Prescripción y ética médica

Juan José Rodríguez Sendín.

Médico de Familia. Presidente de la Comisión Deontológica del ICOM de Toledo y vocal de la Comisión Nacional de la OMC. Vicepresidente del Confederación Latino-Iberoamericana de Entidades Médicas (CONFEMEL). Expresidente de la OMC y de la AAJM.

Revista Nº 31 JUNIO 2024

No puedo por menos que manifestar mi enorme satisfacción tras leer detenidamente el minucioso trabajo de investigación de Ángel María Martín Fernández-Gallardo que publica el número de mayo de 2024 de la revista Acceso Justo al Medicamento, titulado “Multinacionales farmacéuticas introducen sus medicamentos en el SNS a golpe de talonario”. En él disecciona los pagos efectuados a los médicos por las 18 grandes compañías farmacéuticas. Lo primero es agradecer el enorme trabajo desarrollado por el autor. Es tan meticuloso como infrecuente en nuestro mundo profesional, a pesar de la importancia y trascendencia de su contenido, tanto para la salud de los pacientes como del Sistema Nacional de Salud. Aunque son muchas las sensaciones y reflexiones que produce su lectura. Quería referirme brevemente a la salud ética y, por supuesto, moral de nuestra profesión, que ha normalizado la relación de interés económico con la industria farmacéutica, condicionando sus decisiones terapéuticas en función del dinero que recibe de la misma y elevando a categoría de normal lo que simplemente es corrupción. Corrupción conocida y tolerada por nuestras administraciones que no poner coto ante la situación que se desprende del trabajo.

Aunque sea un gesto repetido rutinaria y frecuentemente en tantas ocasiones, cuando el medico prescribe un medicamento se retrata a sí mismo como agente moral, es decir, como un ser libre y responsable. Por ello, el Código de Ética y Deontología Medica (CEDM) es contundente en el Art. 20.2 cuando exige que el médico debe disponer de libertad de prescripción respetando la evidencia científica, las indicaciones autorizadas y la eficiencia. Pero esa libertad viene exigida por el derecho del paciente a recibir un tratamiento que compagine los criterios de eficacia y calidad con el uso equitativo de los recursos disponibles. No puede el médico adulterar la libertad de prescripción y vender su buen juicio clínico y sus deberes de justicia a cambio de un incentivo financiero, proceda de la industria o de la misma organización en que trabaja. Queda muy claro en el artículo 20.3 del CEDM que es contrario a la Deontología Médica solicitar o aceptar contraprestaciones a cambio de prescribir un medicamento o de utilizar un producto sanitario.

Tal conducta corruptiva constituiría una ofensa a la dignidad de toda la profesión, ya que puede dar pie a que el público pueda sospechar difusamente de la integridad de todos los médicos. Como ocurre en el caso que nos ocupa. Cuando un médico prescribe medicamentos a un paciente o cuando ofrece información a otros colegas en formación o que tienen en alta consideración su información, no se puede separar libertad de responsabilidad, independencia de prudencia y sensatez de juicio.

El médico debe situar su compromiso con el paciente en el lugar principal y primigenio de sus preocupaciones con el fin de prestar a sus pacientes el mejor servicio de que sea capaz, al dictado de su competencia profesional y conciencia. En consecuencia, el médico no puede corromper su independencia profesional con ningún otro interés que no sea la mejor atención al paciente y, en segundo lugar, al menor coste posible para el SNS. Esa independencia es, sobre todo, un derecho de los enfermos, que deben ser atendidos por un médico competente, concienzudo e impenetrable por las influencias o compra de voluntad de la industria farmacéutica, tecnológica o cualquier otro agente, provengan de donde provengan.

El artículo de Ángel María nos pone ante el espejo para recordar que el médico tiene derecho a libertad de prescripción, pero no para ventaja o provecho propios, sino para mejor responder a las necesidades de su paciente. El médico debe ejercer su libertad con recta conciencia, lo que supone estar siempre dispuesto a dar razón de sus decisiones, de un modo sincero, transparente, fundado y objetivo. No sé si podrán hacerlo eso cientos de profesionales de la medicina que se han beneficiado económicamente del favor de las multinacionales farmacéuticas. Gracias de nuevo.

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