no adquieren una obligación de resultado, sino de medios. Es decir: los Acuerdos no obligan a los laboratorios a fabricar y entregar «N» dosis en un plazo concreto, sino a «hacer sus mejores esfuerzos razonables»best reasonable efforts»); término indeterminado que el contrato con AstraZeneca define, de forma aún más indeterminada si cabe, como «el grado de esfuerzo que una empresa de tamaño similar, con una infraestructura de tamaño similar y recursos similares, emprendería o utilizaría en el desarrollo y fabricación de una vacuna en la etapa pertinente de desarrollo y comercialización, teniendo en cuenta la urgente necesidad de disponer de una vacuna para poner fin a una pandemia mundial que está causando graves problemas de salud pública y restricciones a las libertades personales y económicas, pero sin perder de vista la eficacia y seguridad»[6]. Una vez acreditado que la empresa contratista, pese a haber hecho sus «mejores esfuerzos razonables», no puede cumplir con la entrega de las dosis acordadas, debería notificarlo a la Comisión y en tal caso la UE podría presentar a otra empresa (no titular de la patente) que fuera capaz de fabricar y suministrar las vacunas. Pero aún ante dicha propuesta el contratista no estaría obligado a compartir o ceder sus derechos de explotación exclusiva, sino a hacer «sus mejores esfuerzos razonables» para llegar a un acuerdo con dicha empresa a efectos de aumentar la producción. No se prevé consecuencia jurídica para el caso de que tal acuerdo no se llegase a producir.

Otro de los aspectos más criticados de los APA ha sido la falta de transparencia en la negociación y finalización de los propios contratos, sometidos a cláusulas de confidencialidad para la protección del secreto comercial de los laboratorios contratantes que impiden conocer, entre otros elementos, el precio pactado por dosis, los plazos de entrega y las consecuencias de su incumplimiento, así como determinados aspectos no revelados de la responsabilidad jurídica por efectos adversos de las vacunas. No fue sino en enero de 2021 cuando la Comisión dio acceso a una versión parcialmente censurada del primero de los acuerdos firmado con el laboratorio CureVac, previa conformidad de la compañía, en respuesta a la presión ejercida por la Eurocámara, que llevaba meses exigiendo conocer su contenido y denunciando la opacidad del proceso. Sin embargo, la publicación de la versión parcial de los contratos no aminoró las críticas de los europarlamentarios contra la falta de transparencia, al ser las empresas quienes deciden qué parte de los contratos se puede leer y qué párrafos aparecen tachados. La eurodiputada francesa Manon Aubury expresaba la opinión de su grupo político al declarar que: «La lectura (parcial) del contrato es angustiosa. La vacuna, fruto de la inversión pública, es propiedad exclusiva de las grandes farmacéuticas. Las empresas son irresponsables si ocurren efectos negativos. En resumen, privatización de ganancias, socialización de pérdidas»

Precisamente el régimen de responsabilidad jurídica por los efectos adversos que puedan provocar las vacunas es otro de los aspectos más criticados de los APA. La cláusula en que se regula esta materia consta de seis párrafos, de los cuales hay dos tachados que no se pueden leer. De su contenido parcial se desprende que los perjudicados por la administración de la vacuna podrán reclamar ante el laboratorio titular, como viene siendo habitual en el campo de la responsabilidad civil por productos defectuosos, pero que serán los Estados contratantes quienes se harán cargo de las indemnizaciones que las compañías deban satisfacer en caso de «reclamaciones por muerte, lesiones físicas, mentales o emocionales, enfermedades, discapacidad o miedo a lo anterior».

Es decir, que los Estados que financiaron con dinero público buena parte de la investigación y el desarrollo de las vacunas sin participación en el derecho de propiedad intelectual, que adquieren con dinero público las dosis pactadas al precio pactado, asumen también la responsabilidad final de satisfacer con dinero público las indemnizaciones por efectos adversos derivados de su administración a los ciudadanos. Un desequilibrio evidente en la posición de las partes que no ha pasado desapercibida y ha sido objeto de fuertes críticas al considerar que los Estados están sobre-financiando estas operaciones en tres momentos y por tres conceptos sucesivos: pago por adelantado, pago por suministro y pago por los efectos adversos. A lo que habría que añadir los costes que asume la sanidad pública derivados de la morbilidad por retrasos en el ritmo de vacunación debidos al incumplimiento de los plazos de entrega y dosis pactadas.


[1] Anexo del Acuerdo entre la Comisión Europea y los Estados miembros sobre vacunas contra la COVID-19. BOE núm. 211 (5 agosto 2020)

[2] Diario El Mundo 10/02/2021 “La Presidenta de la Comisión Europea admite errores en la estrategia de reparto de las dosis a los Estados miembros” (http//:elmundo.es/internacional/2021/02/10/6023c41b21efa01f198b45d0.html)

[3] Anexo del Acuerdo entre la Comisión Europea y los Estados miembros sobre vacunas contra la COVID-19. BOE núm. 211 (5 agosto 2020)

[4] Sánchez Lorenzo, Sixto A. “El advance purchase agreement (APA) entre AstraZeneca y la Comisión Europea visto desde el Derecho privado”. Diario La Ley. UE. Núm. 90. Marzo, 2021. Wolters Kluwer.

[5] BBC News. 15/12/2020 “Vacunas contra el coronavirus: cuánto dinero pueden ganar realmente las farmacéuticas con la inmunización” (http/:bbc.com/mundo/noticias-55293057) 

[6] García Vidal, A. “Los acuerdos de adquisición anticipada de vacunas contra la COVID-19 firmados por la Comisión Europea”. Análisis Farmacéutico. Febrero 2020. Gómez Acebo y Pombo.

