Autor: Comisión de Redacción de la rAJM
EDITORIAL. Revista nº 13 verano 2022
Autor: Ángel María Martín Fernández-Gallardo. Inspector Farmacéutico del Servicio de Salud de Castilla La Mancha (SESCAM).
Revista nº 13 verano 2022
Resumen
En 1948 se declaró la vida como un Derecho Humano Universal que hoy violan sistemáticamente las multinacionales farmacéuticas con sus patentes de medicamentos que salvan vidas, condenando a morir a quienes no pueden pagar los precios arbitrariamente caros que exigen; un holocausto silencioso que los Estados permiten y los ciudadanos, por no impedirlo también nos hacemos cómplices. Y ahora dan un paso más y alegan, que la patente responsable de ese genocidio es un derecho humano. Para imponerlas en los tratados de la OMC las disfrazaron de ciencia, pero como nos demuestra la historia de la insulina y su patente centenaria mutante, sólo parasitan la ciencia. Que para defenderlas no nos las disfracen de humanidad, porque como nos muestra el reguero de muerte que dejan a su paso, sólo son un derecho inhumano.
Lobitos buenos
En el mundo que quisieron imponer los nazis hubiera sido posible contemplar al Dr. Menguele, convertido en un destacado médico de éxito al que acudiría lo más selecto de la raza aria, siendo alabado por destinar a obras benéficas para huérfanos de las SS un pellizco de su fortuna, acumulada durante el holocausto con los dientes de oro que arrancaban a los judíos después de gasearlos.
En el mundo surgido tras los tratados de la OMC, leemos que el CEO de Moderna (1), al igual que el CEO de Pfizer convertido en empresario de éxito, donará a organizaciones benéficas 330 millones de euros de su fortuna, acumulada especulando con la vacuna del Covid durante la pandemia y restringiendo su disponibilidad mientras mueren como corderos millones de personas sin poder vacunarse y un clamor mundial les exige que liberen las patentes, porque Sr. Stéphane Bancel, todo su dinero no podrá devolver la vida ni a uno solo de ellos. Y leemos también que Pfizer reclama protección para que los corderos no violen los derechos humanos de su patente.
Aunque José Agustín Goytisolo ya nos dejó, ¡qué vivos permanecen su sueño y su poesía!:
Érase una vez, un lobito bueno, al que maltrataban todos los corderos… (2)
La aberración
El pasado mes de abril, diez organizaciones sin ánimo de lucro dedicadas a la atención médica en EEUU, enviaron una carta al presidente de Pfizer (3), cuya empresa ha invocado que la patente de Paxlovid es un derecho humano y equipara la emisión de la licencia obligatoria solicitada por la República Dominicana (4) con una violación de los derechos humanos de Pfizer. Esta aberración no preocuparía si no partiera de Pfizer, que como es sabido fue el impulsor de la inclusión, casi a escondidas, de los medicamentos en el Acuerdo sobre los ADPIC. (5)
Le recuerdan que la política de derechos humanos de su empresa asume “el compromiso de realizar negocios de manera ética y responsable, respetando los derechos humanos reconocidos internacionalmente en todas sus operaciones” y que invocar una violación de los derechos humanos para evitar el acceso equitativo a sus medicamentos COVID no es ético ni responsable, “más bien, a muchos les parecerá una estrategia más de las grandes farmacéuticas para maximizar las ganancias durante una pandemia”. (3)
En el Titanic del Paxlovid (6), su Capitán no deja acceder al bote salvavidas a los enfermos con COVID grave que no puedan pagar el precio que les exige por sus vidas, ¡porque violan los derechos humanos del bote salvavidas!
La vida si es un derecho humano
La Declaración Universal de Derechos Humanos adoptada por la Asamblea General de las Naciones Unidas en París, el 10 de diciembre de 1948 (7), proclama que todo individuo tiene derecho a la vida, a la salud, a no ser sometido a trato inhumano, a igual protección contra toda discriminación y a que se establezca un orden internacional para que estos derechos se hagan plenamente efectivos. Y termina diciendo, que nada en esta declaración podrá interpretarse en el sentido de que confiere derecho alguno al Estado, a un grupo o a una persona, para emprender y desarrollar actividades o realizar actos tendientes a la supresión de cualquiera de los derechos y libertades proclamados en esa Declaración.
¿No se suprime el derecho a la vida cuando se impide el acceso al medicamento que puede salvarla?
¿No se suprime el derecho a la salud cuando se impide el acceso al medicamento que puede restaurarla?
¿No es trato inhumano dejar sufrir y morir a una persona cuando se le impide el acceso al medicamento que puede curarle y salvarle la vida?
¿No es discriminación decidir arbitrariamente quien puede tener acceso y quien no al medicamento que le puede salvar la vida?
¿No viola esta declaración el acuerdo sobre los Aspectos de los Derechos de Propiedad Intelectual relacionados con el Comercio (ADPIC) que establece un orden internacional que permite la supresión del derecho a la vida, del derecho a la salud, del derecho a no ser sometido a un trato inhumano y del derecho a no ser discriminado?
Sí, las patentes en los medicamentos y el acuerdo fúnebre de Marrakech sobre los ADPIC violan la Declaración Universal de Derechos Humanos.
Salvar vidas fue su único objetivo
En 1798 Edward Jenner descubrió la vacuna de la viruela y no corrió a patentarla sino a divulgar su descubrimiento. Hoy muchos creen que es el científico que más vidas ha salvado (8). Sólo cinco años después Balmis, Salvany, Zendal y 22 niños huérfanos en cuyos brazos se inoculaba el virus para mantenerlo vivo, emprendieron la expedición que a lo largo de tres años llevó ese descubrimiento por medio mundo para difundirlo y salvar vidas. El propio Jenner dijo, ‘No me imagino que en los anales de la historia haya un ejemplo de filantropía tan noble y extenso como este” (9,10,11). La vida aún no había sido declarada un derecho humano, pero estas personas no lo necesitaban, lo sabían.
Siempre lo han sabido quienes dedican su vida y vocación a protegerla, por eso cuando sus descubrimientos han sido importantes los compartieron y difundieron, como revela la intrahistoria de la patente de la insulina, cuyo descubridor era médico y por razones éticas no quería que su nombre figurase en la solicitud de la patente que iban a ceder a la Universidad de Toronto para producirla gratuitamente. Pero la ley de EEUU requería que los inventores reales presentaran la solicitud de lo contrario sería nula y tuvieron que convencerle de que no habría prejuicio contra él al transferirla a una institución y no obtener beneficio de ella. (12)
Y no sólo el mundo sanitario. Cuando Nils Bohlin, ingeniero jefe de Volvo, inventó el cinturón de seguridad con 3 puntos en 1959, lo patentó. Y cuando dos años después la empresa se dio cuenta de lo importante que era para salvar vidas humanas liberó la patente, que se estima que cada año salva 100.000 vidas (13).
Pero hoy día, para las multinacionales farmacéuticas ganar dinero es el único objetivo y para maximizar sus beneficios especulan impunemente con sus patentes y nuestras vidas. (14)
Impunidad: los Estados tampoco nos protegen
En septiembre de 2021, Amnistía Internacional publicó el informe “Dosis doble de desigualdad: Las empresas farmacéuticas y la crisis de las vacunas contra la COVID-19” (15) donde evalúa las restricciones que la industria farmacéutica impone al acceso equitativo a sus vacunas vitales contra la COVID-19, y denuncia la inacción de los gobiernos para proteger los derechos humanos en todo el mundo al no exigirles que suprimieran esas restricciones.
Pero las vacunas contra la COVID son sólo la punta del iceberg, en realidad esta inacción se extiende ya a todos los nuevos medicamentos con patente que se autorizan y como resultado, la autorización de comercialización que otorgan los Estados, también autoriza de facto, a suprimir derechos humanos de las personas y a quitarles la vida, dejándoles morir si no pueden pagar el precio arbitrariamente caro que las multinacionales farmacéuticas exigen.
Cómo hemos llegado a esto
Las patentes en los medicamentos existen desde hace más de cien años, entonces ¿qué ha cambiado? La normativa supranacional.
Hasta 1995 cada país tenía amplia libertad para establecer los parámetros de la propiedad intelectual, podía definir si otorgaba patentes o no en algunos sectores, la duración de las patentes y qué derechos se otorgaban. Esto cambió ese año con la creación de la OMC y la imposición global bajo su paraguas, del acuerdo fúnebre de Marrakech sobre los ADPIC.
