Autores: Plataforma Galega de Afectad@s pola Hepatite C, Enrique Costas Bastero y Jon Gómez Garmendia.
Revista nº 13 verano 2022
La Plataforma Gallega de Afectados por la Hepatitis C ha acordado su disolución una vez alcanzados los objetivos para los que fue creada
Plataforma Galega de Afectad@s pola Hepatite C
Nota de prensa
La Asamblea decidió donar los fondos de la Plataforma a la Asociación de Niñas y Niños Diabéticos de Galicia y a la Federación Gallega de Enfermedades Raras.
Una asamblea extraordinaria celebrada en la Casa de Cultura do Milladoiro, a la que asistieron casi medio centenar de socios, acordó ratificar la propuesta realizada por la Junta Directiva de poner fin a la vida de esta asociación que nació en diciembre de 2014 para reunir a los enfermos de hepatitis C en la lucha por el acceso a antivirales directos de última generación.
La presencia de sus integrantes en las calles y hospitales e instituciones ha ido exigiendo constantemente a las autoridades de salud el acceso a medicamentos que han demostrado tener más del 98% de efectividad en la curación de esta mortal infección crónica. Estas acciones reivindicativas tuvieron su momento de mayor tensión en los hechos ocurridos el 11 de febrero de 2015 en el Parlamento de Galicia cuando los diputados del Partido Popular anularon con sus votos una propuesta no de ley que instaba a los gobiernos de la Xunta y del estado a dispensar el medicamento a aquellos pacientes a los que les fue prescrito por los especialistas del sistema público. La reacción de la gente de la Plataforma que ocupaba la tribuna pública provocó su expulsión del hemiciclo del Hórreo.
Entre las reivindicaciones iniciales de esta plataforma estaba exigir que los procedimientos por los que se autorizaba o denegaba la dispensación de tratamientos fueran transparentes y, por tanto, que se hiciera pública la composición del subcomité médico del SERGAS que tomaba las decisiones para cada caso en el que había prescripción médica. Ante la negativa de la Xunta a hacer pública la lista de sus miembros, fue la Plataforma la que, en una rueda de prensa celebrada en Santiago de Compostela el 14 de febrero de 2015, desveló quiénes eran.
La constante presión ejercida por esta plataforma, junto a su organización hermana, el PLAFHC, radicada principalmente en Madrid, fue decisiva para la aprobación en abril de 2015 del Plan Estratégico Nacional para el Abordaje de la Hepatitis C, instrumento que abrió la puerta a que las personas con esta enfermedad accedieran a los medicamentos, disolviéndose las comisiones administrativas que hasta entonces constituían el mayor escollo. La Plataforma Gallega estuvo presente en la Comisión de Seguimiento de la Ejecución del Plan que se constituyó en el Ministerio de Sanidad y mantuvo su lucha para que los tratamientos, que inicialmente estaban reservados para las personas enfermas en situaciones clínicas más graves, pudieran prescribirse a todas las personas infectadas, independientemente de su grado clínico, lo que se conseguiría con la reforma del Plan en junio de 2017.
La Plataforma también protagonizó una campaña para exigir que los medicamentos llegasen a las cárceles. Tras entrevistarse con personas reclusas, algunos en estado grave, internados en varios centros penitenciarios gallegos, los miembros de la Plataforma trasladaron la situación a los distintos grupos parlamentarios del Congreso de los Diputados, así como a la Fiscalía Superior de Galicia que abrió diligencias informativas al respecto. Finalmente, los nuevos fármacos también llegaron en condiciones de equidad a esta población.
A su vez, también fue importante el papel que desempeñó la Plataforma en la denuncia pública de muertes por hepatitis C en ausencia de tratamiento, que en muchos casos eran prevenibles. Esta función de denuncia activa se materializó con su incorporación como parte acusadora en el proceso abierto en un juzgado de Santiago contra el entonces Director General de Asistencia Sanitaria del SERGAS, Félix Rubial, y la Subdirectora General de Farmacia, Carolina González-Criado, tras la denuncia interpuesta ante el juzgado por la Fiscalía por las muertes puestas en su conocimiento por la asociación de profesionales sanitarios de Batas Blancas.
Durante la Asamblea de disolución, la Presidenta de la Asociación, Elena Rivas, resumió los motivos de su disolución: “Esta plataforma nació para que las personas enfermas pudieran ser atendidas y curadas. Costó mucho trabajo y esfuerzo por parte de la gente que, en muchos casos, teníamos pocas fuerzas por cómo nos había minado la enfermedad. Sin embargo, esta lucha ha valido la pena y los esfuerzos que hemos realizado juntos han ayudado a garantizar que hoy cualquier persona con hepatitis C reciba tratamiento, independientemente de su condición. Por lo tanto, podemos decir con orgullo que todas nuestras metas como asociación se han conseguido”.
Por su parte, el expresidente y vocal de la Plataforma, Quique Costas, afirmó que “hemos llegado al final de un viaje apasionante. Un camino en el que tuvimos que luchar contra tempestades, en el que nuestra fuerza estuvo en el apoyo mutuo y la solidaridad que recibimos por la mayoría de la sociedad. Hoy cerramos el día con la satisfacción de saber que nuestra lucha ha servido para salvar, literalmente, miles de vidas. Pero también con el dolor del recuerdo de los que quedaron en el camino. Nuestra victoria no nos hará olvidar el dolor que se nos infligió, ni los muros de indiferencia, desprecio y falta de empatía que tuvimos que derribar”.
Donaciones
La Asamblea también acordó, de conformidad con lo previsto en los estatutos de la asociación en caso de disolución de la misma, hacer una donación de los fondos existentes a organizaciones afines con los de la propia Plataforma. Después de discutir diferentes opciones, se acordó por unanimidad distribuir estos fondos entre dos asociaciones de pacientes.
