AUTORA: Raquel González Juárez Responsable de Relaciones Institucionales y Coordinadora de MSF España.
Revista Nº 6 de Octubre 2021
Durante el curso de la pandemia, se ha desarrollado un arsenal de herramientas para combatir la COVID-19. Aunque la vacunación por sí sola no es la única medida, sí se puede argumentar que es la más efectiva para que las sociedades vuelvan a una forma de vida similar a la que teníamos antes de la irrupción del coronavirus, ya que protege la salud individual y pública y reduce el impacto social y económico. A pesar de la velocidad sin precedentes en el desarrollo de vacunas y la ampliación paulatina de la capacidad de fabricación, el mundo se enfrenta actualmente a un problema de escasez de vacunas en los países de rentas media y baja. Hasta septiembre de 2021, se han administrado cerca de 6.400 millones de dosis en todo el mundo, pero solo un 2,3% en países de rentas bajas,[1] frente a coberturas que rozan el 80% en países de rentas altas como España.[2] El acuerdo que establecieron[3] para 2021 la Organización Mundial de la Salud (OMS), el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial y la Organización Mundial del Comercio (OMC), para vacunar con una dosis al 40% de la población en los países de ingresos bajos y medios-bajos, ha quedado en papel mojado. Quedan poco más de tres meses para alcanzar ese objetivo, y Naciones Unidas reconoce que estos países deben aumentar la vacunación «varios cientos de veces»[4] para lograr el porcentaje deseado. Los riesgos de estas «dos velocidades» en la vacunación mundial son varios, pero fundamentalmente los más graves son que se sigan perdiendo vidas humanas, que la pandemia se prolongue e, incluso, que sigan apareciendo nuevas variantes del virus. La Unidad de Inteligencia de The Economist prevé que más de 85 países pobres no tengan acceso generalizado a las vacunas contra el coronavirus antes de 2023,[5] y esta desigualdad tendrá importantes consecuencias económicas: los países que no hayan vacunado al 60% de su población a mediados de 2022 registrarán pérdidas por un total de unos 2 billones de euros en 2025.[6]
Limitaciones en la fabricación y suministro de vacunas.
Al inicio de la pandemia se crearon mecanismos globales para facilitar el acceso equitativo a las herramientas médicas para la COVID-19. Uno de ellos es la plataforma COVAX,[7] orientada a apoyar la investigación, el desarrollo y la fabricación de las vacunas y a negociar su precio. Pretendía representar a la mayor parte de los países del mundo, ofreciendo a los de menores ingresos la financiación de las vacunas que, de otro modo, no podrían pagar, así como proporcionar también acceso a las vacunas a los países que se autofinancian (es decir, los que las pagan). Sin embargo, el sistema se ha visto empañado por problemas en su diseño y aplicación y ha tenido que lidiar con una financiación insuficiente, problemas de producción y retrasos en las entregas. Pese a la plataforma, los países de rentas altas negociaron acuerdos bilaterales directamente con los fabricantes para acaparar vacunas, en volúmenes muy superiores a las necesidades de su población. El resultado fue la aparición de dos modelos de distribución de vacunas: uno para aquellos países que podían pagarlas y otro para los que no. Asimismo, COVAX depende excesivamente de un fabricante, el Instituto Serum de la India, con licencia para producir la vacuna desarrollada por la Universidad de Oxford y AstraZeneca. Ante la ola mortal de casos que sufrió el país desde marzo de 2021, el Gobierno redujo las dosis destinadas a la exportación. Esto provocó que el funcionamiento de COVAX dependiera en gran medida de las donaciones de vacunas de los países de ingresos altos, que están muy lejos de las cifras necesarias. En cuanto al número de dosis donadas, COVAX ha entregado en torno a 334 millones de dosis,[8] una cifra ínfima si se compara con el objetivo que se fijó: 2.000 millones para finales de 2021.[9] Como contrapartida, la Unión Africana creó el Equipo de Trabajo para la Adquisición de Vacunas en África (AVAAT), que consiguió un acuerdo para la entrega de hasta 400 millones de dosis de la vacuna monodosis de Johnson & Johnson, que, incluso con retrasos en la fabricación, está distribuyendo las vacunas en todo el continente.[10][11] A pesar de ello, la tasa de vacunación en África está en un 3%, muy por detrás de otras partes del mundo, como Europa (casi el 50%), América del Norte (44%), Asia (32%) y América del Sur (33%). A este ritmo, parece que no se alcanzará a tiempo el objetivo de la Unión Africana de un 60% de vacunación para 2023.[12] Otro problema añadido es la corta vida útil de estas vacunas (entre seis y siete meses), que complica el proceso de donaciones a COVAX, ya que hay poco tiempo para organizar su distribución. Por ejemplo, en junio, Sudán del Sur destruyó 59.000 dosis y tuvo que devolver 72.000 de las 132.000 que había recibido a través de COVAX. La República Democrática del Congo tampoco pudo utilizar la mayor parte de los 1,7 millones de dosis recibidas de AstraZeneca.