Con esta normativa supranacional, las multinacionales farmacéuticas escapan al control de las leyes nacionales. Es la nueva versión, en el mundo globalizado, de lo que decía el Conde de Romanones a los diputados ¨Hagan ustedes las leyes y déjenme a mí los reglamentos¨. Hoy esos reglamentos se escriben de manera opaca por grupos de presión en organismos supranacionales alejados del control democrático. Y por eso cuando esos acuerdos producen sufrimiento y muerte no se modifican, porque allí no se escucha la voz de los ciudadanos, sólo la de los interesados en mantenerlos.
El acuerdo fúnebre de Marrakech sobre los ADPIC impuso en todo el mundo unos estándares mínimos para la protección de las patentes:
Establece que las patentes no pueden durar menos de 20 años, sin ninguna justificación lógica o económica para esta duración.
Establece qué derechos deben concederse a los titulares de patentes.
Crea una nueva forma de protección de los llamados datos de prueba para los productos farmacéuticos.
Es decir, establece un conjunto de normas inspiradas en algunos estándares de propiedad intelectual existentes en los países desarrollados, que ni son necesariamente adecuadas para los países en desarrollo (16), ni para la mayoría de los países desarrollados que ya tenían la normativa adaptada a sus necesidades.
Entonces ¿por qué lo firman? Porque para adherirse a la OMC deben firmar el Acuerdo sobre los ADPIC, uno de los tres pilares de la OMC (17) y si se quedan fuera de la OMC, en un mundo globalizado quedan en medio de un apartheid comercial. Y cuando lo firman, si lo incumplen, Estados Unidos aplica la Sección Especial 301 de su legislación comercial y sanciona al comercio con ese país (18) y Europa en un informe equivalente (19).
La inclusión de los productos farmacéuticos en el acuerdo sobre los ADPIC solo benefició a las multinacionales farmacéuticas que fueron quienes lo promovieron (5) y les faltó tiempo para empezar a actuar: la mayoría de los países incluidos en el Informe Especial 301 entre 1996 y 2000 fueron solicitados por Pharmaceutical Research and Manufacturers of America, lobby de las multinacionales farmacéuticas (18).
Y al abrigo de estas normas han creado un monopolio global con el que ejercen un control férreo: imponen los precios a los Estados (14), deciden donde y cuanto producen, eligen a quien venden sus medicamentos y a qué precio, discriminando el acceso de los ciudadanos a los medicamentos que necesitan y vulnerando los derechos humanos (15).
Antes del acuerdo fúnebre de Marrakech ese monopolio mundial era imposible de crear, las diferentes legislaciones nacionales lo impedían y daban fuerza a los Estados para poder negociar los precios de los medicamentos, que se relacionaban con sus costes de producción, investigación y desarrollo. Hoy son precios de monopolio, arbitrarios, puramente especulativos para maximizar los beneficios, precios que impiden el acceso a los medicamentos a millones de personas en todo el mundo, que lo pagan con más sufrimiento y muchos con su vida (14).
La jugada de las multinacionales farmacéuticas fue maestra e inhumana. Y no hay caso que lo ilustre mejor que lo sucedido con la insulina, hoy en el ojo del huracán incluso en los países más ricos: un estudio en EEUU encontró que uno de cada cuatro diabéticos raciona su insulina por razones financieras (20) y en todo el mundo según la OMS uno de cada dos diabéticos no puede acceder a la insulina que necesita (21).
La insulina: de patente humanitaria a máquina de ganar dinero
Sus descubridores, cuando en 1923 solicitaron la patente, declararon que su objetivo no era obtener ganancias “la insulina pertenece al mundo, no a mí” (22). Creían que cuando se publicasen los detalles del método de preparación, cualquiera sería libre de preparar el extracto, pero nadie podría asegurar un monopolio rentable y la vendieron por 1 dólar a la Universidad de Toronto para garantizar la disponibilidad rápida de su descubrimiento para el público.
Pero tras intentar fabricarla en el campus universitario, los investigadores se dieron cuenta de que carecían de la experiencia necesaria para producir suficiente medicamento para los mercados, por eso se asociaron con Eli Lilly en EEUU y otros muchos como Connaught Laboratories en Canadá, Squibb en EEUU, Nordisk, Novo, Hoechst, British Drugs Houses y Burroughs Wellcome en Europa y Commonwealth Serum Laboratories en Australia a quienes se permitió obtener patentes de cualquier mejora en el proceso de fabricación, para que llegase lo más rápidamente posible a todos los que la necesitasen. Incluso el prestigioso abogado que preparó la documentación de esas patentes lo hizo altruistamente (12). Por entonces la industria farmacéutica tenía alma sanitaria:
Eli Lilly había sido fundada unos años antes por un farmacéutico, tras morir su mujer de malaria. Al fundarla prometió “convertir en algo mejor la vida de las personas de todo el mundo”. (23)
Nordisk fue fundada en Dinamarca en 1923 por August y Marie Krogh, él Premio Nobel y ella médica y diabética, quienes en un viaje a Estados Unidos en 1922 conocieron el descubrimiento y obtuvieron los permisos para producirla. (24)
Hoechst, entonces una fábrica de tintes, quiso producirla en Alemania y puso al frente al científico lituano Oskar Minkowsky que había sido el primero en demostrar que el páncreas producía una sustancia cuya carencia era responsable de la diabetes. (25)
Hoy esas tres empresas (Hoechst fue absorbida por Aventis) controlan su mercado valorado en 105.000 millones de dólares, y han convertido su monopolio en una máquina de ganar dinero (figuras 1 y 2) cobrando cantidades exorbitantes por un medicamento, sin el cual las personas con diabetes tipo 1 no pueden vivir y desde 1996 han subido su precio más de un 1200% en EEUU (26), mientras uno de cada cuatro diabéticos allí no puede acceder a ella correctamente.
Figura 1: La máquina de ganar dinero de Eli Lilly y Novo Nordisk, a pleno rendimiento en EEUU
Figura 2: La máquina de ganar dinero de Sanofi con su matorral de patentes para ampliar su monopolio en EEUU
Fuente: (37)
Lo hacen prostituyendo el objetivo por el que se les entregó esa patente, prorrogando artificiosamente su duración mediante “matorrales de patentes” y cambios a veces menores en el proceso de fabricación, una práctica habitual de las multinacionales farmacéuticas conocida como “evergreening” (27) que usan impunemente para prolongarlas y subir los precios. Y por ambición de sus directivos, que con esas subidas consiguen desmesurados pluses con los que después algunos CEOs simulan practicar la caridad (figura 3). Y pueden hacerlo porque hoy las multinacionales farmacéuticas, gracias a los acuerdos fúnebres de Marrakech tienen más poder que los Estados.
Figura 3: Incentivos cobrados por sus directivos entre 2016 y 2020
Fuente: (37)
Pero la subida en EEUU no es un caso aislado. La tabla 1 muestra la subida del precio de la insulina basal en España desde 1990, expresado en coste/1000UI, el consumo mensual de un paciente medio.
TABLA 1: Variación del Coste/1000UI (€) de la Insulina Basal en España entre 1995 y 2022
Fuente: Elaboración Propia
En 1990 en España estaban comercializadas varias insulinas de diferentes laboratorios además de Lilly, NovoNordisk y Sanofi-Aventis. La última, de Berna, comercializada hasta 1995 es la que he utilizado para analizar el incremento del precio desde entonces: se comprueba que el precio de la insulina humana se ha incrementado un 859% y el de los análogos de insulina entre un 1271% y un 2017%, un incremento incluso mayor que el denunciado en EEUU (26).
Pero estos incrementos nada tienen que ver con sus costes de producción. Como muestra la Tabla 3, hasta 1995 en España el precio de la insulina NPH se relacionaba razonablemente con sus costes de producción más un beneficio del 20%. La entrada en vigor de los acuerdos fúnebres de los ADPIC y el monopolio creado por esas 3 empresas les han permitido dispararlos impunemente desde entonces y hoy nos exigen un precio que supera en un 500% su coste de producción.
Tabla 3: Costes de producción de las insulinas (28). Precios finales estimados con un margen de beneficio del 20% y precios reales en España (€)
Fuente: (28) y Elaboración Propia. *Estimando 40 UI/paciente y día. **Actualizado por IPC
Análogos de insulina: La gallina de los huevos de oro
Las insulinas del cerdo y bovina, ampliamente utilizadas hasta principios de los 80, según la terminología actual también son análogos de insulina: la insulina humana y la del cerdo sólo se diferencian en un aminoácido y la bovina en tres. Pero como ni la del cerdo ni la bovina son patentables aunque las produzcan por ingeniería genética, las reinventan para prolongar sus patentes creando otros análogos (Tabla 2) y no importa que los estudios no demuestren que sean mejores ni más seguros que la humana, nos los venden 20 veces más caros.