Se trata de la Asociación de Niñas y Niños Diabéticos de Galicia (ANEDIA), una entidad que da apoyo a familias con miembros que padecen Diabetes Tipo 1 y que lucha por un mayor apoyo de las instituciones públicas que ayuden a mejorar las condiciones de vida de estos pacientes, en su mayoría, pediátricos.
La otra asociación a la que se destinarán estos fondos es la Federación Gallega de Enfermedades Raras (FEGEREC) para apoyar su labor de sensibilización sobre la necesidad de investigar en enfermedades raras y sus programas de apoyo a las personas y familias que las padecen.
Cada una de las asociaciones, una vez liquidadas las cuentas de la Plataforma, recibirá una donación de una cantidad algo superior a los 2.500 euros.
Crónica de una lucha de éxito por el acceso a los tratamientos. Se disuelve la Plataforma Galega de Personas Afectadas pola Hepatite C
Enrique Costas Bastero
Expresidente de la Plataforma Galega de Afectad@s pola Hepatite C.
El pasado día 21 de mayo se producía un hecho insólito: una organización de pacientes decidía autodisolverse «por haber alcanzado los objetivos para los que fue creada». Después de más de siete años de activismo, la Plataforma Galega de Afectadas y Afectados pola Hepatite C deja de existir al decidir no convertirse en una organización de pacientes «al uso».
El 19 de diciembre de 2014 se reúnen en un hotel de Vigo un grupo de pacientes con hepatitis C crónica que habían ido contactando entre sí desde la primavera y deciden constituirse en Plataforma Galega de Afectados. Previamente, el 22 de noviembre se había constituido en Madrid la Plataforma de Afectados por la Hepatitis C (PLAFHC).
Ambas organizaciones, una en el ámbito gallego y la otra, aunque con desigual implantación, en la mayoría de los demás territorios del Estado, articulan un movimiento con características muy diferentes a las asociaciones de pacientes preexistentes. Hasta ahí prácticamente la única asociación de pacientes por VHC que existe en el panorama estatal, constituida al modo clásico (esto es, combinando la reivindicación de cuestiones concretas con fórmulas para-asistenciales), aparte de las muy específicas asociaciones de trasplantados hepáticos. Y esa diferencia radica en que centran todo su enfoque en una cuestión novedosa en España y en el ámbito de los países europeos occidentales: el acceso a los tratamientos. Se trata por tanto de una lucha de enfoque político en el sentido de que lo que pretenden es forzar una decisión que constituye un cambio de rumbo en las políticas sanitarias.
Para entender el contexto sería preciso hacer un breve resumen de la situación en aquel momento. La mayoría de los pacientes diagnosticados de infección por el Virus de la Hepatitis C (VHC) crónica llevábamos años, cuando no décadas, en seguimiento semestral o anual (dependiendo del grado de la enfermedad hepática) en las unidades especializadas correspondientes de los sistemas de salud.
Hasta entonces, los únicos tratamientos disponibles eran en base a combinaciones de Interferón Pegilado y Ribavirina. Unos fármacos de alta toxicidad que producían tremendos efectos secundarios durante cursos de tratamiento muy largos, de 24 a 48 semanas, según los casos. Cada tratamiento con Interferón, de administración semanal, significaba para la mayoría de quienes se sometían a ellos pasar cada semana entre dos y cuatro días con síntomas similares a los de una gripe fuerte (febrícula, dolores articulares y musculares, cansancio, malestar general…). Otros efectos secundarios de ocurrencia frecuente eran fuertes picores, náuseas, irritabilidad y depresión. Como consecuencia, en muchos casos el tratamiento tenía que ser suspendido debido a la intolerancia del paciente. Por tanto, estos tratamientos tenían un fuerte impacto, no solo sobre la condición de las personas que se sometían a ellos, sino también en su entorno familiar y su capacidad laboral. En los casos en que el curso del tratamiento se completaba, la efectividad (lo que se denomina Respuesta Viral Sostenida, en siglas RVS) variaba entre un 41% y un 60%, dependiendo de cuál de los 4 genotipos de virus fuera el causante de la infección y del estadio de evolución de la enfermedad (1).
A partir de 2013, en nuestras visitas a los especialistas en hepatología, comenzamos a recibir información de los médicos que nos atendían de que estaba a punto de salir un nuevo fármaco que en las fases de ensayo clínico estaba demostrando, en asociación con otros tratamientos anteriores, una alta tasa de éxito en la curación de la hepatitis C. Además, afirmaban que este último carecía de efectos secundarios notables. Un rayo de esperanza comienza a filtrarse en el oscuro panorama con que divisábamos nuestro futuro.
En este instante, el nuevo fármaco, un principio activo denominado Sofosbuvir, es comercializado por la farmacéutica norteamericana Gilead Sciences bajo un nombre que se había de convertir en santo y seña de todo el movimiento que surgiría después: el Sovaldi. Este fármaco, de administración oral para tratamientos en combinación con los otros fármacos preexistentes, es aprobado para su uso terapéutico por la FDA (Food and Drug Administration) en diciembre de 2013. Esto supuso el paso definitivo para que llegara ya a aquellos enfermos que llevamos tanto tiempo (más de tres décadas en algún caso) a la espera de poder tener una nueva oportunidad de despejar nuestro futuro en relación con la hepatitis C.