Propuestas para mejorar la equidad en la distribución y suministro de las vacunas
– Compartir el conocimiento y la tecnología patentada de las vacunas es un elemento clave para acelerar la producción, aumentar el suministro y mejorar su stribución equitativa. En este sentido, hay una propuesta de exención de algunos acuerdos de la propiedad intelectual presentada en el seno de la OMC,[13] que ya cuenta con el apoyo de más de cien países, pero que continúa bloqueada por un pequeño grupo de países de ingresos altos. Los meses de retraso y descarrilamiento del proceso de negociación demuestran la falta de verdadera solidaridad en la comunidad mundial. Además, la OMS ha puesto a disposición de las empresas titulares de tecnología iniciativas destinadas a compartir voluntariamente sus tecnologías que, hasta ahora, han sido ignoradas por las principales farmacéuticas.[14] – Es necesaria la inclusión de cláusulas específicas en los acuerdos con las compañías farmacéuticas. Una parte muy importante de la I+D que condujo a la creación de las actuales vacunas se financió con fondos públicos.[15] D e s a f o r t u n a d a m e n t e, c o m o contrapartida no se establecieron precios máximos o cláusulas para garantizar un acceso equitativo en todo el mundo. – La corta vida útil de las vacunas hace que se desperdicien muchas que podrían haberse distribuido. Los fabricantes deberían compartir con las autoridades los resultados de las pruebas de estabilidad en tiempo real y solicitar regularmente la ampliación de la vida útil.
Conclusión
Los países de rentas altas continúan proclamando públicamente la importancia de la «solidaridad global»[16] y, sin embargo, han eludido en gran parte los sistemas y las propuestas diseñadas para facilitar el acceso equitativo a las vacunas de los más vulnerables. El despliegue de la vacuna es esencial para derrotar a la COVID-19 cuando se combina con medidas continuas de salud pública y acceso al diagnóstico y tratamiento.
Sin embargo, la velocidad y escala a la que se está llevando a cabo la vacunación en los países de ingresos bajos y medios sigue siendo insuficiente. Es inconcebible pensar que algunos países estén discutiendo la implementación de terceras dosis de refuerzo mientras, en otros, el personal sanitario de primera línea está aún sin vacunar. En muchos sentidos, la respuesta colectiva a la COVID-19 se ha definido por el fracaso del liderazgo, el nacionalismo, el aumento de las desigualdades y los obstáculos a la cooperación y la solidaridad mundial.
Referencias
[1] Coronavirus (COVID-19) Vaccinations – Statistics and Research – Our World in Data. [2] https://www.who.int/news/item/ 14-09-2021-leaders-make-urgent-call-toaccelerate-vaccination-globally-and-in-africa [3] https://www.worldbank.org/en/news/ statement/2021/07/30/joint-statement-onsecond-meeting-of-task-force-on-COVIDvaccines-therapeutics-and-diagnostics-fordeveloping-countries. [4] https://data.undp.org/vaccine-equity/ vaccine-equity-and-speed/. [5] https://www.eiu.com/n/85-poorcountries-will-not-have-access-tocoronavirus-vaccines/. [6] Delayed vaccination timelines will cost the global economy US$2.3trn – Economist Intelligence Unit (eiu.com). [7] Coordinada por GAVI (Alianza para las Vacunas), la Coalición para las Innovaciones en Preparación para Epidemias (CEPI) y la OMS. [8] https://www.unicef.org/supply/covid-19- vaccine-market-dashboard. [9] ‘Declaración conjunta de COVAX para prever el suministro de vacunas para 2021 y principios de 2022’. [10] How AstraZeneca threw away its shot – POLITICO. [11] https://www.politico.eu/article/theglobes-new-public-health-strategy-everycountry-for-itself/. [12] https://carnegieendowment.org/ 2021/09/13/is-there-any-covid-19-vaccineproduction-in-africa-pub-85320. [13] En octubre de 2020, India y Sudáfrica presentaron una resolución para una exención de determinados Derechos de Propiedad Intelectual Relacionados con el Comercio (ADPIC) en la OMC. [14] Iniciativas Acceso Mancomunado a Tecnología contra la COVID-19 (C-TAP) y COVID-19 mRNA Vaccine Technology Transfer Hub. Ningún desarrollador de vacunas de ARNm se ha unido todavía a esta última, a pesar de su potencial para acelerar el aumento de la producción. [15] Se han invertido más de 10.000 millones de dólares en I+D, ensayos clínicos y fabricación de las seis vacunas de COVID-19 desarrolladas por AstraZeneca y la Universidad de Oxford (más de 1.700 millones de dólares); Johnson & Johnson y BiologicalE (1.500 millones de dólares); BioNTech (500 millones de dólares); GlaxoSmithKline y Sanofi Pasteur (2.100 millones de dólares); y Novavax y Serum Institute of India (2.000 millones de dólares) y Moderna/Lonza (2.480 millones de dólares). https://msf-spain.prezly.com/losgobiernos-deben-exigir-a-las-farmaceuticasque-hagan-publicos-todos-los-acuerdos-delicencia-de-vacunas-de-covid-19. [16] Von der Leyen announces Coronavirus Global Response (europa.eu).