Tabla 2: Modificaciones de la estructura (en rojo) de la insulina humana en sus análogos
Thr: Treonina. Ile: Isoleucina. Asn: Asparragina. Pro: Prolina. Lis: Lisina. Ala: Alanina. Val: Valina. Asp: Ac. Aspártico. Gln: Glutamina. Gli: Glicina. Arg: Arginina. R13-COOH: Ac. Mirístico. R15-COOH: Ac. Palmítico
Fuente: Elaboración propia
Como la insulina tiene 51 aminoácidos y cada uno podría ser sustituido por cualquiera de los 20 aminoácidos proteinogénicos que existen, como han hecho con la Aspart imitando al cerdo, o permutarlos de dos en dos como han hecho con la Lispro, o sustituir un aminoácido terminal por un ácido graso saturado, como han hecho con la detemir y degludec, las posibilidades de esta gallina de los huevos de oro para crear análogos son casi ilimitadas. Poco parece importar si aportan poco o nada o si son más mutagénicos, casi todo vale en el altar de las patentes para mantener el monopolio y multiplicar los precios. Imitan al cerdo y lo llaman innovación.
Parasitan la ciencia
En la historia científica de la Insulina hay nada menos que 6 Premios Nobel galardonados: en 1923 Frederick Banting y John Macleod por su descubrimiento, en 1958 Frederick Sanger que descubrió su secuencia de aminoácidos, en 1964 Dorothy Hodgkin por descubrir su estructura terciaria (tridimensional), en 1974 Christian de Duve que descubrió su mecanismo de acción y en 1980 de nuevo Frederick Sanger fue galardonado con su segundo Premio Nobel por secuenciar el primer genoma completo de un organismo, un virus, que sentó las bases de la secuenciación genética y sin cuyo descubrimiento no existirían los análogos de insulina. (29,30,31,32,33)
Y con ellos una miríada de investigadores y clínicos que en muy pocos años consiguieron resultados que ya apuntaban al milagro que es hoy: en 1927 la mortalidad había caído del 38% al 5%, en 1933 se descubrió que añadiendo zinc cristaliza formando hexámeros y desde entonces todas excepto la glulisina lo llevan; y en 1935 se descubrió que añadir protamina prolongaba su efecto, usándose desde entonces. (34,35)
Pero ahora los mercaderes que la fabrican, que apenas aportan nada a la ciencia, que se limitan a aprovecharse de ella y a especular en régimen de monopolio dejando sufrir y morir a las personas que no pueden pagar (19), blanden sus patentes que parasitan la ciencia y dicen que son necesarias para poder seguir investigando. Pero mienten y hasta el presidente del Comité de Finanzas del Senado de EEUU lo sabe y afirma que “El precio de los medicamentos debería recompensar la innovación científica, no el juego del sistema de patentes” (36), que una investigación efectuada por el Congreso desenmascara (37), revelando que en el periodo 2016-2020 las multinacionales farmacéuticas gastaron más en recompras de acciones y dividendos que en investigación y desarrollo. Y lo más ruin, que “dedicaron una parte significativa de sus gastos de I+D a la investigación para ampliar los monopolios de mercado, apoyar las estrategias de marketing y suprimir la competencia”. ¿Se puede ser más hipócrita?
El ciclo de vida de este parásito, inicialmente de 20 años, no ha dejado de incrementarse y hoy la longevidad de la patente de la insulina ya ha superado a la esperanza de vida del ser humano. El próximo año cumplirá cien años desde que nació como patente humanitaria y hoy, convertida en el monopolio que su descubridor quería evitar, sigue más fuerte que nunca gracias a pequeñas mutaciones con las que las multinacionales farmacéuticas que controlan el monopolio, la rejuvenecen para encarecerla, practicando “evergreening” mientras los reguladores miran para otro lado.
Por eso hoy, cuando una investigación científica apunta a un resultado clínico importante, aparece una multinacional farmacéutica que la compra a cualquier precio, finaliza el desarrollo clínico del medicamento, lo patenta, especula con él pidiendo un precio que sólo una parte de la humanidad podrá pagar, condenando al resto (6), y cierra con siete llaves los datos de la investigación para que nadie más pueda hacer uso de ella. Porque los tiburones financieros que dirigen las multinacionales farmacéuticas y su cohorte de asesores legales y económicos, donde los demás vemos vidas humanas sólo ven dinero. Y lo llaman ciencia.
Cuando en 1972 Pablo Guerrero compuso “A cántaros”, ya nos alertaba a modo de premonición que “ellos planearán vender la vida y la muerte y la paz”, y tan solo 23 años después lo consiguieron. Con los acuerdos fúnebres de Marrakech ya nos venden la vida “en cómodos plazos de felicidad”, a los que puedan pagarlos, pero para los demás han creado un nuevo holocausto, una nueva forma de esclavitud y sufrimiento que es necesario abolir.
De aquellos barros estos lodos y por eso “Tiene que llover, tiene que llover, tiene que llover. Tiene que llover a cántaros”. (38)
Porque las patentes en los medicamentos no son ciencia, son especulación y muerte. Son sólo un derecho inhumano.
Bibliografía
Autores: Plataforma Galega de Afectad@s pola Hepatite C, Enrique Costas Bastero y Jon Gómez Garmendia.
Revista nº 13 verano 2022
Plataforma Galega de Afectad@s pola Hepatite C
Nota de prensa
La Asamblea decidió donar los fondos de la Plataforma a la Asociación de Niñas y Niños Diabéticos de Galicia y a la Federación Gallega de Enfermedades Raras.
Una asamblea extraordinaria celebrada en la Casa de Cultura do Milladoiro, a la que asistieron casi medio centenar de socios, acordó ratificar la propuesta realizada por la Junta Directiva de poner fin a la vida de esta asociación que nació en diciembre de 2014 para reunir a los enfermos de hepatitis C en la lucha por el acceso a antivirales directos de última generación.
La presencia de sus integrantes en las calles y hospitales e instituciones ha ido exigiendo constantemente a las autoridades de salud el acceso a medicamentos que han demostrado tener más del 98% de efectividad en la curación de esta mortal infección crónica. Estas acciones reivindicativas tuvieron su momento de mayor tensión en los hechos ocurridos el 11 de febrero de 2015 en el Parlamento de Galicia cuando los diputados del Partido Popular anularon con sus votos una propuesta no de ley que instaba a los gobiernos de la Xunta y del estado a dispensar el medicamento a aquellos pacientes a los que les fue prescrito por los especialistas del sistema público. La reacción de la gente de la Plataforma que ocupaba la tribuna pública provocó su expulsión del hemiciclo del Hórreo.
Entre las reivindicaciones iniciales de esta plataforma estaba exigir que los procedimientos por los que se autorizaba o denegaba la dispensación de tratamientos fueran transparentes y, por tanto, que se hiciera pública la composición del subcomité médico del SERGAS que tomaba las decisiones para cada caso en el que había prescripción médica. Ante la negativa de la Xunta a hacer pública la lista de sus miembros, fue la Plataforma la que, en una rueda de prensa celebrada en Santiago de Compostela el 14 de febrero de 2015, desveló quiénes eran.
La constante presión ejercida por esta plataforma, junto a su organización hermana, el PLAFHC, radicada principalmente en Madrid, fue decisiva para la aprobación en abril de 2015 del Plan Estratégico Nacional para el Abordaje de la Hepatitis C, instrumento que abrió la puerta a que las personas con esta enfermedad accedieran a los medicamentos, disolviéndose las comisiones administrativas que hasta entonces constituían el mayor escollo. La Plataforma Gallega estuvo presente en la Comisión de Seguimiento de la Ejecución del Plan que se constituyó en el Ministerio de Sanidad y mantuvo su lucha para que los tratamientos, que inicialmente estaban reservados para las personas enfermas en situaciones clínicas más graves, pudieran prescribirse a todas las personas infectadas, independientemente de su grado clínico, lo que se conseguiría con la reforma del Plan en junio de 2017.