Pero aún era necesario un nuevo paso legal, que habitualmente se produce de modo casi automático después de superada la aprobación por la FDA: que reciba luz verde de la EMA (Agencia Europea del Medicamento) para que su uso médico sea legal en Europa. Este trámite se completa a mediados de enero de 2014. Hay que añadir que la aprobación de la agencia europea incluye, en diferentes combinaciones con otros fármacos y con diferentes duraciones de tratamiento, su indicación para los cuatro genotipos (variantes primarias) del VHC. Se trata, por tanto, de una esperanza universal desde el punto de vista de las personas afectadas. Tras lo dicho, todas las miradas de aquellos pacientes que permanecíamos en esa situación de espera se vuelven hacia el Ministerio de Sanidad. Lo que es necesario ahora es que este decida la incorporación del Sovaldi al catálogo de medicamentos que pueden ser prescritos dentro del Sistema Nacional de Salud (SNS).
El rayo de luz que se había abierto paso en nuestras esperanzas se ve pronto ensombrecido por una densa nube que se interpone cuando se revela que el coste inicial de la especialidad farmacéutica que comercializa Gilead se fija en 80.000 dólares, más de 65.000 euros, por cada tratamiento. Son tiempos de recortes, fervorosamente aplicados por el gobierno español del Partido Popular, por lo que todo hace presagiar que surgirán dificultades para acceder a este medio de curación. La intranquilidad comienza a instalarse, desplazando de lugar la alegre esperanza.
Así pues, era previsible que el acceso a ese ansiado tratamiento no sería ni mucho menos inmediato. Recordemos que eran tiempos de recortes en el gasto público, de políticas de austeridad impuestas desde la Unión Europea después de los años de crisis financiera. Y la consciencia de esa coyuntura hizo que muchas de las personas afectadas comenzasen a madurar la idea de que sería necesario organizarse para presentar batalla.
La misma esperanza e inquietud a un tiempo se han instalado también entre los especialistas en enfermedades hepáticas. En febrero de 2014, la Asociación Española para el Estudio del Hígado (AEEH) emite un comunicado en el que se afirma:
«Ahora nos encontramos ante una nueva situación, ya que la Agencia Europea del Medicamento (EMA) acaba de aprobar un nuevo fármaco, sofosbuvir, (…) que, mediante su combinación con otros fármacos que se encuentran aún en proceso de aprobación, como simeprevir y daclatasvir, se va a poder disponer, por primera vez, de un tratamiento oral que permita curar la hepatitis C sin la administración de la inyección de interferón. Mediante este nuevo tratamiento, vamos a conseguir unas tasas de curación de cerca del 90%, cuando antes nos encontrábamos en el 70% y, lo más importante, lo vamos a conseguir en periodos más cortos, sin casi efectos secundarios, y va a poder ser aplicado a un porcentaje mayor de pacientes infectados, con lo que vamos a ganar en aplicabilidad del tratamiento, en comodidad en cuanto a duración y efectos secundarios, así como en eficacia»(2).
Para, a continuación, reclamar una «Estrategia Nacional» ya que
«[…] son medicamentos que salvarán a un gran número de pacientes con enfermedades graves y queremos que el gobierno se dé cuenta de que realizar estos tratamientos es una inversión y no un gasto, evitando elevados costes posteriores en cáncer, cirrosis, trasplante, etc., que son infinitamente más caros que estos. Hay que tener en cuenta, también, que gracias a la aparición de estos fármacos, dentro de unos años vamos a ver un descenso en el gasto por enfermedad hepática»(2).
Sin embargo, ni la zozobra que cada vez más pacientes muestran ni las consideraciones que se hacen desde las sociedades científicas que reúnen a los médicos especialistas españoles parecen hacer mella en las posiciones del Ministerio. De momento, la administración del Sofosbuvir sigue siendo restringida al llamado «uso compasivo», al mantenerse la vigencia del «Programa de Acceso Mediante Uso Compasivo a los Nuevos Medicamentos para el Tratamiento de la Hepatitis C Crónica» del 3 de enero de 2014. Un programa que restringiría su aplicación a estos tres supuestos:
«1) En lista de espera para trasplante hepático (documentada) y requieren tratamiento para prevenir la reinfección del injerto con el virus de la hepatitis C.
2) Trasplantados y que presentan una recurrencia agresiva de la infección que resulta en empeoramiento progresivo de la enfermedad hepática y presentan alto riesgo de descompensación o muerte dentro de los 12 meses siguientes si no reciben tratamiento.
3) Cirróticos (incluidos también aquellos trasplantados hepáticos) con riesgo inminente de descompensación hepática o muerte dentro de los 12 meses siguientes» (3).
Es decir, aparte de los pacientes en lista de espera de trasplante, solo aquellos en los que se acredite una situación que comprometa su vida en menos de 12 meses pueden ser tratados. Desde el punto de vista de los pacientes, esto equivale a decirnos que nuestra única alternativa es continuar con nuestro proceso de deterioro, ya que solo seremos tratados cuando nuestra situación sea de extrema gravedad.
Los meses van pasando sin que se produzcan más novedades. Las quejas y testimonios de los pacientes van apareciendo cada vez más en los medios de comunicación. En declaraciones al diario El País publicadas el 7 de julio de 2014, el hepatólogo José Luis Calleja, secretario de la AEEH calcula que, «si se hace una lectura laxa de los criterios inicialmente fijados, hablaríamos de 30.000 pacientes en España. Siendo mucho más estrictos, no serían más de 3.000. En esos casos sí hay auténtica urgencia, insiste. Cada gran hospital español ha solicitado decenas de estos tratamientos por vía precoz. En la gran mayoría de los casos, la respuesta es que se siguen evaluando» (4).
En el mismo artículo se recogen las declaraciones de un portavoz del Ministerio de Sanidad: «Esperamos llegar a un acuerdo en las próximas semanas». Asegura no dar más datos para no perjudicar a la negociación. Pero sí que ofrece la cifra de pacientes que han sido tratados por la vía previa a la comercialización: 150. El dato demuestra lo que denuncian pacientes y médicos: hay millares de pacientes muy graves, o en riesgo de estarlo pronto, que no están accediendo a un fármaco que cura. En estas circunstancias, «para acceder a este tratamiento son necesarias la aprobación de la Agencia Española del Medicamento y la del laboratorio. Se importa como medicamento extranjero. Pero no es el Ministerio de Sanidad el que paga, sino las comunidades autónomas o las mutuas», añade el artículo (4).