La exención a las patentes: una solución de emergencia para ampliar la producción de vacunas de la COVID-19

AUTORA. Vanessa López, directora de Salud por Derecho

Mientras en los países ricos se está vacunando contra la COVID-19 a una persona cada segundo, en 47 de los 79 países más pobres aún no se ha administrado ninguna dosis. Después de un año de pandemia este es el triste balance si miramos grosso modo el ritmo de vacunación en todo el planeta. Pero las previsiones sobre cómo será el acceso a las vacunas en los países empobrecidos durante los próximos meses tampoco dejan buenas noticias: solo una de cada diez personas podrá ser vacunada en 2021, según datos de People’s Vaccine Alliance. En la otra cara de la moneda están los países ricos [1]con Israel a la cabeza en el porcentaje de población vacunada, seguido de Emiratos Árabes, Chile y Estados Unidos. Europa, a pesar de haber hecho fortísimas inversiones de dinero público en las vacunas (1.500 millones de euros para impulsar su I+D y 27.000 millones en los acuerdos de compra avanzada), se encuentra bastante rezagada en el ritmo de vacunación en comparación con los países mencionados. Sin embargo, intentar entender a qué podría deberse esta diferencia y analizar la estrategia general seguida por la EU para impulsar la búsqueda de una vacuna y asegurar su suministro en los países miembros o los procesos de negociación y contratación con las compañías farmacéuticas sería motivo de otro artículo.

En cualquier caso, estamos asistiendo a un acaparamiento de un producto sanitario sin precedentes:  los países ricos han comprado más de la mitad del suministro de vacunas del mundo, a pesar de que solo representan el 16% de la población mundial, según un estudio de la Universidad de Duke, y podrían vacunar 2,6 veces a su población. Esta actitud no es sólo cuestionable desde el punto de vista ético y moral, sino también como medida de salud pública, pues sólo acabaremos con la pandemia si avanzamos todos los países al unísono y evitamos las desigualdades en el acceso a las vacunas. Una proyección[2] realizada por la Northeastern University de Boston y otras universidades norteamericanas afirma que, si los primeros 2.000 millones de dosis de vacunas se distribuyeran en proporción a la población de los países, la mortalidad mundial podría reducirse en un 61%. En cambio, si los 47 países más ricos acaparan las dosis, la reducción será solo de un tercio.

Por otro lado, también resulta inquietante que, a pesar de que ya han fallecido 2,6 millones de personas[3] en todo el mundo a causa de la COVID-19, su altísimo impacto en las economías y de la dolorosa experiencia que tenemos con otras pandemias, especialmente la del VIH/SIDA, donde la falta de acceso a los tratamientos en los países pobres ha provocado la muerte de millones de personas durante décadas, las acciones que están tomando los líderes mundiales son totalmente insuficientes.  Si entonces el problema era el elevadísimo precio de los medicamentos antirretrovirales para el VIH (10.000 dólares por paciente y año), hoy, además, el cuello de botella está en los problemas de producción y suministro que tiene como consecuencia el que no haya dosis suficientes para abastecer a la población mundial. Y el problema de fondo es el mismo: la protección de la propiedad intelectual en la que se basan los monopolios permite a las compañías farmacéuticas fijar los precios a su antojo y tener la exclusividad de la fabricación y comercialización de las vacunas. En definitiva, tienen en control, y esto ocurre a pesar de que las inversiones[4] públicas de los estados han sido importantísimas. Las consecuencias, como hemos visto, son la desigualdad en el acceso en los países más pobres, pero también nos afecta a los países ricos, como España, pues impide que podamos avanzar más rápido en los planes de inmunización.

COVAX: un mecanismo de solidaridad insuficiente

En la primavera del año pasado se puso en marcha la plataforma COVAX con el fin de impulsar la búsqueda de una vacuna efectiva contra la COVID-19, fomentar una suerte de coordinación global en la compra y distribución equitativa, así como crear un mecanismo común de donaciones de vacunas a los países de medios y bajos ingresos. Sin embargo, esta iniciativa ya surgió con un defecto de partida: los países receptores de las donaciones solo podrían acceder, a través de este mecanismo, a un número máximo de dosis como para inmunizar al 20% de su población (mientras que la inmunidad de grupo se alcanzaría vacunando al 70% de la población). Los datos que dan cuenta del funcionamiento de COVAX tampoco son nada halagüeños: las vacunas disponibles a fecha de hoy para donar a los países pobres sólo alcanzarían al 3,3% de su población. Es cierto que los países de medios y bajos ingresos tendrían otras vías para adquirir vacunas por si mismos, al margen de programas de solidaridad, pero las compañías farmacéuticas están imponiendo condiciones imposibles en los contratos, tal y como ha denunciado el director ejecutivo del Banco Interamericano de Desarrollo. Eso sin contar con el problema del acaparamiento de vacunas por parte de los países ricos antes mencionados. Necesitamos que se tomen medidas efectivas, y no parches, que permitan ampliar la capacidad de producción en todo el mundo.

Una solución de emergencia: la exención a las patentes

Llegados a este punto, nos parece que la solución más efectiva es la propuesta que India y Sudáfrica han hecho en el seno de la Organización Mundial del Comercio (OMC) para acordar una exención de las patentes relacionadas con las tecnologías de la COVID-19 mientras dure la pandemia y se alcance la inmunidad global. Esta medida, que facilitaría la posibilidad de compartir la propiedad intelectual y el know-how, evitaría los monopolios y eliminaría la inseguridad jurídica, permitiendo la libertad de operar a los fabricantes y favoreciendo una colaboración que aumente y acelere la producción y asequibilidad de las vacunas, diagnósticos y tratamientos para la COVID-19 en todo el mundo.