La Plataforma también protagonizó una campaña para exigir que los medicamentos llegasen a las cárceles. Tras entrevistarse con personas reclusas, algunos en estado grave, internados en varios centros penitenciarios gallegos, los miembros de la Plataforma trasladaron la situación a los distintos grupos parlamentarios del Congreso de los Diputados, así como a la Fiscalía Superior de Galicia que abrió diligencias informativas al respecto. Finalmente, los nuevos fármacos también llegaron en condiciones de equidad a esta población.
A su vez, también fue importante el papel que desempeñó la Plataforma en la denuncia pública de muertes por hepatitis C en ausencia de tratamiento, que en muchos casos eran prevenibles. Esta función de denuncia activa se materializó con su incorporación como parte acusadora en el proceso abierto en un juzgado de Santiago contra el entonces Director General de Asistencia Sanitaria del SERGAS, Félix Rubial, y la Subdirectora General de Farmacia, Carolina González-Criado, tras la denuncia interpuesta ante el juzgado por la Fiscalía por las muertes puestas en su conocimiento por la asociación de profesionales sanitarios de Batas Blancas.
Durante la Asamblea de disolución, la Presidenta de la Asociación, Elena Rivas, resumió los motivos de su disolución: “Esta plataforma nació para que las personas enfermas pudieran ser atendidas y curadas. Costó mucho trabajo y esfuerzo por parte de la gente que, en muchos casos, teníamos pocas fuerzas por cómo nos había minado la enfermedad. Sin embargo, esta lucha ha valido la pena y los esfuerzos que hemos realizado juntos han ayudado a garantizar que hoy cualquier persona con hepatitis C reciba tratamiento, independientemente de su condición. Por lo tanto, podemos decir con orgullo que todas nuestras metas como asociación se han conseguido”.
Por su parte, el expresidente y vocal de la Plataforma, Quique Costas, afirmó que “hemos llegado al final de un viaje apasionante. Un camino en el que tuvimos que luchar contra tempestades, en el que nuestra fuerza estuvo en el apoyo mutuo y la solidaridad que recibimos por la mayoría de la sociedad. Hoy cerramos el día con la satisfacción de saber que nuestra lucha ha servido para salvar, literalmente, miles de vidas. Pero también con el dolor del recuerdo de los que quedaron en el camino. Nuestra victoria no nos hará olvidar el dolor que se nos infligió, ni los muros de indiferencia, desprecio y falta de empatía que tuvimos que derribar”.
Donaciones
La Asamblea también acordó, de conformidad con lo previsto en los estatutos de la asociación en caso de disolución de la misma, hacer una donación de los fondos existentes a organizaciones afines con los de la propia Plataforma. Después de discutir diferentes opciones, se acordó por unanimidad distribuir estos fondos entre dos asociaciones de pacientes.
Se trata de la Asociación de Niñas y Niños Diabéticos de Galicia (ANEDIA), una entidad que da apoyo a familias con miembros que padecen Diabetes Tipo 1 y que lucha por un mayor apoyo de las instituciones públicas que ayuden a mejorar las condiciones de vida de estos pacientes, en su mayoría, pediátricos.
La otra asociación a la que se destinarán estos fondos es la Federación Gallega de Enfermedades Raras (FEGEREC) para apoyar su labor de sensibilización sobre la necesidad de investigar en enfermedades raras y sus programas de apoyo a las personas y familias que las padecen.
Cada una de las asociaciones, una vez liquidadas las cuentas de la Plataforma, recibirá una donación de una cantidad algo superior a los 2.500 euros.
Enrique Costas Bastero
Expresidente de la Plataforma Galega de Afectad@s pola Hepatite C.
El pasado día 21 de mayo se producía un hecho insólito: una organización de pacientes decidía autodisolverse «por haber alcanzado los objetivos para los que fue creada». Después de más de siete años de activismo, la Plataforma Galega de Afectadas y Afectados pola Hepatite C deja de existir al decidir no convertirse en una organización de pacientes «al uso».
El 19 de diciembre de 2014 se reúnen en un hotel de Vigo un grupo de pacientes con hepatitis C crónica que habían ido contactando entre sí desde la primavera y deciden constituirse en Plataforma Galega de Afectados. Previamente, el 22 de noviembre se había constituido en Madrid la Plataforma de Afectados por la Hepatitis C (PLAFHC).
Ambas organizaciones, una en el ámbito gallego y la otra, aunque con desigual implantación, en la mayoría de los demás territorios del Estado, articulan un movimiento con características muy diferentes a las asociaciones de pacientes preexistentes. Hasta ahí prácticamente la única asociación de pacientes por VHC que existe en el panorama estatal, constituida al modo clásico (esto es, combinando la reivindicación de cuestiones concretas con fórmulas para-asistenciales), aparte de las muy específicas asociaciones de trasplantados hepáticos. Y esa diferencia radica en que centran todo su enfoque en una cuestión novedosa en España y en el ámbito de los países europeos occidentales: el acceso a los tratamientos. Se trata por tanto de una lucha de enfoque político en el sentido de que lo que pretenden es forzar una decisión que constituye un cambio de rumbo en las políticas sanitarias.
Para entender el contexto sería preciso hacer un breve resumen de la situación en aquel momento. La mayoría de los pacientes diagnosticados de infección por el Virus de la Hepatitis C (VHC) crónica llevábamos años, cuando no décadas, en seguimiento semestral o anual (dependiendo del grado de la enfermedad hepática) en las unidades especializadas correspondientes de los sistemas de salud.
Hasta entonces, los únicos tratamientos disponibles eran en base a combinaciones de Interferón Pegilado y Ribavirina. Unos fármacos de alta toxicidad que producían tremendos efectos secundarios durante cursos de tratamiento muy largos, de 24 a 48 semanas, según los casos. Cada tratamiento con Interferón, de administración semanal, significaba para la mayoría de quienes se sometían a ellos pasar cada semana entre dos y cuatro días con síntomas similares a los de una gripe fuerte (febrícula, dolores articulares y musculares, cansancio, malestar general…). Otros efectos secundarios de ocurrencia frecuente eran fuertes picores, náuseas, irritabilidad y depresión. Como consecuencia, en muchos casos el tratamiento tenía que ser suspendido debido a la intolerancia del paciente. Por tanto, estos tratamientos tenían un fuerte impacto, no solo sobre la condición de las personas que se sometían a ellos, sino también en su entorno familiar y su capacidad laboral. En los casos en que el curso del tratamiento se completaba, la efectividad (lo que se denomina Respuesta Viral Sostenida, en siglas RVS) variaba entre un 41% y un 60%, dependiendo de cuál de los 4 genotipos de virus fuera el causante de la infección y del estadio de evolución de la enfermedad (1).
A partir de 2013, en nuestras visitas a los especialistas en hepatología, comenzamos a recibir información de los médicos que nos atendían de que estaba a punto de salir un nuevo fármaco que en las fases de ensayo clínico estaba demostrando, en asociación con otros tratamientos anteriores, una alta tasa de éxito en la curación de la hepatitis C. Además, afirmaban que este último carecía de efectos secundarios notables. Un rayo de esperanza comienza a filtrarse en el oscuro panorama con que divisábamos nuestro futuro.
En este instante, el nuevo fármaco, un principio activo denominado Sofosbuvir, es comercializado por la farmacéutica norteamericana Gilead Sciences bajo un nombre que se había de convertir en santo y seña de todo el movimiento que surgiría después: el Sovaldi. Este fármaco, de administración oral para tratamientos en combinación con los otros fármacos preexistentes, es aprobado para su uso terapéutico por la FDA (Food and Drug Administration) en diciembre de 2013. Esto supuso el paso definitivo para que llegara ya a aquellos enfermos que llevamos tanto tiempo (más de tres décadas en algún caso) a la espera de poder tener una nueva oportunidad de despejar nuestro futuro en relación con la hepatitis C.
Pero aún era necesario un nuevo paso legal, que habitualmente se produce de modo casi automático después de superada la aprobación por la FDA: que reciba luz verde de la EMA (Agencia Europea del Medicamento) para que su uso médico sea legal en Europa. Este trámite se completa a mediados de enero de 2014. Hay que añadir que la aprobación de la agencia europea incluye, en diferentes combinaciones con otros fármacos y con diferentes duraciones de tratamiento, su indicación para los cuatro genotipos (variantes primarias) del VHC. Se trata, por tanto, de una esperanza universal desde el punto de vista de las personas afectadas. Tras lo dicho, todas las miradas de aquellos pacientes que permanecíamos en esa situación de espera se vuelven hacia el Ministerio de Sanidad. Lo que es necesario ahora es que este decida la incorporación del Sovaldi al catálogo de medicamentos que pueden ser prescritos dentro del Sistema Nacional de Salud (SNS).