Al respecto, el único avance significativo en la incorporación de las nuevas estrategias al SNS para curar la hepatitis C se produce pasados 8 meses desde que la EMA aprobó el uso del Sovaldi. Es el 1 de agosto, cuando se incorpora el segundo principio activo que ha pasado los filtros de la FDA norteamericana y de la EMA en la Unión Europea: el Simeprevir, el primer antiviral de acción directa contra el VHC que se incorpora al sistema español de financiación pública. Un fármaco usado en muchos casos en combinación con el Sofosbuvir. Sin embargo, continúan sin producirse novedades en relación con la incorporación del Sovaldi, que se ha convertido ya en estandarte de la esperanza y la reivindicación de médicos y pacientes.
No será hasta el 1 de octubre de ese 2014 que el Ministerio de Sanidad anuncie: «La Comisión Interministerial de Precios de los Medicamentos, dependiente del Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, ha dado hoy su visto bueno a la financiación del medicamento Sovaldi, fabricado por la empresa Gilead, para el tratamiento de determinados grupos de pacientes afectados por la infección por el virus de la hepatitis C» (5). En la misma nota se explica que el techo de gasto para el primer año de dispensación en el sistema queda fijado en 125 millones de euros, lo que implica que su uso será restringido para poder garantizar que esa cifra no se viera superada. Aún después de esta nota, la incorporación efectiva al catálogo de medicamentos dispensables en el sistema público no se produce hasta el inicio del mes de diciembre.
La dispensación de los nuevos fármacos corresponde a las Comunidades Autónomas a través de sus respectivos sistemas de salud. Por ello se crean en cada una de ellas comités formados por directivos, médicos y farmacéuticos, cuya misión consiste en velar que su administración solo se produzca en los casos en que se cumplen los restrictivos criterios fijados por el Ministerio. La composición de estas comisiones es, en muchos casos, secreta. Se trata, como ya venía siendo norma en todo el proceso para la incorporación de estos medicamentos, de continuar manejando el asunto con absoluta falta de transparencia. Así, los médicos especialistas comienzan a prescribir para aquellos pacientes en situaciones más graves que, a su juicio, reúnen los requisitos objetivos fijados los nuevos antivirales de acción directa (AAD). Esas prescripciones pasan a la correspondiente comisión autonómica para su aprobación. No obstante, en muchos casos, la respuesta que debe autorizarlo no llega o es negativa. El papel de auténticos órganos del poder político que cumplen estos comités, en la mayoría de las comunidades, con la función de evitar que el gasto se dispare sobrepasando los límites fijados en las negociaciones llevadas a cabo por Sanidad, se hace cada vez más evidente.
Es en el contexto hasta aquí descrito que algunos pacientes, ya en la primavera de 2014 y de forma aislada en diferentes partes del Estado, comenzamos a buscar el modo de ejercer presión política, conscientes de que una resolución favorable a nuestro único interés (la posibilidad de curarnos) solo será posible si conseguimos doblegar la determinación gubernamental de restringir en general el gasto, incluido el sanitario. No obstante, nos encontramos con una primera dificultad: no habrá presión si no nos organizamos y esto es sumamente difícil al tratarse de un colectivo oculto socialmente. Las personas infectadas por VHC no proclamamos, como otros colectivos de pacientes, nuestra condición. Como ya hemos explicado, más bien tendemos a la ocultación de la enfermedad. Por tanto, ni siquiera nos conocemos entre nosotros.
El día 26 de noviembre se produce la dimisión de Ana Mato como ministra de Sanidad a causa de su implicación en la llamada «trama Gürtel», un escándalo de corrupción política y económica que afecta profundamente al Partido Popular. Es substituida por Alfonso Alonso, que enseguida hace declaraciones diciendo que hará «lo posible» para que los ansiados tratamientos lleguen «al mayor número de afectados». La PLAFHC se encarga de recordarle la impaciencia del colectivo organizando una demostración de fuerza al rodear con una cadena humana la sede del Ministerio en el Paseo del Prado el día 27 de diciembre. El relevo al frente del Ministerio tuvo un efecto significativo: frente a la completa cerrazón y enrocamiento mostrados por la ministra dimisionaria, Alonso parecía empeñado en transmitir una imagen más dialogante y comprensiva.
La Plataforma Galega comienza inmediatamente un trabajo que intenta dar a conocer entre los pacientes afectados, y a la sociedad en general, tanto su existencia como la problemática que se trata de resolver mediante los repartos de hojas informativas a las puertas de los hospitales. Esto propicia que cada vez más afectados se acerquen y se sumen, como estaba ocurriendo al mismo tiempo con el encierro que se llevaba a cabo en Madrid. En Galicia, la primera movilización pública se produce en la Praza do Obradoiro de Santiago de Compostela el día 4 de enero de 2015. Se trata de recibir una carta dirigida a los Reyes Magos, que siendo llevada desde Vigo en una carrera por relevos de atletas solidarios, en ella se denunciaba la actitud del gobierno y se les pide solución. En la concentración participan más de medio millar de personas, entre ellas los miembros de la recién constituida Plataforma, parlamentarios de distintas formaciones políticas de izquierda y ciudadanos y ciudadanas que simplemente muestran su solidaridad.
