AUTOR: Jaime Manzano. Técnico de Incidencia e Investigación en la Fundación Salud por Derecho.
REVISTA Nº 16 NOVIEMBRE – DICIEMBRE 2022
La resistencia a antibióticos (RAN) es un grave problema de salud pública, responsable solo en 2019 de 4,95 millones de muertes asociadas, de las cuales 1,27 millones fueron muertes atribuibles a la resistencia bacteriana a antibióticos (1). El desafío de las RAN no es solo una emergencia de escala mundial significativa, sino que principalmente afecta a los países de renta baja y media (PRMB), en los cuales se tiene 1,5 veces más probabilidades de morir a causa de la RAN (1). De no encontrar soluciones al problema, las estimaciones apuntan a 10 millones de muertes anuales para el año 2050 (2). En el contexto europeo se ha evidenciado una tendencia creciente en infecciones de bacterias resistentes a antibióticos entre 2016 y 2020 (3), estimándose 35.000 muertes cada año por RAN en Europa.
La necesidad de realizar iniciativas coordinadas ante desafíos globales ha sido una lección crítica que la pandemia de COVID-19 nos ha mostrado (4). Para abordar esta creciente “pandemia silenciosa” de la RAN, considerada por la OMS como una de las amenazas más urgentes a nivel mundial (5), es necesario una combinación de estrategias mantenidas en el tiempo, entre las cuales el propio acceso a antibióticos innovadores supone un problema cada vez más alarmante.
Es reconocido ampliamente que la escala y complejidad de la RAN requiere una respuesta multisectorial, coordinada y global (6). De entre las muchas áreas relevantes para abordar este problema, la necesidad de nutrir la cadena de I+D de antibióticos innovadores para hacer frente a los patógenos prioritarios, ha recibido mucha atención (7). Los compuestos en fase clínica a nivel global, con solo 27 productos tradicionales dirigidos contra patógenos prioritarios, y pocos cumpliendo criterios de innovación, es considerada como insuficiente por la OMS para hacer frente al desafió de la RAN (8). Contar con antibióticos efectivos es un componente básico y necesario en la práctica clínica (9), pero se requiere que los esfuerzos sean realizados hacia las necesidades más apremiantes debido a la amenaza que presentan (identificadas en la lista de patógenos prioritarios de la OMS) y con las características y especificaciones mínimas necesarias (definidas por los perfiles objetivo de los productos de la OMS). Para esto se necesita una gobernanza global efectiva desde la I+D inicial basada en la evidencia y no dictaminada por los intereses de los financiadores, evitando que los recursos se centren principalmente en aquellas infecciones resistentes que afectan a los países ricos (como Clostridioides difficile) y se dejen más abandonadas aquellas que son más predominantes en el Sur global (como es el que caso de Shigella spp o Salmonella typhi). Esta gobernanza debe tener muy presente que, ante amenazas transfronterizas como la RAN, las necesidades son globales y el conocimiento detrás de soluciones innovadoras debe ser tratado como un bien público global.
La falta de soluciones eficaces contra las RAN aboca a la sociedad global a sufrir alarmantes costes a nivel de salud, desarrollo y económicos (10), creando dificultades para alcanzar los SDG (11). Garantizar el acceso a este nuevo arsenal terapéutico es necesario no solo para evitar la mortalidad debido a RAN, sino también porque la falta del mismo, por causas como los altos precios, así como barreras regulatorias o de los derechos de la propiedad intelectual (DPI), puede desembocar en un mal uso de las opciones ya existentes, contribuyendo así al desarrollo de RAN (12). Desde la introducción de los lipopéptidos en 1987, la cadena de innovación de antibióticos no ha vuelto a ser testigo de ninguna clase nueva de antibióticos. Mientras que la complejidad del proceso de I+D de los antibióticos explica en parte este fenómeno, el principal reto que distingue este vació del resto de áreas terapéuticas es la rentabilidad. Un nuevo antibiótico que sea