Lo cierto es que, a pesar de que la industria farmacéutica ha puesto el grito en el cielo por esta propuesta, existe un antecedente histórico: en 2001, en plena pandemia del VIH/sida, los estados llegaron a un consenso para acordar una exención relacionada con el párrafo 6 de la Declaración de Doha sobre el Acuerdo sobre los ADPIC y la salud pública. La exención estableció un mecanismo para permitir a los países que producían medicamentos genéricos bajo una licencia obligatoria suministrar los fármacos a otros países que carecían de la capacidad de fabricación necesaria para producirlos ellos mismos. Si en esta ocasión la iniciativa saliera adelante, un reto también sería reforzar la capacidad de producción, especialmente en los países pobres.

La propuesta cuenta con el apoyo de 99 de los 164 países de la OMC. Sin embargo, países como Japón, Noruega, Suiza, Reino Unido, Estados Unidos y la Unión Europea están en contra. La presidenta de la comisión europea Von der Leyen, ha manifestado, preguntada en una rueda de prensa reciente por este tema, que no descarta nada. Esta posible nueva actitud, aunque podría ser tan solo un brindis al sol, abre un resquicio el fuerte bloqueo que ha mostrado la Unión Europea, por lo que se hace necesario un debate urgente, profundo y al más alto nivel en el Consejo de Ministros de Salud de la UE y en el propio Consejo de la UE. Esta cuestión se seguirá debatiendo en los próximos meses y esperemos que los líderes europeos reconsideren su posición y decidan proteger el interés general y no el de las empresas farmacéuticas. 


[1] https://ourworldindata.org/explorers/coronavirus-data-explorer?tab=map&zoomToSelection=true&time=latest&pickerSort=desc&pickerMetric=total_vaccinations_per_hundred&Metric=Vaccinations&Interval=Cumulative&Relative+to+Population=true&Align+outbreaks=false&country=CHN~USA~RUS~MEX~DEU~FRA~BHR~ARE~IND~ITA

[2] Matteo Chinazzi , Jessica T. Davis , Natalie E. Dean , Kunpeng Mu , Ana Pastore y Piontti1 , Xinyue Xiong, M. Elizabeth Halloran, Ira M. Longini Jr. , Alessandro Vespignani. Estimating the effect of cooperative versus uncooperative strategies of COVID-19 vaccine allocation: a modeling study https://www.mobs-lab.org/uploads/6/7/8/7/6787877/global_vax.pdf

[3] WHO Coronavirus (COVID-19) Dashboard https://covid19.who.int/

[4] Según  MSF Access Campaign, los gobiernos han invertido 10.000 millones de dólares en I+D de vacunas y ensayos clínicos y fabricación de las seis potenciales candidatas vacunas de la COVID-19 desarrolladas por AstraZeneca / Universidad de Oxford (más de 1.700 millones de dólares) Johnson & Johnson / BiologicalE (1.500 millones de dólares), BioNTech (500 millones de dólares), GlaxoSmithKline / Sanofi Pasteur (2.100 millones de dólares), Novavax / Serum Institute of India (casi 2.000 millones de dólares) y Moderna / Lonza (2.480 millones de dólares). 

Bienvenida sea la Revista AJM.

EDITORIAL – REVISTA Nº 2 ABRIL 2021

AUTOR. Juan José Rodríguez Sendín. Presidente de la AAJM. Médico de Familia. Master en Administración de Servicios Sanitarios. Presidente de la OMC 2009 – 2017. Presidente de la Comisión Deontológica del ICM Toledo y vocal de la Comisión Nacional de la OMC. Vicepresidente de la Confederación LatinoIberoamericana de Entidades Médicas (CONFEMEL).

El principal objetivo y preocupación de la AAJM tiene una gran componente moral, reivindicamos que todos los ciudadanos, tras la injusta distribución de la riqueza y unos sistemas públicos de salud cada vez más debilitados e intervenidos por los intereses mercantiles, tengan acceso justo a los medicamentos necesarios para preservar su salud.

La aparición de la revista AAJM es un motivo de gran satisfacción y alegría para todos los que creemos posible mejorar el acceso universal y justo al medicamento. El espacio estaba vacío, parece que estaba esperando a nuestra joven Asociación. Es de alegría en tanto que supone un rito de paso en aquel proyecto que ya hace 5 años iniciamos, creyendo que un mundo mejor es posible o al menos evitar su deterioro. Vivimos tiempos vertiginosos. La crisis económica y las políticas presupuestarias de estabilidad propiciaron desde el 2009 medidas de reducción en los programas sociales de España, que no se han desarrollado paralelamente con políticas de ajuste eficaz sobre el gasto en medicamentos, especialmente sobre los precios de las moléculas más novedosas. Por si fuera poco, aparece el COVID19 y complica muchísimo más la situación y con ella las amenazas y las situaciones abusivas que utilizan y especulan con la necesidad urgente de responder contra la Pandemia y proteger a todos con vacunas y medicamentos de forma justa. Lo que predomina es la lógica de los mercados y la incapacidad de los gobiernos para controlarlos eficazmente, permitiendo precios y ganancias abusivas de la IF.