Desde el encierro en el Hospital 12 de Octubre se convoca, a su vez, una marcha a La Moncloa para hacer llegar al Presidente del Gobierno las exigencias del colectivo. Miles de personas forman una marea roja (las camisetas que identifican al colectivo son de ese color) que avanza desde Legazpi hasta el Palacio de La Moncloa y en la que participan, entre otros, dirigentes del PSOE, Podemos, Izquierda Unida y UPyD. El entonces presidente de la PLAFHC, Mario Cortés, y vicepresidente, Damián Caballero, consiguen ser admitidos en el complejo de Presidencia y, ante la ausencia del presidente, hacen entrega del escrito que contiene las reivindicaciones del colectivo a dos miembros de su gabinete. Esta movilización es replicada con concentraciones a las puertas de hospitales o edificios públicos en ciudades como Málaga, Girona, Córdoba, Bilbao, Valencia o Badajoz. Estas movilizaciones ciudadanas marcan el punto de inflexión al poner en evidencia que la lucha ya no es apenas de un colectivo, sino que se trata de un problema y una reivindicación socialmente asumidas, con amplio apoyo ciudadano, que ya se ha instalado en el debate político y social. Porque lo que inicialmente era la lucha de un grupo de personas enfermas por acceder a un determinado fármaco se ha ido abriendo paso, de forma más o menos consciente, como una cuestión transversal de mayor dimensión: ¿cuál es el valor que la sociedad está dispuesta a adjudicar a una vida humana? O, expresado en términos más políticos y abstractos: la cuestión del derecho de acceso a los medicamentos y sus limitaciones.
La lucha de los pacientes ya se ha convertido en noticia frecuente en los medios de comunicación, así como en tema fijo de debate en las tertulias radiofónicas y televisivas . Las interpelaciones y debates en los parlamentos, tanto estatal como autonómicos, se suceden siempre con la oposición del Partido Popular a que se adopten decisiones en la dirección de facilitar el acceso a los fármacos. Al respecto, tuvo una gran repercusión el que se produce en febrero de 2015 en el Parlamento de Galicia. Se trata de someter a debate y aprobación una Proposición No de Ley presentada por la Plataforma Galega de Afectados a través de los cuatro grupos de oposición en la Cámara (PsdG-PSOE, BNG, AGE y Mixto) pidiendo que se inste al Gobierno español a facilitar el fármaco a los pacientes a los que les sea prescrito, sin más trámite que esa prescripción facultativa. El debate es seguido por miembros de la Plataforma concentrados en el exterior del Parlamento y otro grupo que fue invitado a la tribuna de la cámara. En el momento de la votación, la iniciativa es rechazada con el voto del PP (mayoritario en la cámara), a excepción del presidente de la Xunta, Núñez Feijoo, que se ausenta en el momento de producirse la misma.
Ese mismo día, la hepatitis C se había cobrado en el Hospital de A Coruña la vida de una mujer, Isolina Sánchez, a la que se le comenzó a administrar el tratamiento seis meses después de prescrito, teniendo que serle retirado apenas a las dos semanas de iniciado, dado su deterioro definitivo. Su nombre retumbó en la cámara parlamentaria en forma de acusación inapelable. La indignación estalla en la tribuna, con los afectados increpando a los miembros de la mayoría, entre lágrimas, en muchos casos, lo que provoca su expulsión forzada del Parlamento. Estos hechos, recogidos por todos los medios estatales, producen un hondo impacto en la opinión pública (6). Evidencian de modo gráfico el choque entre unas personas que solo reclaman que no se ponga precio a sus vidas y una decisión política fría y determinada de anteponer consideraciones de política económica a valores socialmente universales como la justicia, la salud y, en último término, la piedad. Se trata, sin duda, de escenas que tienen un impacto definitivo.
A las puertas del Parlamento, el portavoz de la plataforma gallega afirma que la muerte de Isolina, como la de otras víctimas previas denunciadas por la asociación, no quedará impune. Añade que la votación de los diputados del PP que desencadenó los incidentes «traerá consecuencias» y da un plazo de 48 horas a la Consellería de Sanidade para hacer pública la composición de la Comisión que «decide sobre nuestras vidas». Cumplido ese plazo, el 14 de febrero de 2015, en conferencia de prensa, los miembros de la asociación hacen públicos los nombres de todos los miembros (dos altos cargos, un funcionario de la Consellería, dos farmacéuticos del Sistema Galego de Salud y cuatro médicos). Se trata de una apuesta por la transparencia que pretende, al mismo tiempo, impedir que las decisiones que están condicionando (incluso a aquellos pacientes a los que sus facultativos les han recetado los fármacos) puedan o no recibirlos y se sigan tomando en un clima de impunidad y oscurantismo.
Mientras tanto, por parte de la PLAFHC, asentada en Madrid, se continúa con los contactos pendientes en ejercer presión política. Todos los máximos dirigentes de los partidos de izquierda pasan por el encierro del Hospital 12 de Octubre. Las reuniones con los grupos parlamentarios se suceden con el compromiso de todos los grupos de oposición de llevar el debate al Congreso de los Diputados. También deciden llevar sus reivindicaciones al Parlamento Europeo con la exigencia de que se adopte un Plan Europeo para la Hepatitis C.
Pero la política de restricciones en la administración de los antivirales para la hepatitis C continúa aparentemente inamovible. El grado de organización conseguido por el colectivo de pacientes permite tener un conocimiento directo de cada vez más casos extremos a los que se les impide tratarse. Las propias plataformas median directamente con la autoridades sanitarias consiguiendo que algunos de estos casos se resuelvan a tiempo. Desgraciadamente, también van llegando en un goteo continuo los contactos de familias que han perdido a alguno de sus miembros, víctimas de la enfermedad, sin que hayan podido ser tratados.