El rayo de luz que se había abierto paso en nuestras esperanzas se ve pronto ensombrecido por una densa nube que se interpone cuando se revela que el coste inicial de la especialidad farmacéutica que comercializa Gilead se fija en 80.000 dólares, más de 65.000 euros, por cada tratamiento. Son tiempos de recortes, fervorosamente aplicados por el gobierno español del Partido Popular, por lo que todo hace presagiar que surgirán dificultades para acceder a este medio de curación. La intranquilidad comienza a instalarse, desplazando de lugar la alegre esperanza.
Así pues, era previsible que el acceso a ese ansiado tratamiento no sería ni mucho menos inmediato. Recordemos que eran tiempos de recortes en el gasto público, de políticas de austeridad impuestas desde la Unión Europea después de los años de crisis financiera. Y la consciencia de esa coyuntura hizo que muchas de las personas afectadas comenzasen a madurar la idea de que sería necesario organizarse para presentar batalla.
La misma esperanza e inquietud a un tiempo se han instalado también entre los especialistas en enfermedades hepáticas. En febrero de 2014, la Asociación Española para el Estudio del Hígado (AEEH) emite un comunicado en el que se afirma:
«Ahora nos encontramos ante una nueva situación, ya que la Agencia Europea del Medicamento (EMA) acaba de aprobar un nuevo fármaco, sofosbuvir, (…) que, mediante su combinación con otros fármacos que se encuentran aún en proceso de aprobación, como simeprevir y daclatasvir, se va a poder disponer, por primera vez, de un tratamiento oral que permita curar la hepatitis C sin la administración de la inyección de interferón. Mediante este nuevo tratamiento, vamos a conseguir unas tasas de curación de cerca del 90%, cuando antes nos encontrábamos en el 70% y, lo más importante, lo vamos a conseguir en periodos más cortos, sin casi efectos secundarios, y va a poder ser aplicado a un porcentaje mayor de pacientes infectados, con lo que vamos a ganar en aplicabilidad del tratamiento, en comodidad en cuanto a duración y efectos secundarios, así como en eficacia»(2).
Para, a continuación, reclamar una «Estrategia Nacional» ya que
«[…] son medicamentos que salvarán a un gran número de pacientes con enfermedades graves y queremos que el gobierno se dé cuenta de que realizar estos tratamientos es una inversión y no un gasto, evitando elevados costes posteriores en cáncer, cirrosis, trasplante, etc., que son infinitamente más caros que estos. Hay que tener en cuenta, también, que gracias a la aparición de estos fármacos, dentro de unos años vamos a ver un descenso en el gasto por enfermedad hepática»(2).
Sin embargo, ni la zozobra que cada vez más pacientes muestran ni las consideraciones que se hacen desde las sociedades científicas que reúnen a los médicos especialistas españoles parecen hacer mella en las posiciones del Ministerio. De momento, la administración del Sofosbuvir sigue siendo restringida al llamado «uso compasivo», al mantenerse la vigencia del «Programa de Acceso Mediante Uso Compasivo a los Nuevos Medicamentos para el Tratamiento de la Hepatitis C Crónica» del 3 de enero de 2014. Un programa que restringiría su aplicación a estos tres supuestos:
«1) En lista de espera para trasplante hepático (documentada) y requieren tratamiento para prevenir la reinfección del injerto con el virus de la hepatitis C.
2) Trasplantados y que presentan una recurrencia agresiva de la infección que resulta en empeoramiento progresivo de la enfermedad hepática y presentan alto riesgo de descompensación o muerte dentro de los 12 meses siguientes si no reciben tratamiento.
3) Cirróticos (incluidos también aquellos trasplantados hepáticos) con riesgo inminente de descompensación hepática o muerte dentro de los 12 meses siguientes» (3).
Es decir, aparte de los pacientes en lista de espera de trasplante, solo aquellos en los que se acredite una situación que comprometa su vida en menos de 12 meses pueden ser tratados. Desde el punto de vista de los pacientes, esto equivale a decirnos que nuestra única alternativa es continuar con nuestro proceso de deterioro, ya que solo seremos tratados cuando nuestra situación sea de extrema gravedad.
Los meses van pasando sin que se produzcan más novedades. Las quejas y testimonios de los pacientes van apareciendo cada vez más en los medios de comunicación. En declaraciones al diario El País publicadas el 7 de julio de 2014, el hepatólogo José Luis Calleja, secretario de la AEEH calcula que, «si se hace una lectura laxa de los criterios inicialmente fijados, hablaríamos de 30.000 pacientes en España. Siendo mucho más estrictos, no serían más de 3.000. En esos casos sí hay auténtica urgencia, insiste. Cada gran hospital español ha solicitado decenas de estos tratamientos por vía precoz. En la gran mayoría de los casos, la respuesta es que se siguen evaluando» (4).
En el mismo artículo se recogen las declaraciones de un portavoz del Ministerio de Sanidad: «Esperamos llegar a un acuerdo en las próximas semanas». Asegura no dar más datos para no perjudicar a la negociación. Pero sí que ofrece la cifra de pacientes que han sido tratados por la vía previa a la comercialización: 150. El dato demuestra lo que denuncian pacientes y médicos: hay millares de pacientes muy graves, o en riesgo de estarlo pronto, que no están accediendo a un fármaco que cura. En estas circunstancias, «para acceder a este tratamiento son necesarias la aprobación de la Agencia Española del Medicamento y la del laboratorio. Se importa como medicamento extranjero. Pero no es el Ministerio de Sanidad el que paga, sino las comunidades autónomas o las mutuas», añade el artículo (4).
Al respecto, el único avance significativo en la incorporación de las nuevas estrategias al SNS para curar la hepatitis C se produce pasados 8 meses desde que la EMA aprobó el uso del Sovaldi. Es el 1 de agosto, cuando se incorpora el segundo principio activo que ha pasado los filtros de la FDA norteamericana y de la EMA en la Unión Europea: el Simeprevir, el primer antiviral de acción directa contra el VHC que se incorpora al sistema español de financiación pública. Un fármaco usado en muchos casos en combinación con el Sofosbuvir. Sin embargo, continúan sin producirse novedades en relación con la incorporación del Sovaldi, que se ha convertido ya en estandarte de la esperanza y la reivindicación de médicos y pacientes.
No será hasta el 1 de octubre de ese 2014 que el Ministerio de Sanidad anuncie: «La Comisión Interministerial de Precios de los Medicamentos, dependiente del Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, ha dado hoy su visto bueno a la financiación del medicamento Sovaldi, fabricado por la empresa Gilead, para el tratamiento de determinados grupos de pacientes afectados por la infección por el virus de la hepatitis C» (5). En la misma nota se explica que el techo de gasto para el primer año de dispensación en el sistema queda fijado en 125 millones de euros, lo que implica que su uso será restringido para poder garantizar que esa cifra no se viera superada. Aún después de esta nota, la incorporación efectiva al catálogo de medicamentos dispensables en el sistema público no se produce hasta el inicio del mes de diciembre.
La dispensación de los nuevos fármacos corresponde a las Comunidades Autónomas a través de sus respectivos sistemas de salud. Por ello se crean en cada una de ellas comités formados por directivos, médicos y farmacéuticos, cuya misión consiste en velar que su administración solo se produzca en los casos en que se cumplen los restrictivos criterios fijados por el Ministerio. La composición de estas comisiones es, en muchos casos, secreta. Se trata, como ya venía siendo norma en todo el proceso para la incorporación de estos medicamentos, de continuar manejando el asunto con absoluta falta de transparencia. Así, los médicos especialistas comienzan a prescribir para aquellos pacientes en situaciones más graves que, a su juicio, reúnen los requisitos objetivos fijados los nuevos antivirales de acción directa (AAD). Esas prescripciones pasan a la correspondiente comisión autonómica para su aprobación. No obstante, en muchos casos, la respuesta que debe autorizarlo no llega o es negativa. El papel de auténticos órganos del poder político que cumplen estos comités, en la mayoría de las comunidades, con la función de evitar que el gasto se dispare sobrepasando los límites fijados en las negociaciones llevadas a cabo por Sanidad, se hace cada vez más evidente.