Apenas 300 personas tienen más renta que el 40% de la humanidad. 1200 millones de seres humanos viven con menos de un dólar al día. Han vuelto a aparecer enfermedades que se creían desterradas. Que podemos decir de la actual pandemia que nos asola, tanto por las muertes que causa la enfermedad como por la pobreza que provocan, en parte ocasionada por los gastos sanitarios que la misma origina. El “si Dios ha muerto todo está permitido” de Dostoievski lo ha hecho cierto un sistema económico que convierte en mercancías y dinero todo lo que toca. Y esto es precisamente lo que ocurre con la actual pandemia. Mientras una buena parte del mundo se retuerce de dolor, miedo y sufrimiento, las grandes industrias farmacéuticas (IF) y sus dueños pretenden extraer de ellos el máximo beneficio posible, aunque ello suponga incrementar más y más la gravedad de los riesgos en los que la humanidad esta sumida. Utilizan para ello su gran justificación que le ofrecen las prerrogativas de las patentes sobre sus moléculas de medicamentos y la manida y falsa disculpa de que necesitan esas ganancias -sin límites- para investigar. Ocurre al contrario, las expectativas de grandísimos beneficios en torno a una nueva molécula desaconsejan la investigación en otras para atender aquellas necesidades de salud que ofrecen menos oportunidades de negocio. Por ejemplo, enfermedades raras o antibióticos. El establecimiento de las patentes y su regulación actual constituyo una maldita decisión que impuso la OCDE, gobernada por los intereses económicos mas importantes del mundo, que España acepto en 1986. Hoy constituye un extraordinario problema de salud para buena parte del mundo.

Justicia y libertad … son palabras de uso cotidiano. La cuestión está en el significado que se les otorga y el compromiso que suponen. En la AAJM el compromiso con la justicia distributiva para poder ofrecer más libertad supone atender, sin discriminación de ninguna naturaleza, las necesidades de salud de los pacientes, con los valores de la ética médica, el humanismo asistencial y las competencias profesionales más apropiadas. La prestación farmacéutica es un elemento esencial de la asistencia sanitaria. El insumo farmacéutico representa el mayor valor de los activos que se consumen en la “industria de la salud”. No solo suponen entre el 25 y el 30% del presupuesto sanitario de cada Comunidad Autónoma, además se estima que una tercera parte del medicamento consumido no está justificado, está contraindicado o es mal utilizado. Es decir hace daño e incluso puede ser causa de muerte

Las progresivas presiones y amenazas que sufre el ejercicio de la medicina, por agentes externos a la misma vinculados a la IF, hacen imprescindible que la medicina y los médicos nos detengamos a meditar, sobre la situación y los cambios habidos en la misma. Estos cambios provocan respuestas desviadas del centro o núcleo fundamental de la práctica médica y de sus fundamentos, el bien del paciente y la necesidad sanitaria. Quien haya leído “Un mundo feliz” de Aldous Huxley escrita en 1932 o “1984” de George Orwell, escrita entre 1947-1948, comprobara que ambas son distopias o utopías negativas trazadas hace 7 décadas. Pero también que hace tiempo se instalaron entre nosotros. La máxima pena ideada por el Big Brother de Orwell es castigar a cada ciudadano con lo que más le aterra individualmente. Y es el caso que sufren los Sistemas Públicos de Salud que con la colaboración de parte de la profesión médica, se convierten en sus propios verdugos al permitir y pagar un sobreprecio de los medicamentos. Por un lado, absorben recursos sociales disponibles, disminuyen la capacidad de respuesta del SNS a las necesidades de salud de los pacientes, entregando así a los seguros privados a la población mejor situada económicamente. Y ese sobreprecio responde a un uso abusivo y sin control de las prerrogativas que ofrecen las patentes de los medicamentos y productos sanitarios. Es decir, aceptan, toleran y no reaccionan ante una situación que se vuelve contra ellos cronificando una espiral progresiva de insuficiencia económica y dependencia externa

Y esas causas convierten a buena parte de la profesión en su propio agente de destrucción pues un buen porcentaje de esas ganancias abusivas de la IF se dedican a propaganda y compra de voluntades en el sector, lo que a su vez determina las conductas y respuestas clínicas y con ellos un incremento en número de unidades prescritas y limitación de la capacidad de respuesta profesional. En suma, un incremento injustificado del gasto sanitario, que por ejemplo disminuye o impide por imposibilidad presupuestaria mejorar las condiciones laborales de los profesionales, menos aún que estos actúen con espíritu crítico a la hora de revisar sus propias conductas. No existe transparencia ni en las decisiones sobre el establecimiento de los precios de los medicamentos, ni tampoco sobre los conflictos de interés de las personas que forman parte de las comisiones implicadas en dichas decisiones. Con un absoluto descaro, los órganos de supervisión y control cada día están más mediatizados por los intereses industriales. Tanto que supone una desvergüenza observar a sus componentes y las relaciones de alguno de ellos con los intereses de la IF.

Garantizar la sostenibilidad a medio plazo del SNS será posible si la prestación farmacéutica es accesible, de calidad y utilizada de modo racional y económicamente eficiente. Es urgente recargar con valores éticos ejemplares los comportamientos de los dirigentes políticos, y profesionales. Pero también realizar, junto con la limpieza y transparencia absoluta de los órganos reguladores y asesores de la Administración Sanitaria, una actuación integrada en el ámbito regulador, asistencial y de gestión, para poder responder a las necesidades y preferencias responsables de los pacientes y usuarios, así como defender y proteger los intereses del SNS como bien público de primera magnitud.