La acción incesante de las plataformas de afectados, combinada con la cada vez mayor presión social y política y una menos intransigente postura del nuevo titular de la cartera de Sanidad, desemboca en un hecho que tendría una enorme trascendencia: el 20 de febrero de 2015 los representantes de la PLAFHC son convocados en el Ministerio de Sanidad para adelantarles las líneas básicas de lo que se denominará Plan Nacional para el Abordaje de la Hepatitis C en el Sistema Nacional de Salud (7). Dicho plan, en su redacción definitiva, sería aprobado en el Consejo Interterritorial de Sanidad celebrado el 27 de marzo para entrar en vigor el día 1 de abril de 2015.
La aprobación del Plan Estratégico, elaborado por un comité presidido por el Dr. Joan Rodés Teixidor, marca la primera gran victoria del movimiento de pacientes, una conquista irreversible. El documento fija cuatro líneas estratégicas que incluyen: la cuantificación del problema epidemiológico y la detección de pacientes ocultos; las estrategias de tratamiento usando los nuevos antivirales que se han ido incorporando; la coordinación de los medios disponibles y de los sistemas sanitarios de la Comunidades Autónomas; y las acciones en materia de prevención. Desde el punto de vista de la estricta lucha por el acceso a los medicamentos, el Plan, inicialmente pensado para ser aplicado en tres años, establece que se dispensarán a todos los pacientes en las fases de fibrosis moderada (F2), severa (F3) y cirrótica (F4), incluidos todos los que se encuentran en lista de espera de trasplante así como a todos los trasplantados, independientemente de cuál sea su condición hepática.
A su vez, este plan es extendido por la administración en el sistema público a pacientes en fases iniciales (F0 y F1) en los que concurran otras patologías (como la coinfección por VIH), o que se encuentran en situaciones de especial exposición (personal de los cuerpos de seguridad, personal sanitario…), así como a las mujeres en edad fértil con deseo de procrear. Asimismo, se establece la abolición de las comisiones de tratamiento que ejercían como filtro, consiguiéndose de este modo dar cumplimiento a una de nuestras reivindicaciones básicas: que los tratamientos lleguen sin más trámite a aquellas personas para las que los facultativos del sistema público consideran que es necesario.
En algunas comunidades se establecieron comisiones de seguimiento de la aplicación del Plan. Comisiones a través de las que las organizaciones de pacientes recibían información sobre los avances en la dispensación de los tratamientos, incluyendo el número de tratados con los distintos fármacos y sus resultados terapéuticos. La aplicación a gran escala de los nuevos AAD (a estas alturas su número ya superaba la media docena de fármacos) puso de manifiesto su asombrosa eficacia: más del 95% del total de pacientes tratados se curaban definitivamente de su infección. Un dato que vino a ratificar la justicia en la lucha que se había llevado a cabo.
La presión mantenida, aún después de la puesta en marcha del Plan Estratégico, pronto daría nuevos frutos. El 27 de enero de 2017, las diferentes asociaciones de pacientes implicadas, las sociedades médicas y las Comunidades Autónomas son convocadas en el Ministerio de Sanidad para hacer balance del estado de desarrollo y aplicación del Plan. En esa reunión se presenta la reforma del Plan que elimina las restricciones para la prescripción a pacientes en fases F0 y F1. Reforma que significa que la reivindicación central de las Plataformas de Afectados es ya, finalmente, una realidad. Esta ampliación del Plan incluyendo a todas las y los pacientes, así como la extensión del mismo hasta el año 2020, es aprobada por el Consejo Interterritorial de Sanidad el 21 de junio de 2017. De esta manera, atrás quedaba año y medio de lucha sostenida y organizada de un colectivo de mujeres y hombres que hicieron que su grito de angustia, su lucha por el derecho a vivir y curarse fuese escuchado por toda la sociedad. Una lucha que permitió abrir un debate colectivo sobre hasta qué punto se puede tasar el valor de la vida y la salud, o sobre si es lícito que la Industria Farmacéutica, basándose en un sistema de patentes que parece manifiestamente injusto, puede ejercer chantaje sobre una sociedad con un producto farmacéutico esencial hasta el punto de poner en peligro la viabilidad financiera de los sistemas de salud.
Sin embargo, quedaba una bolsa muy importante de pacientes diagnosticados que no tenían acceso a los nuevos AAD: las personas recluidas en centros penitenciarios. Y ello a pesar de que se trata de la única población entre la que están diagnosticados el 100% de los casos por los controles sistemáticos a las que son sometidas todas las personas que ingresan en ellas. Se despreciaba, de este modo, lo establecido en el propio Plan Nacional que les consideraba población prioritaria, dadas las altísimas tasas de prevalencia en todas y cada una de las prisiones del Estado (8). Esto llevó a la Plataforma Galega a poner en marcha una campaña de denuncia y concienciación social sobre el problema, visitas a personas enfermas recluidas para recabar información del interior de los centros e, incluso, dar una charla sobre los nuevos antivirales a los hombres y mujeres recluidos en el Centro Penitenciario de Pereiro de Aguiar (Ourense).
Así, se intentó dar continuidad a esa actividad de información y asistencia dentro de las prisiones a través de un plan que fue rechazado por Instituciones Penitenciarias. A la vista de que se seguía impidiendo a la mayoría de los pacientes en situación de reclusión el acceso a los tratamientos, la Plataforma solicitó la intervención del Fiscal Superior de Galicia quien tras entrevistarse) con sus miembros, abrió diligencias informativas y reunió la Junta de Fiscales de Vigilancia Penitenciaria. Al mismo tiempo se mantuvieron reuniones con todos los grupos parlamentarios de oposición en el Congreso de los Diputados para solicitar que llevasen iniciativas para solucionar el grave problema de la población reclusa en relación con el tratamiento de la hepatitis C crónica. Todas esas iniciativas cristalizaron, finalmente, tras la suscripción de convenios entre Instituciones Penitenciarias y los sistemas de salud autonómicos, y las personas internas en centros penitenciarios pudieron acceder a los tratamientos con ADD en igualdad de condiciones a las del resto de la población.