Es en el contexto hasta aquí descrito que algunos pacientes, ya en la primavera de 2014 y de forma aislada en diferentes partes del Estado, comenzamos a buscar el modo de ejercer presión política, conscientes de que una resolución favorable a nuestro único interés (la posibilidad de curarnos) solo será posible si conseguimos doblegar la determinación gubernamental de restringir en general el gasto, incluido el sanitario. No obstante, nos encontramos con una primera dificultad: no habrá presión si no nos organizamos y esto es sumamente difícil al tratarse de un colectivo oculto socialmente. Las personas infectadas por VHC no proclamamos, como otros colectivos de pacientes, nuestra condición. Como ya hemos explicado, más bien tendemos a la ocultación de la enfermedad. Por tanto, ni siquiera nos conocemos entre nosotros.
El día 26 de noviembre se produce la dimisión de Ana Mato como ministra de Sanidad a causa de su implicación en la llamada «trama Gürtel», un escándalo de corrupción política y económica que afecta profundamente al Partido Popular. Es substituida por Alfonso Alonso, que enseguida hace declaraciones diciendo que hará «lo posible» para que los ansiados tratamientos lleguen «al mayor número de afectados». La PLAFHC se encarga de recordarle la impaciencia del colectivo organizando una demostración de fuerza al rodear con una cadena humana la sede del Ministerio en el Paseo del Prado el día 27 de diciembre. El relevo al frente del Ministerio tuvo un efecto significativo: frente a la completa cerrazón y enrocamiento mostrados por la ministra dimisionaria, Alonso parecía empeñado en transmitir una imagen más dialogante y comprensiva.
La Plataforma Galega comienza inmediatamente un trabajo que intenta dar a conocer entre los pacientes afectados, y a la sociedad en general, tanto su existencia como la problemática que se trata de resolver mediante los repartos de hojas informativas a las puertas de los hospitales. Esto propicia que cada vez más afectados se acerquen y se sumen, como estaba ocurriendo al mismo tiempo con el encierro que se llevaba a cabo en Madrid. En Galicia, la primera movilización pública se produce en la Praza do Obradoiro de Santiago de Compostela el día 4 de enero de 2015. Se trata de recibir una carta dirigida a los Reyes Magos, que siendo llevada desde Vigo en una carrera por relevos de atletas solidarios, en ella se denunciaba la actitud del gobierno y se les pide solución. En la concentración participan más de medio millar de personas, entre ellas los miembros de la recién constituida Plataforma, parlamentarios de distintas formaciones políticas de izquierda y ciudadanos y ciudadanas que simplemente muestran su solidaridad.
Desde el encierro en el Hospital 12 de Octubre se convoca, a su vez, una marcha a La Moncloa para hacer llegar al Presidente del Gobierno las exigencias del colectivo. Miles de personas forman una marea roja (las camisetas que identifican al colectivo son de ese color) que avanza desde Legazpi hasta el Palacio de La Moncloa y en la que participan, entre otros, dirigentes del PSOE, Podemos, Izquierda Unida y UPyD. El entonces presidente de la PLAFHC, Mario Cortés, y vicepresidente, Damián Caballero, consiguen ser admitidos en el complejo de Presidencia y, ante la ausencia del presidente, hacen entrega del escrito que contiene las reivindicaciones del colectivo a dos miembros de su gabinete. Esta movilización es replicada con concentraciones a las puertas de hospitales o edificios públicos en ciudades como Málaga, Girona, Córdoba, Bilbao, Valencia o Badajoz. Estas movilizaciones ciudadanas marcan el punto de inflexión al poner en evidencia que la lucha ya no es apenas de un colectivo, sino que se trata de un problema y una reivindicación socialmente asumidas, con amplio apoyo ciudadano, que ya se ha instalado en el debate político y social. Porque lo que inicialmente era la lucha de un grupo de personas enfermas por acceder a un determinado fármaco se ha ido abriendo paso, de forma más o menos consciente, como una cuestión transversal de mayor dimensión: ¿cuál es el valor que la sociedad está dispuesta a adjudicar a una vida humana? O, expresado en términos más políticos y abstractos: la cuestión del derecho de acceso a los medicamentos y sus limitaciones.
La lucha de los pacientes ya se ha convertido en noticia frecuente en los medios de comunicación, así como en tema fijo de debate en las tertulias radiofónicas y televisivas . Las interpelaciones y debates en los parlamentos, tanto estatal como autonómicos, se suceden siempre con la oposición del Partido Popular a que se adopten decisiones en la dirección de facilitar el acceso a los fármacos. Al respecto, tuvo una gran repercusión el que se produce en febrero de 2015 en el Parlamento de Galicia. Se trata de someter a debate y aprobación una Proposición No de Ley presentada por la Plataforma Galega de Afectados a través de los cuatro grupos de oposición en la Cámara (PsdG-PSOE, BNG, AGE y Mixto) pidiendo que se inste al Gobierno español a facilitar el fármaco a los pacientes a los que les sea prescrito, sin más trámite que esa prescripción facultativa. El debate es seguido por miembros de la Plataforma concentrados en el exterior del Parlamento y otro grupo que fue invitado a la tribuna de la cámara. En el momento de la votación, la iniciativa es rechazada con el voto del PP (mayoritario en la cámara), a excepción del presidente de la Xunta, Núñez Feijoo, que se ausenta en el momento de producirse la misma.
Ese mismo día, la hepatitis C se había cobrado en el Hospital de A Coruña la vida de una mujer, Isolina Sánchez, a la que se le comenzó a administrar el tratamiento seis meses después de prescrito, teniendo que serle retirado apenas a las dos semanas de iniciado, dado su deterioro definitivo. Su nombre retumbó en la cámara parlamentaria en forma de acusación inapelable. La indignación estalla en la tribuna, con los afectados increpando a los miembros de la mayoría, entre lágrimas, en muchos casos, lo que provoca su expulsión forzada del Parlamento. Estos hechos, recogidos por todos los medios estatales, producen un hondo impacto en la opinión pública (6). Evidencian de modo gráfico el choque entre unas personas que solo reclaman que no se ponga precio a sus vidas y una decisión política fría y determinada de anteponer consideraciones de política económica a valores socialmente universales como la justicia, la salud y, en último término, la piedad. Se trata, sin duda, de escenas que tienen un impacto definitivo.
A las puertas del Parlamento, el portavoz de la plataforma gallega afirma que la muerte de Isolina, como la de otras víctimas previas denunciadas por la asociación, no quedará impune. Añade que la votación de los diputados del PP que desencadenó los incidentes «traerá consecuencias» y da un plazo de 48 horas a la Consellería de Sanidade para hacer pública la composición de la Comisión que «decide sobre nuestras vidas». Cumplido ese plazo, el 14 de febrero de 2015, en conferencia de prensa, los miembros de la asociación hacen públicos los nombres de todos los miembros (dos altos cargos, un funcionario de la Consellería, dos farmacéuticos del Sistema Galego de Salud y cuatro médicos). Se trata de una apuesta por la transparencia que pretende, al mismo tiempo, impedir que las decisiones que están condicionando (incluso a aquellos pacientes a los que sus facultativos les han recetado los fármacos) puedan o no recibirlos y se sigan tomando en un clima de impunidad y oscurantismo.
Mientras tanto, por parte de la PLAFHC, asentada en Madrid, se continúa con los contactos pendientes en ejercer presión política. Todos los máximos dirigentes de los partidos de izquierda pasan por el encierro del Hospital 12 de Octubre. Las reuniones con los grupos parlamentarios se suceden con el compromiso de todos los grupos de oposición de llevar el debate al Congreso de los Diputados. También deciden llevar sus reivindicaciones al Parlamento Europeo con la exigencia de que se adopte un Plan Europeo para la Hepatitis C.
Pero la política de restricciones en la administración de los antivirales para la hepatitis C continúa aparentemente inamovible. El grado de organización conseguido por el colectivo de pacientes permite tener un conocimiento directo de cada vez más casos extremos a los que se les impide tratarse. Las propias plataformas median directamente con la autoridades sanitarias consiguiendo que algunos de estos casos se resuelvan a tiempo. Desgraciadamente, también van llegando en un goteo continuo los contactos de familias que han perdido a alguno de sus miembros, víctimas de la enfermedad, sin que hayan podido ser tratados.