La pandemia que sufrimos ha hecho aflorar en buena parte de la sociedad lo mejor, pero en otra sale con fuerza el egoísmo y la avaricia, olvidando que la solidaridad, la cooperación y convivencia entre todos son las únicas soluciones validas contra la terrible crisis que sufrimos, e incluso de provecho a medio plazo para los intereses egoístas instalados en nuestra sociedad. Las únicas respuestas validas, que obligaran a realizar cambios radicales alejados de largos documentos de consenso llenos de buenas intenciones, son las respuestas colectivas, el que la sociedad civil se organice conozca, estudie, informe, defienda, acuse, exija y obligue a que se respeten sus derechos. Y ese es el modo de trabajar que hemos decidido en la AAJM, revisar, estudiar, publicar y denunciar para que la población conozca las situaciones que les afectan en relación con el cuidado de su salud.

No podemos pensar, a riesgo de quedarnos anclados en la angustia, que lo que nos ocurre sólo nos pasa a nosotros debido a nuestra mala suerte, a nuestra mala preparación, a nuestra falta de esfuerzo. Siempre hay alternativas. Las patentes se han convertido con el tiempo en el sistema más perverso de trasvase de dinero público a las arcas privadas y en consecuencia de retirada de recursos en prestaciones sociales y sanitarias para aquellos que las precisen, y así son la principal causa de los graves problemas de acceso a medicamentos esenciales en países pobres y de la hiper medicación que ocurre en los países ricos Es un sistema perverso que genera  problemas de acceso y de exceso simultáneamente, perjudicando a millones de pacientes y causando un enorme gasto innecesario. Como digo constituye el sistema más perverso de transferencia de dinero público a arcas privada sin el beneficio correspondiente para la ciudadanía.

¿Podemos cambiar esta situación, o es inevitable? Claramente se puede cambiar. Es difícil, pero hay que intentarlo convencidos de que es posible lograrlo para conseguir un mundo mejor o al menos que el actual frene su deterioro. Y eso es precisamente el objetivo de nuestra Revista por un AJM analizar, repasar y estudiar, desde una visión científica y profesional todas las concausas de lo mencionado y sus posibles soluciones, porque las hay. Y ordenadamente ponerlas a disposición de la ciudadanía sanitaria.

Mesa de Análisis y Bebate. 27 de Abril de 2021

Perspectiva del Legislador sobre el Acceso Universal a la Vacuna contra Covid-19

Presentación de la jornada, leer.

• Bienvenida de la AAJM: Juan José Rodríguez  Sendín. Presidente de la AAJM. Ver

• Presentación, moderación y dirección: Soledad Cabezón Ruiz. Exeurodiputada. Ponente de Informe del Parlamento Europeo “Medidas para mejorar el acceso a los medicamentos en la UE”. VER

Mesa de Debate,

Juan Ignacio Ponce. Diputado y portavoz adjunto del Grupo Compromís en las Cortes Valencianas. VER

Rosa Medel. Diputada Nacional en el Congreso de los Diputados por el Grupo Unidas Podemos. VER

Nicolás González Casares. Eurodiputado en el Parlamento Europeo por el Grupo Socialistas y Demócratas. VER

Debate y Conclusiones. VER

Coronashock y patriarcado

Instituto Tricontinental de Investigación Social

El artículo analiza las consecuencias de la crisis sanitaria, social y económica que está provocando la pandemia por coronavirus desde una perspectiva de género y propone 18 medidas a implantar para minimizar los efectos de la pandemia en las mujeres y para avanzar en igualdad entre los hombres y mujeres hacia una sociedad más justa y productiva.

De forma general viene a concluir que El capitalismo ha colocado un peso aplastante sobre los hombros de la mujer: la ha convertido en asalariada sin haber reducido sus tareas como ama de casa o madre”.

Analizar críticamente la pandemia y su gestión a nivel mundial es un ejercicio de reivindicación de la lucha por la igualdad entre hombres y mujeres. Durante esta crisis se ha visibilizado la división desigual del trabajo y roles sociales de hombres y mujeres, así como las consecuencias en la situación, sanitaria, económica y social de las mujeres.

Las mujeres, que ocupan mayoritariamente los ámbitos sociosanitarios y responsabilidad doméstica, así como la economía informal, trabajos menos valorizados, han sido las protagonistas de la lucha directa contra la pandemia y también de sus consecuencias. La mayor precariedad laboral y el rol social de los cuidados familiares incrementados durante esta crisis ha desembocado en una mayor brecha salarial, mayor sobrecarga de trabajo informal y de cuidados domésticos sin poder gestionarlos al no ocupar los órganos de toma de decisión.

“De acuerdo con las Naciones Unidas (ONU), algunas estimaciones indican que las mujeres representan el 67% de la fuerza de trabajo mundial en atención de la salud. Las mujeres también constituyen la mayoría en el sector de limpieza y particularmente en el trabajo social (90%).”

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), el 69% de las organizaciones mundiales de la salud están dirigidas por hombres, solo 20% tienen paridad de género en sus juntas directivas y el 25% ha alcanzado paridad de género en los puestos directivos superiores”.

“La OMS también demostró que mientras las mujeres en este sector trabajan más horas, se les paga 11% menos que a los hombres.”

Pero la precariedad laboral y social no sólo ha supuesto a merma de derechos económicos y laborales, sino también en el ámbito de la salud de las mujeres, todo para las mujeres que ocupan sectores de trabajo informal sin poder acogerse a un ERTE y que la necesidad económica, les ha obligado a exponerse para ir a trabajar, en la mayoría de los casos haciendo uso del transporte público. 

Desde el punto de vista de la salud, también se ha producido un incremento de la violencia contra las mujeres que se han encontrado más indefensa y vulnerables ante sus agresores.  