En el terreno de las responsabilidades judiciales, en el caso de la Plataforma Galega, esta continúa adelante en el proceso penal que se sigue contra dos altos cargos del Servizo Galego de Saúde (el Director Xeral de Asistencia Sanitaria y la Subdirectora Xeral de Farmacia) por delitos de prevaricación administrativa y homicidio por imprudencia profesional grave por la muerte de 9 pacientes a los que no se les dispensaron los medicamentos prescritos por los facultativos que les atendían, o a los que esos tratamientos les llegaron fatídicamente tarde después de esperas de hasta 8 meses para que fuesen autorizados por la Subcomisión de Tratamiento de la hepatits C. La querella fue admitida por el juez titular del Juzgado de Instrucción n.º 3 de Santiago de Compostela el 4 de febrero de 2016. No obstante, tras numerosas diligencias, el proceso de instrucción se archivó, siendo ratificado por la Audiencia Provincial de A Coruña el 2 de diciembre de 2020.
Así pues, una vez alcanzado el objetivo expresado en el lema de la asociación («tratamiento para tod@s») y cerrado, definitivamente, el procedimiento judicial por posibles responsabilidades penales de los dirigentes del Servicio Gallego de Salud, el debate que se abrió en el seno de la Plataforma era si esta debía transformarse en una asociación de pacientes «al uso» o si, por el contrario, debía disolverse. La tesis ampliamente mayoritaria desde un principio era la de que la asociación se había constituido para desarrollar una lucha social por el acceso a los tratamientos de última generación con los antivirales para la hepatitis C (a diferencia de aquellas otras que basan su actividad en la ayuda a los pacientes y sus familias). Tras tener que posponer varias veces la convocatoria de la asamblea que tomase la decisión, a causa de la situación provocada por la pandemia de la COVID-19, el pasado 21 de mayo la asamblea extraordinaria acordó, por unanimidad, la disolución de la organización. Atrás quedaba una larga lucha, dolorosa muchas veces, llevada a cabo por personas que, en muchos casos, sobre todo en los momentos iniciales, estaban en una situación física muy delicada. Una lucha exitosa que demuestra que la movilización de los pacientes, cuando se basa en principios de justicia objetiva y se desarrolla con determinación puede conseguir lo que se propone (9).
Bibliografía
1.- Elizalde, I., Iñarrairaegui, M., Rodríguez Gutiérrez, C. y Zozaya, J. M. Tratamiento de la enfermedad crónica por el VHC. Anales del Sistema Sanitario de Navarra. 2004; 27(2), 81-90.
2.- Acta Sanitaria. Hepatólogos ven próxima la erradicación total del virus de la hepatitis C. actasanitaria.com. 19 de febrero de 2014. Disponible en: https://www.actasanitaria.com/industria-farmaceutica/hepatologos-ven-proxima-la-erradicacion-total-del-virus-de-la-hepatitis-c_1063897_102.html
3.- AEMPS. Programa de acceso mediante uso compasivo de los nuevos medicamentos para el tratamiento de la hepatitis C crónica. Madrid: Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios; 2014.
4.- Sevillano, E. G. y Prats, J. Cientos de pacientes graves exigen ya el fármaco que cura la hepatitis C. elpais.com. 4 de julio de 2014. Disponible en: https://elpais.com/sociedad/2014/07/04/actualidad/1404502916_381624.html
5.- Ministerio de Sanidad. La Comisión Interministerial de Precios de los Medicamentos aprueba la financiación del medicamento sofosbuvir para la hepatitis C. Nota de Prensa. sanidad.gob.es. 1 de octubre de 2014. Disponible en: https://www.sanidad.gob.es/va/gabinete/notasPrensa.do?id=3419
6.- La Sexta. Expulsan del Parlamento gallego a 30 enfermos de Hepatitis C que exigían el Sovaldi. lasexta.com. 11 de febrero de 2015. Disponible en: https://www.lasexta.com/noticias/sociedad/expulsan-parlamento-gallego-enfermos-hepatitis-que-exigian-sovaldi_2015021157255d1f6584a81fd883663b.html
7.- Ministerio de Sanidad. Plan estratégico para el abordaje de la Hepatitis C en el SNS. sanidad.gob.es. Disponible en: https://www.sanidad.gob.es/ciudadanos/enfLesiones/enfTransmisibles/hepatitisC/PlanEstrategicoHEPATITISC/home.htm
8.- Con Salud. ¿Qué CC.AA. tienen mayor prevalencia de hepatitis C entre la población reclusa? consalud.es. 23 de abril de 2018. Disponible en: https://www.consalud.es/pacientes/que-cc-aa-tienen-mayor-prevalencia-de-hepatitis-c-poblacion-reclusa_49666_102.html
9.- Para mayor profundización sobre el recorrido de la Plataforma véase: Costas Bastero, E. Cuando los pacientes cambiaron las políticas. En: Costas, E. y Torres X. M.ª (Coord.). Hepatitis C. La revolución de los pacientes. Paterna: Contestos Farmamundi; 2018. pp. 173-190.
“Los males no son, sino como se sienten”
(Nota de agradecimiento)
Jon Gómez Garmendia
Criminólogo. Doctor en Derecho y Ciencia Política por la Universidad de Barcelona.
Durango, 23 de junio de 2022
El pasado 21 de mayo de 2022, en la Casa de Cultura de O Milladoiro (A Coruña), tuvo lugar la última asamblea de la Plataforma Galega de Afectad@s pola Hepatite C (PGAHC). Un día esperado por muchas y muchos que, tras la pandemia y sus consecuencias durante un prolongado tiempo, tenían ganas de volver a verse y abrazarse. Una fecha marcada en el calendario por estas personas que, pese al conocimiento de que la Plataforma se disolvería al término de la reunión, querían celebrar el fin de esta etapa en sus vidas.