La acción incesante de las plataformas de afectados, combinada con la cada vez mayor presión social y política y una menos intransigente postura del nuevo titular de la cartera de Sanidad, desemboca en un hecho que tendría una enorme trascendencia: el 20 de febrero de 2015 los representantes de la PLAFHC son convocados en el Ministerio de Sanidad para adelantarles las líneas básicas de lo que se denominará Plan Nacional para el Abordaje de la Hepatitis C en el Sistema Nacional de Salud (7). Dicho plan, en su redacción definitiva, sería aprobado en el Consejo Interterritorial de Sanidad celebrado el 27 de marzo para entrar en vigor el día 1 de abril de 2015.
La aprobación del Plan Estratégico, elaborado por un comité presidido por el Dr. Joan Rodés Teixidor, marca la primera gran victoria del movimiento de pacientes, una conquista irreversible. El documento fija cuatro líneas estratégicas que incluyen: la cuantificación del problema epidemiológico y la detección de pacientes ocultos; las estrategias de tratamiento usando los nuevos antivirales que se han ido incorporando; la coordinación de los medios disponibles y de los sistemas sanitarios de la Comunidades Autónomas; y las acciones en materia de prevención. Desde el punto de vista de la estricta lucha por el acceso a los medicamentos, el Plan, inicialmente pensado para ser aplicado en tres años, establece que se dispensarán a todos los pacientes en las fases de fibrosis moderada (F2), severa (F3) y cirrótica (F4), incluidos todos los que se encuentran en lista de espera de trasplante así como a todos los trasplantados, independientemente de cuál sea su condición hepática.
A su vez, este plan es extendido por la administración en el sistema público a pacientes en fases iniciales (F0 y F1) en los que concurran otras patologías (como la coinfección por VIH), o que se encuentran en situaciones de especial exposición (personal de los cuerpos de seguridad, personal sanitario…), así como a las mujeres en edad fértil con deseo de procrear. Asimismo, se establece la abolición de las comisiones de tratamiento que ejercían como filtro, consiguiéndose de este modo dar cumplimiento a una de nuestras reivindicaciones básicas: que los tratamientos lleguen sin más trámite a aquellas personas para las que los facultativos del sistema público consideran que es necesario.
En algunas comunidades se establecieron comisiones de seguimiento de la aplicación del Plan. Comisiones a través de las que las organizaciones de pacientes recibían información sobre los avances en la dispensación de los tratamientos, incluyendo el número de tratados con los distintos fármacos y sus resultados terapéuticos. La aplicación a gran escala de los nuevos AAD (a estas alturas su número ya superaba la media docena de fármacos) puso de manifiesto su asombrosa eficacia: más del 95% del total de pacientes tratados se curaban definitivamente de su infección. Un dato que vino a ratificar la justicia en la lucha que se había llevado a cabo.
La presión mantenida, aún después de la puesta en marcha del Plan Estratégico, pronto daría nuevos frutos. El 27 de enero de 2017, las diferentes asociaciones de pacientes implicadas, las sociedades médicas y las Comunidades Autónomas son convocadas en el Ministerio de Sanidad para hacer balance del estado de desarrollo y aplicación del Plan. En esa reunión se presenta la reforma del Plan que elimina las restricciones para la prescripción a pacientes en fases F0 y F1. Reforma que significa que la reivindicación central de las Plataformas de Afectados es ya, finalmente, una realidad. Esta ampliación del Plan incluyendo a todas las y los pacientes, así como la extensión del mismo hasta el año 2020, es aprobada por el Consejo Interterritorial de Sanidad el 21 de junio de 2017. De esta manera, atrás quedaba año y medio de lucha sostenida y organizada de un colectivo de mujeres y hombres que hicieron que su grito de angustia, su lucha por el derecho a vivir y curarse fuese escuchado por toda la sociedad. Una lucha que permitió abrir un debate colectivo sobre hasta qué punto se puede tasar el valor de la vida y la salud, o sobre si es lícito que la Industria Farmacéutica, basándose en un sistema de patentes que parece manifiestamente injusto, puede ejercer chantaje sobre una sociedad con un producto farmacéutico esencial hasta el punto de poner en peligro la viabilidad financiera de los sistemas de salud.
Sin embargo, quedaba una bolsa muy importante de pacientes diagnosticados que no tenían acceso a los nuevos AAD: las personas recluidas en centros penitenciarios. Y ello a pesar de que se trata de la única población entre la que están diagnosticados el 100% de los casos por los controles sistemáticos a las que son sometidas todas las personas que ingresan en ellas. Se despreciaba, de este modo, lo establecido en el propio Plan Nacional que les consideraba población prioritaria, dadas las altísimas tasas de prevalencia en todas y cada una de las prisiones del Estado (8). Esto llevó a la Plataforma Galega a poner en marcha una campaña de denuncia y concienciación social sobre el problema, visitas a personas enfermas recluidas para recabar información del interior de los centros e, incluso, dar una charla sobre los nuevos antivirales a los hombres y mujeres recluidos en el Centro Penitenciario de Pereiro de Aguiar (Ourense).
Así, se intentó dar continuidad a esa actividad de información y asistencia dentro de las prisiones a través de un plan que fue rechazado por Instituciones Penitenciarias. A la vista de que se seguía impidiendo a la mayoría de los pacientes en situación de reclusión el acceso a los tratamientos, la Plataforma solicitó la intervención del Fiscal Superior de Galicia quien tras entrevistarse) con sus miembros, abrió diligencias informativas y reunió la Junta de Fiscales de Vigilancia Penitenciaria. Al mismo tiempo se mantuvieron reuniones con todos los grupos parlamentarios de oposición en el Congreso de los Diputados para solicitar que llevasen iniciativas para solucionar el grave problema de la población reclusa en relación con el tratamiento de la hepatitis C crónica. Todas esas iniciativas cristalizaron, finalmente, tras la suscripción de convenios entre Instituciones Penitenciarias y los sistemas de salud autonómicos, y las personas internas en centros penitenciarios pudieron acceder a los tratamientos con ADD en igualdad de condiciones a las del resto de la población.
En el terreno de las responsabilidades judiciales, en el caso de la Plataforma Galega, esta continúa adelante en el proceso penal que se sigue contra dos altos cargos del Servizo Galego de Saúde (el Director Xeral de Asistencia Sanitaria y la Subdirectora Xeral de Farmacia) por delitos de prevaricación administrativa y homicidio por imprudencia profesional grave por la muerte de 9 pacientes a los que no se les dispensaron los medicamentos prescritos por los facultativos que les atendían, o a los que esos tratamientos les llegaron fatídicamente tarde después de esperas de hasta 8 meses para que fuesen autorizados por la Subcomisión de Tratamiento de la hepatits C. La querella fue admitida por el juez titular del Juzgado de Instrucción n.º 3 de Santiago de Compostela el 4 de febrero de 2016. No obstante, tras numerosas diligencias, el proceso de instrucción se archivó, siendo ratificado por la Audiencia Provincial de A Coruña el 2 de diciembre de 2020.
Así pues, una vez alcanzado el objetivo expresado en el lema de la asociación («tratamiento para tod@s») y cerrado, definitivamente, el procedimiento judicial por posibles responsabilidades penales de los dirigentes del Servicio Gallego de Salud, el debate que se abrió en el seno de la Plataforma era si esta debía transformarse en una asociación de pacientes «al uso» o si, por el contrario, debía disolverse. La tesis ampliamente mayoritaria desde un principio era la de que la asociación se había constituido para desarrollar una lucha social por el acceso a los tratamientos de última generación con los antivirales para la hepatitis C (a diferencia de aquellas otras que basan su actividad en la ayuda a los pacientes y sus familias). Tras tener que posponer varias veces la convocatoria de la asamblea que tomase la decisión, a causa de la situación provocada por la pandemia de la COVID-19, el pasado 21 de mayo la asamblea extraordinaria acordó, por unanimidad, la disolución de la organización. Atrás quedaba una larga lucha, dolorosa muchas veces, llevada a cabo por personas que, en muchos casos, sobre todo en los momentos iniciales, estaban en una situación física muy delicada. Una lucha exitosa que demuestra que la movilización de los pacientes, cuando se basa en principios de justicia objetiva y se desarrolla con determinación puede conseguir lo que se propone (9).
Bibliografía
1.- Elizalde, I., Iñarrairaegui, M., Rodríguez Gutiérrez, C. y Zozaya, J. M. Tratamiento de la enfermedad crónica por el VHC. Anales del Sistema Sanitario de Navarra. 2004; 27(2), 81-90.