“Un informe reciente de Oxfam (2020) muestra que las mujeres son responsables por 75% del trabajo de cuidado no remunerado realizado en el mundo. Eso es más de 12.500 millones de horas que las mujeres y niñas alrededor del planeta gastan haciendo este tipo de trabajo cada año. De acuerdo con el informe, esto equivale a aproximadamente 10,8 billones de dólares de trabajo de cuidado no remunerado al año que subsidia la economía global, lo que equivale a tres veces el tamaño de la industria tecnológica.”

No obstante, la desigualdad entre hombres y mujeres no afecta a clases sociales y económicas más desfavorecidas, sino que se trata de una problemática transversal dependiente de una concepción concreta de los roles de hombres y mujeres y del propio mundo y su organización social, cultural y económica, “Después de que se implementaran las medidas de confinamiento en diferentes partes del mundo, los equipos editoriales de las publicaciones científicas informaron una fuerte disminución en los envíos de artículos por parte de académicas a nivel mundial, mientras que los artículos enviados por académicos aumentaron en casi un 50%.”

Este modelo socioeconómico desigual se atribuye al neoloberalismo y su concepción del individuo como responsable de su destino en detrimento del papel del Estado como garante de la igualdad de derechos y oportunidades, especialmente a través del Estado del Bienestar, el cual se ha ido minimizando y debilitando mediante las políticas de austeridad.

Las políticas públicas y el papel del Estado son entendidas como cruciales para eliminar las barreras y obstáculos que impiden alcanzar la igualdad entre hombres y mujeres y superar la consideración injusta de “normal” o “natural” de las discriminaciones que sufren las mujeres. La situación postpandemia va a requerir de una organización social y económica diferente a la que nos ha traído hasta aquí y su diseño obliga a un ejercicio de análisis de crítica constructiva que permita avanzar hacia una sociedad más justa, igualitaria y próspero, para lo que la igualdad entre hombres y mujeres es un objetivo irrenunciable.

“La crisis de covid-19 puede resignificar el valor del trabajo y la importancia de las vidas de esas mujeres que cuidan de la reproducción y mantención de toda la sociedad. Debemos reconocer y remunerar este trabajo invisible, comprendiendo que todas las personas tienen derecho a ser cuidadas. Eso implica avanzar en un proceso de desmercantilización y desfamiliarización del cuidado, para que el acceso a las prestaciones del cuidado deje de ser un privilegio de unos pocos y se convierta en un derecho humano. “

Finalmente, no se puede obviar la importancia de la salud pública que ha evidenciado que esta crisis sociosanitaria con una visión comunitaria de la salud y no individualista, donde los determinantes de la salud juegan un papel clave en el bienestar vital que implica la salud como medio para alcanzarlo y no como el objetivo de un sistema de atención biomédica de la enfermedad.

La salud no es solo una cuestión individual, es un proceso complejo y socialmente determinado. Este aspecto a menudo se deja de lado en el debate sobre la salud pública, que se centra, en cambio, en las perspectivas biomédicas que reducen los problemas de salud, las estrategias de prevención y los procesos de tratamiento al nivel individual.

18 MEDIDAS: 

1. Asegurar que las medidas que exigen los movimientos ante el coronashock se pongan a disposición de todas las personas, prestando especial atención a las que están sistemáticamente más excluidas de esa ayuda (…):

a. Cancelar el pago de facturas de servicios públicos como electricidad, agua, internet y alquileres mientras dure la pandemia. Garantizar que no se acumularán deudas por falta de pago.

b. Distribuir suministros de higiene personal (incluidas mascarillas y desinfectante de manos) de forma masiva.

c. Congelar los precios de suministros esenciales de limpieza, productos de higiene y productos alimenticios saludables, como granos, verduras y carne, de acuerdo con las especificidades culturales de cada país.

d. Asegurar el derecho a vacaciones remuneradas a todos los trabajadores; garantizar que no haya pérdida de ingresos o de derechos.

e. Proporcionar asistencia económica —de al menos un salario mínimo— a los trabajadores informales y a loss trabajadores por cuenta propia.

f. Poner bajo control público las instalaciones y estructuras sanitarias privadas para luchar contra la covid-19. Ampliar la capacidad del sistema de salud al servicio de la gente.

g. Adoptar medidas de emergencia para resolver la crisis de abastecimiento de agua en cada región y garantizar el acceso público.

2. Garantizar total transparencia de información y datos sobre la evolución de la pandemia y sobre las medidas gubernamentales de cada país (desagregados por sexo, edad, ingresos, orientación sexual, identidad de género y región, siempre que sea posible).

3. Incluir a las mujeres en posiciones de liderazgo en los movimientos populares para los procesos de toma de decisiones sobre iniciativas de respuesta y recuperación de las crisis actuales.

4. Exigir que los gobiernos realicen campañas para alentar a hombres y mujeres a compartir las tareas domésticas por igual, de modo que las mujeres no tengan que asumir la mayor parte de la carga de las tareas domésticas.

5. Aumentar la inversión pública a largo plazo para
el bien público, en áreas como la protección social, las pensiones, la atención de salud pública y universal, el cuidado público gratuito de lxs niñxs, entre otras acciones que afectan directamente a las mujeres.

6. Los paquetes de ayuda y estímulo financiero de los gobiernos deben incluir medidas de protección social que reflejen la comprensión de las circunstancias especiales de las mujeres y el reconocimiento de la economía del cuidado.

7. Garantizar un ingreso mínimo para las mujeres y los hogares que realizan varias formas de trabajo de cuidado esencial (incluido el trabajo doméstico), especialmente los que tienen personas dependientes.

8. Distribuir canastas de alimentos para las familias con niñxs en los lugares donde las guarderías y escuelas están cerradas.