En este breve escrito no profundizaré en las paradas que dicho viaje tuvo y ya han sido descritas muy bien en los dos anteriores textos. Mi propósito se centrará en describir lo que su lucha y sus experiencias han supuesto para mí y los aprendizajes que me llevo de esta familia a la que pude conocer desde finales de 2019 e inicios de 2020. Fechas que concuerdan con los primeros contactos que tuve con la PGAHC con la finalidad de analizar y estudiar su caso en la tesis doctoral que estaba realizando. Una tesis que, cabe decir, se defendió a inicios de este 2022 y llevó como título: La exclusión farmacéutica: un análisis criminológico sobre el caso de la hepatitis C en Galicia (texto al que se podrá acceder de manera abierta a partir del 13 de julio de 2022, como lo anunciamos en el apartado de Informes y Documentos de este número de la revista).
Al respecto, con la finalidad de presentar la exclusión farmacéutica (expresión que utilizamos para referirnos a la no garantía del Derecho al Acceso a Medicamentos Esenciales, el DAME) como un daño social o una violencia estructural, consideré que el caso de exclusión del Sovaldi entre 2013 y 2015 resultaba representativo. Por ello, apostando por una metodología cualitativa basada en las historias de vida y tras el visto bueno de la PGAHC, tuve el propósito de reflejar en la investigación las emociones, experiencias y sentimientos que este daño produjo en las personas afectadas. Así, con la pandemia de por medio, pude reunirme en 2020 con Xulia, Quique, Concha, Isa, Manuela, José Ramón, Eugenio, Julia, Agustín, Elena, Pepe, José Manuel, M.ª Fernanda, Jesús Ángel, Olga, Raúl, Rosa, Sole, Manoel y Eleuterio.
Unas personas que me compartieron experiencias desde aquellos momentos en los que les diagnosticó el virus, sus síntomas, la “barbaridad” del tratamiento con el interferón, la vivencia de algunas y algunos con la infección simultánea del VIH hasta varios casos de estigma. Historias a las que le siguieron la aparición del Sovaldi en 2013, un tratamiento con mayor efectividad al que no pudieron acceder y por el cual decidieron unirse y crear la Plataforma. Unión a través de la cual le siguieron distintas estrategias, debates internos, e incluso, un proceso judicial. Un viaje en el que, según sus palabras, aprendieron: el valor y la importancia de la movilización, que resultaba mejor que luchar solas y solos; que esa misma lucha hacía efectiva la garantía del DAME; o que no eran culpables de su situación y no tenían por qué estar escondiéndose.
En general, unas historias y etapas que como investigador, pese a conocer lo que sucedió, no me los esperaba como tampoco la forma con la que me trataron. Las charlas o el compartir con estas personas tuvieron un componente emocional muy profundo que, como joven de 25 años (en 2020), me marcaron desde entonces. Incluso algunas personas se mostraron reticentes cuando les presenté mi proyecto de investigación, ya que hablar conmigo implicaba recordar y revivir momentos del pasado. Sin embargo, me abrieron los brazos y me señalaron que colaborarían conmigo por mí, por la implicación que tenía en conocer sus vivencias.
Esto último supuso para mí un antes y un después en la relación que tenía con la PGAHC. Llevó a que sintiera mayor responsabilidad en mi tesis a la hora de transmitir adecuadamente su situación y fortaleció la idea que tengo sobre la manera de hacer criminología (como graduado en la materia que soy). Y es que, resulta necesario mirar más allá de las conductas ilícitas tipificadas (aquello que conocemos como “delito” o “crimen”) y cuestionar si hay o no otras injusticias y daños que afectan a muchas personas pero no se persiguen o investigan porque son estructurales, transnacionales e invisibles/banalizadas socialmente.
Dicho esto, la lucha de la PGAHC (como el resto de Plataformas territoriales) ha dejado en evidencia que, desgraciadamente, para que ciertos derechos (como el derecho a la salud o el DAME) se garanticen, la movilización social tiene que estar presente. Un hecho al que se le suma la importancia de los sentimientos, experiencias y emociones. Ese “sentir en la piel” que no notamos hasta que nos afecta personalmente. Por ello, y eso creo que lo hemos aprendido con la pandemia del covid-19 de una manera más general (pese a la situación actual del acceso a las vacunas y las decisiones políticas al respecto), debemos apelar que todas y todos podemos hacer algo para que estas injusticias no vuelvan a ocurrir. Una tarea que puede partir por el reconocimiento de nuestra interdependencia con las y los otros, sean de donde sean y va unida con la consideración de que nuestras vidas y la satisfacción de nuestras necesidades vitales siempre están en juego. Así, aunque nuestra vida sea repliegue, pase por meandros y de golpes en todos los recovecos (utilizando expresiones de Édouard Glissant), tenemos que ser conscientes que termina desembocando. Por esta razón, nuestro objetivo debería consistir en luchar para que este recorrido sea lo más llevadero posible en unas condiciones dignas que merezcan la pena ser vividas.
En este sentido, aunque existan daños o males que se quieran silenciar, debemos de pensar que con una gran probabilidad nos terminaran afectando. Por este motivo, debemos hacernos la idea, empleando las palabras de una reconocida gallega, Concepción Arenal, de que “los males no son, sino como se sienten”. Como resultado, para luchar frente a aquellas dinámicas estructurales que anteponen el lucro a la vida, tal y como hemos defendido en esta revista, resulta necesario que las sintamos ¡como si nos fuera la vida en ello!
¡Moitas grazas! ¡Muchas gracias! Eskerrik asko!