2.- Acta Sanitaria. Hepatólogos ven próxima la erradicación total del virus de la hepatitis C. actasanitaria.com. 19 de febrero de 2014. Disponible en: https://www.actasanitaria.com/industria-farmaceutica/hepatologos-ven-proxima-la-erradicacion-total-del-virus-de-la-hepatitis-c_1063897_102.html
3.- AEMPS. Programa de acceso mediante uso compasivo de los nuevos medicamentos para el tratamiento de la hepatitis C crónica. Madrid: Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios; 2014.
4.- Sevillano, E. G. y Prats, J. Cientos de pacientes graves exigen ya el fármaco que cura la hepatitis C. elpais.com. 4 de julio de 2014. Disponible en: https://elpais.com/sociedad/2014/07/04/actualidad/1404502916_381624.html
5.- Ministerio de Sanidad. La Comisión Interministerial de Precios de los Medicamentos aprueba la financiación del medicamento sofosbuvir para la hepatitis C. Nota de Prensa. sanidad.gob.es. 1 de octubre de 2014. Disponible en: https://www.sanidad.gob.es/va/gabinete/notasPrensa.do?id=3419
6.- La Sexta. Expulsan del Parlamento gallego a 30 enfermos de Hepatitis C que exigían el Sovaldi. lasexta.com. 11 de febrero de 2015. Disponible en: https://www.lasexta.com/noticias/sociedad/expulsan-parlamento-gallego-enfermos-hepatitis-que-exigian-sovaldi_2015021157255d1f6584a81fd883663b.html
7.- Ministerio de Sanidad. Plan estratégico para el abordaje de la Hepatitis C en el SNS. sanidad.gob.es. Disponible en: https://www.sanidad.gob.es/ciudadanos/enfLesiones/enfTransmisibles/hepatitisC/PlanEstrategicoHEPATITISC/home.htm
8.- Con Salud. ¿Qué CC.AA. tienen mayor prevalencia de hepatitis C entre la población reclusa? consalud.es. 23 de abril de 2018. Disponible en: https://www.consalud.es/pacientes/que-cc-aa-tienen-mayor-prevalencia-de-hepatitis-c-poblacion-reclusa_49666_102.html
9.- Para mayor profundización sobre el recorrido de la Plataforma véase: Costas Bastero, E. Cuando los pacientes cambiaron las políticas. En: Costas, E. y Torres X. M.ª (Coord.). Hepatitis C. La revolución de los pacientes. Paterna: Contestos Farmamundi; 2018. pp. 173-190.
Jon Gómez Garmendia
Criminólogo. Doctor en Derecho y Ciencia Política por la Universidad de Barcelona.
Durango, 23 de junio de 2022
El pasado 21 de mayo de 2022, en la Casa de Cultura de O Milladoiro (A Coruña), tuvo lugar la última asamblea de la Plataforma Galega de Afectad@s pola Hepatite C (PGAHC). Un día esperado por muchas y muchos que, tras la pandemia y sus consecuencias durante un prolongado tiempo, tenían ganas de volver a verse y abrazarse. Una fecha marcada en el calendario por estas personas que, pese al conocimiento de que la Plataforma se disolvería al término de la reunión, querían celebrar el fin de esta etapa en sus vidas.
En este breve escrito no profundizaré en las paradas que dicho viaje tuvo y ya han sido descritas muy bien en los dos anteriores textos. Mi propósito se centrará en describir lo que su lucha y sus experiencias han supuesto para mí y los aprendizajes que me llevo de esta familia a la que pude conocer desde finales de 2019 e inicios de 2020. Fechas que concuerdan con los primeros contactos que tuve con la PGAHC con la finalidad de analizar y estudiar su caso en la tesis doctoral que estaba realizando. Una tesis que, cabe decir, se defendió a inicios de este 2022 y llevó como título: La exclusión farmacéutica: un análisis criminológico sobre el caso de la hepatitis C en Galicia (texto al que se podrá acceder de manera abierta a partir del 13 de julio de 2022, como lo anunciamos en el apartado de Informes y Documentos de este número de la revista).
Al respecto, con la finalidad de presentar la exclusión farmacéutica (expresión que utilizamos para referirnos a la no garantía del Derecho al Acceso a Medicamentos Esenciales, el DAME) como un daño social o una violencia estructural, consideré que el caso de exclusión del Sovaldi entre 2013 y 2015 resultaba representativo. Por ello, apostando por una metodología cualitativa basada en las historias de vida y tras el visto bueno de la PGAHC, tuve el propósito de reflejar en la investigación las emociones, experiencias y sentimientos que este daño produjo en las personas afectadas. Así, con la pandemia de por medio, pude reunirme en 2020 con Xulia, Quique, Concha, Isa, Manuela, José Ramón, Eugenio, Julia, Agustín, Elena, Pepe, José Manuel, M.ª Fernanda, Jesús Ángel, Olga, Raúl, Rosa, Sole, Manoel y Eleuterio.
Unas personas que me compartieron experiencias desde aquellos momentos en los que les diagnosticó el virus, sus síntomas, la “barbaridad” del tratamiento con el interferón, la vivencia de algunas y algunos con la infección simultánea del VIH hasta varios casos de estigma. Historias a las que le siguieron la aparición del Sovaldi en 2013, un tratamiento con mayor efectividad al que no pudieron acceder y por el cual decidieron unirse y crear la Plataforma. Unión a través de la cual le siguieron distintas estrategias, debates internos, e incluso, un proceso judicial. Un viaje en el que, según sus palabras, aprendieron: el valor y la importancia de la movilización, que resultaba mejor que luchar solas y solos; que esa misma lucha hacía efectiva la garantía del DAME; o que no eran culpables de su situación y no tenían por qué estar escondiéndose.
En general, unas historias y etapas que como investigador, pese a conocer lo que sucedió, no me los esperaba como tampoco la forma con la que me trataron. Las charlas o el compartir con estas personas tuvieron un componente emocional muy profundo que, como joven de 25 años (en 2020), me marcaron desde entonces. Incluso algunas personas se mostraron reticentes cuando les presenté mi proyecto de investigación, ya que hablar conmigo implicaba recordar y revivir momentos del pasado. Sin embargo, me abrieron los brazos y me señalaron que colaborarían conmigo por mí, por la implicación que tenía en conocer sus vivencias.
Esto último supuso para mí un antes y un después en la relación que tenía con la PGAHC. Llevó a que sintiera mayor responsabilidad en mi tesis a la hora de transmitir adecuadamente su situación y fortaleció la idea que tengo sobre la manera de hacer criminología (como graduado en la materia que soy). Y es que, resulta necesario mirar más allá de las conductas ilícitas tipificadas (aquello que conocemos como “delito” o “crimen”) y cuestionar si hay o no otras injusticias y daños que afectan a muchas personas pero no se persiguen o investigan porque son estructurales, transnacionales e invisibles/banalizadas socialmente.
Dicho esto, la lucha de la PGAHC (como el resto de Plataformas territoriales) ha dejado en evidencia que, desgraciadamente, para que ciertos derechos (como el derecho a la salud o el DAME) se garanticen, la movilización social tiene que estar presente. Un hecho al que se le suma la importancia de los sentimientos, experiencias y emociones. Ese “sentir en la piel” que no notamos hasta que nos afecta personalmente. Por ello, y eso creo que lo hemos aprendido con la pandemia del covid-19 de una manera más general (pese a la situación actual del acceso a las vacunas y las decisiones políticas al respecto), debemos apelar que todas y todos podemos hacer algo para que estas injusticias no vuelvan a ocurrir. Una tarea que puede partir por el reconocimiento de nuestra interdependencia con las y los otros, sean de donde sean y va unida con la consideración de que nuestras vidas y la satisfacción de nuestras necesidades vitales siempre están en juego. Así, aunque nuestra vida sea repliegue, pase por meandros y de golpes en todos los recovecos (utilizando expresiones de Édouard Glissant), tenemos que ser conscientes que termina desembocando. Por esta razón, nuestro objetivo debería consistir en luchar para que este recorrido sea lo más llevadero posible en unas condiciones dignas que merezcan la pena ser vividas.
En este sentido, aunque existan daños o males que se quieran silenciar, debemos de pensar que con una gran probabilidad nos terminaran afectando. Por este motivo, debemos hacernos la idea, empleando las palabras de una reconocida gallega, Concepción Arenal, de que “los males no son, sino como se sienten”. Como resultado, para luchar frente a aquellas dinámicas estructurales que anteponen el lucro a la vida, tal y como hemos defendido en esta revista, resulta necesario que las sintamos ¡como si nos fuera la vida en ello!
¡Moitas grazas! ¡Muchas gracias! Eskerrik asko!