9. Exigir intervenciones de salud esenciales para proteger la salud de todas las personas, prestando especial atención a las personas marginadas: pobres, trans, migrantes, racializadas, ancianxs y con discapacidades. Esos servicios incluyen servicios de salud mental, medicamentos para el VIH/SIDA, tratamiento del cáncer, etc.

10. Garantizar que las comunidades marginadas, incluidas las que no tienen acceso a la documentación oficial —en particular personas pobres, trans de clase trabajadora y migrantes— reciban servicios de ayuda. Garantizar la prestación oportuna de socorro de emergencia, como una renta básica universal, la distribución de alimentos y otros servicios que se exigen en esta lista.

11. Exigir que el gobierno proteja de la discriminación a las diversidades sexo genéricas y a todas las personas marginadas, en el marco de las políticas destinadas a luchar contra la covid-19, como las políticas que solo permiten a los hombres o las mujeres salir de su casa en determinados días.

12. Despenalizar el trabajo sexual, proporcionar asistencia y alimentos, proporcionar alojamiento de emergencia
a las personas de las diversidades sexo genéricas sin
techo y apoyar a las comunidades de personas migrantes e indocumentadas en sus esfuerzos por acceder a los servicios esenciales para su supervivencia.

13. Garantizar como servicios esenciales líneas telefónicas de urgencia y otros canales y servicios de comunicación de acceso público para todas las víctimas de la violencia patriarcal.

14. Exigir que los gobiernos asuman la responsabilidad de divulgar los números de las líneas telefónicas de auxilio y de canales de comunicación de acceso público por medio de servicios automatizados, mensajes de texto, folletos en el transporte público, vallas publicitarias, anuncios en espacios públicos y en los periódicos, etc., para que quienes los necesitan conozcan sobre los servicios.

15. Los gobiernos deben poner a disposición instalaciones de asesoría para las mujeres, personas marginalizadas, pobres, las diversidades sexo genéricas, migrantes, personas racializadas, ancianxs y personas con discapacidad en situación de vulnerabilidad y/o víctimas de violencia.

16. Exigir que los gobiernos ofrezcan a las mujeres
que luchan contra la violencia doméstica refugios alternativos, seguros y cómodos durante la pandemia, como habitaciones de hotel y edificios vacíos, y que proporcionen la protección y la seguridad necesaria en esos lugares. Asegurar la continuación de esos servicios a largo plazo para satisfacer la necesidad preexistente de tales servicios.

17. Construir redes de solidaridad y ayuda colectiva que, respetando el distanciamiento físico, luchen contra el individualismo y la violencia. Crear grupos de derechos de las mujeres y campañas informativas de barrio sobre planes de emergencia para mujeres y niñxs en situación de violencia doméstica. Crear equipos para cuidar de las niñxs en barrios de mayor vulnerabilidad social.

18. Movilizar a los trabajadores de la salud para ayudar a su comunidad, apoyar a las trabajadoras de la economía popular y asegurarse de que se les da el pago adecuado y el equipo de protección.

ÉTICA Y MEDICAMENTOS

Javier Sánchez Caro. Abogado. Profesor honorario de la Escuela Nacional de Sanidad. Académico correspondiente de la Real Academia Nacional de Medicina. Primer vocal de la Asociación Acceso Justo al Medicamento.

1.- Introducción.

La ética es la investigación de lo “bueno”, de lo “valioso”, de lo que tiene un significado importante para la vida de los seres humanos desde el momento en que sirve de guía u orientación de la conducta y obliga a dar justificación de las acciones no solo ante nosotros mismos sino también ante la sociedad de la que formamos parte.

Cuando la ética se proyecta al campo de las ciencias de la salud adopta la forma de bioética, que no es otra cosa que una ética aplicada a dicho contexto y que pretende servir de referencia para solucionar los conflictos correspondientes. La salud se entiende aquí en el sentido más amplio posible, de manera que supera en mucho el marco de la relación clínica y en nuestro caso particular abarca los medicamentos, incluidas, claro está, las vacunas. 

Son innumerables las cuestiones que suscita la ética (bioética) en su relación con los medicamentos: sin ánimo de exhaustividad y sin entrar ahora en el análisis de su contenido, cabe hacer referencia a las cuestiones que plantea el copago (se recuerda que 1,5 millones de españoles no pueden retirar la medicación por razón de su coste); los incentivos perversos a la prescripción, que afectan a la calidad de la asistencia y merman la posibilidades presupuestarias; la fijación del precio justo, que impide los abusos del sobreprecio; los problemas que plantean las patentes, cuya existencia no responda a las finalidades previstas en su creación, generando monopolios u oligopolios que entorpecen el normal funcionamiento de la competencia; el abuso de posiciones dominantes, que no es otra cosa que una consecuencia de lo expuesto anteriormente; la necesidad de hacer frente a la opacidad y falta de transparencia en las inversiones, en la investigación y en la fijación de los precios; la necesaria universalización en el acceso a los medicamentos, consecuencia de una visión que excede el marco de los Estados; la sostenibilidad del Sistema Nacional de Salud, que se ve debilitado por medicamentos con fijación de precio excesivo; en fin, los conflictos de intereses que se desatan en este ámbito y que deben ser objeto de regulación detallada.

2.- Delimitación

En el presente trabajo nos preocupamos únicamente del tema nuclear que debe servir de fundamento a todas las cuestiones anteriormente descritas, a saber, la consideración del medicamento como un derecho humano fundamental, tal y como viene proclamando nuestra Asociación desde sus inicios.

