EDITORIAL. Revista nº 39 – Mayo 2025.
Jaume Vidal.
Senior Policy Advisor (He/Him). Miembro de la Comisión Editorial de la rAJM.
La 78 Asamblea Mundial de la Salud, cita anual para la discusión y gestión de la Salud Global, se cerró el pasado martes. Como es tradición, han sido nueve días de debates, declaraciones y deliberaciones entre Estados, organizaciones de la sociedad civil y otros entes activos en la intersección entre salud, diplomacia e intereses comerciales.
Esta vez, uno de los principales actores tanto en términos políticos como económicos no sería parte tangible de las conversaciones. Estados Unidos no participaría por vez primera en las deliberaciones de la principal agencia sanitaria internacional. La retirada estadounidense de la organización forma parte de una estrategia más amplia de repliegue virulento que ha visto a agencias fundamentales como USAID tambalearse y programas vitales como PEPFAR cancelados sin previo aviso a las poblaciones afectadas.
Los principales temas en la agenda, la reforma de la financiación de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y aprobación del texto acordado del tratado pandémico, tenían implicaciones sustantivas para el para el (posible) futuro de la (OMS) como actor de referencia, con capacidad para responder a retos y desafíos ámbito de la salud planetaria.
El hecho que ambos fueran aprobadas con amplias mayorías podría entenderse como una expresión de apoyo a la organización y su director general en un momento crítico. Sin embargo, también se trataría de una expresión de interés propio por parte de Estados miembros y otras organizaciones: la necesidad de perpetuar la creencia que el sistema de gobernanza en salud global construido alrededor de la OMS desde el final de la segunda Guerra Mundial (emulando a la pionera Organización Panamericana de Salud) y complementado muy especialmente desde el final de la Guerra fría y el proceso de globalización neoliberal es aún posible sin la participación (o incluso activa oposición) de uno de sus principales artífices.
Ni el acuerdo pandémico está finalizado (aún queda negociar el protocolo para la gestión e intercambio de patógenos) ni ha quedado resuelta la situación financiera de la organización (los cortes de personal y reorganización de programas se mantienen) con lo que la victoria, a la luz del día, se asemeja a una tregua. A la espera de las nuevas decisiones de Washington, Bruselas y otras capitales acerca de su compromiso (o convicción) con la protección y la promoción global como mecanismo indispensable para la solidaridad entre los pueblos.
Mención aparte merece la estrategia española de elevar su perfil, tras la elección al comité ejecutivo de la OMS, consiguieron la aprobación de una resolución sobre enfermedades raras, la primera en la historia, superando las reticencias de algunos socios y con el apoyo critico de gran parte de la sociedad civil. Pasos importantes que necesitan ser acompañados por acciones tangibles en el ámbito doméstico con la nueva ley del medicamento actualmente en discusión.