No se trata, ahora, por tanto, de establecer una fundamentación legal o jurídica, que tendría su asiento en diversos textos muy conocidos: la Declaración Universal de Derechos Humanos (1948), el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales (1966) y el Comité de Derechos Económicos Sociales y Culturales en su Observación General N.º 14. Se trata de dotar de una fundamentación filosófica a dicha afirmación, que sirva de base para todos los campos en que haya de aplicarse posteriormente.

Tal cuestión se aborda en un doble orden de consideraciones: sobre la base de lo que deba entenderse por dignidad y el concepto que tengamos de la justicia.

3.- Sobre la dignidad

De acuerdo con los postulados de la ética kantiana, las personas tienen un valor absoluto y no pueden ser tratadas como instrumentos. Todo ser racional es fin en sí mismo y no medio para otra cosa. Se trata de seres absolutamente valiosos y su valor no procede de que satisfagan necesidades o deseos, como ocurre con los instrumentos o las mercancías. No son objetos de cambio en las relaciones comerciales. No tienen valor de uso ni valor de cambio. No tienen precio, sino dignidad y merecen por ello un respeto del que se siguen obligaciones morales.

La característica que permite afirmar que las personas tienen dignidad es que solo ellas son seres libres, es decir, son seres autónomos, capaces de darse leyes a sí mismos y regirse por ellas.

Como consecuencia de lo expuesto el principio ético dominante es el que afirma que hay que tratar a la persona como algo absolutamente valioso, sin posibilidad de instrumentalización.

Lo que llamamos valores morales apunta siempre a la defensa de algún aspecto de la dignidad de la persona. En nuestro caso, hace referencia a la defensa de la vida, de la integridad física o mental y al combate de la enfermedad, todo lo cual se consigue, además de con otros medios, con el acceso universal a los medicamentos y permite validar la afirmación de que es un derecho humano fundamental en cuanto ética mínima, que puede defenderse con argumentos intersubjetivamente aceptables, pues de otra manera, esto es, sin que la persona tenga unos mínimos recursos materiales y culturales, estaría imposibilitada para desarrollar una vida digna (primary goods o decent minimun) y sometida a sufrimientos imposibles y a la pérdida de la vida.

4.- Sobre la justicia

No se puede ignorar la realidad social de nuestro tiempo: las enormes injusticias y sufrimientos que provocan la pobreza y la desigualdad, por lo que debemos preguntarnos cual es la concepción más adecuada de la justicia para remediar tales males, siguiendo al filósofo John Rawls.

Las personas no son totalmente responsables de la buena o mala suerte que tengan en sus vidas y, por tanto, no merecen, en términos absolutos, los éxitos y los fracasos asociados al azar, de tal manera que una sociedad no es más justa que otra por ser más rica, sino por tener mejor distribuida su riqueza y por el destino que reserva a los más desfavorecidos.

Podemos saber que contenidos tiene la justicia si nos preguntamos qué principios escogerían los individuos en una situación de igualdad, bajo un punto de vista imparcial. Tal posición de partida (original position) se completa con el llamado velo de la ignorancia (veil of ignorance), que oculta las particularidades de cada persona: nadie sabe lo que el futuro le deparará, si va a ser rico o pobre, si será o no inteligente, si tendrá una discapacidad, la clase social en la que se integrará, las convicciones morales o religiosas, la etnia, el género, las medicinas o la atención sanitaria que precisará, etc.

De tales premisas se extraen los principios de justicia.

El primero garantiza las libertades iguales, pues todos querrán proteger cualquier elección de vida buena que puedan realizar, pero una vez asegurada la libertad personal se preocuparán de tener igualdad de oportunidades para llevar a cabo la vida que deseen, sin que existan privilegios que lo impidan. Tras la igualdad de oportunidades, también querrán estar a salvo de las penurias de la pobreza, por si cualquiera de ellos resulta que posteriormente es pobre. Por último, los más afortunados pueden mejorar después su condición tan solo si los menos afortunados también lo hacen (principio de la diferencia), esto es, los que tengan más talento pueden obtener más ingresos si eso contribuye a lo que los que ganan menos sean menos pobres, de manera que se promueva el mayor beneficio para los miembros menos favorecidos de la sociedad

El principio de la diferencia protege pues, a los que pierden inmerecidamente en la competición social y si se reflexiona detenidamente en los principios esbozados se caerá en la cuenta de su relación con los tradicionales de libertad (principio de igual libertad), igualdad (principio de igualdad de oportunidades) y fraternidad (principio de la diferencia, no tener mayores ventajas a menos que esto sea en beneficio de quienes están peor situados).

5.-Conclusión

Fácil es aplicar lo expuesto al caso que nos ocupa. En una posición original de imparcialidad e igualdad y bajo el velo de la ignorancia, todos tendríamos interés en protegernos frente a los avatares de la salud y a la necesidad de medicamentos a los que tuviéramos que hacer frente en un futuro, pues pudiera suceder que, por múltiples y variadas causas, (pobreza, pérdida del empleo, discapacidad, migración, etc.) no pudiéramos dar una solución adecuada a dichas contingencias.

Bibliografía

1.-STEPHEN LAW, Filosofía. Espasa Calpe, 2008.

2.-PETER SINGER (Ed.), Compendio de ética. Alianza editorial, 2010.

3.-ANGEL PUYOL, El filósofo de la justicia. Batiscafo, 2015.

4.-JOHN RAWLS, Teoría de la justicia, Fondo de cultura económica, México D.F., 1979.

5.-MANUEL GARCÍA MORENTE, Filosofía, Ediciones 2019. Madrid, 2014