EDITORIAL. Revista nº 41 Septiembre 2025
María Julia Bertomeu.
Conicet – Universidad de Buenos Aires. Miembro de la Comisión Editorial de la rAJM.
En un artículo breve inteligentemente bautizado como “Primum nocere”, Juan Gérvas y Mercedes Pérez Fernández (del Equipo CESCA de Madrid) denunciaron de manera contundente que: “La política colonial de Israel se asienta en el primum nocere (lo primero, dañar)”…. “Israel incumple sus obligaciones como potencia colonial y provoca inmensos daños a la población autóctona. No es que [sólo] robe tierras y recursos, es que además asesina, enferma, tortura y mutila causando un sufrimiento inmenso y en gran parte irreparable.” (https://www.sinpermiso.info/textos/primum-nocere)
Entre los daños que los autores indican, mencionan un ‘asedio medieval a Gaza’, a una población que no se rinde a pesar de no contar con murallas ni torres con centinelas. Hoy Palestina resiste el bloqueo del ingreso de comida y agua, además de productos sanitarios, repuestos y combustible. La población está muriendo de hambre, y estas privaciones se convierten en la estrategia de Israel y sus aliados (por activa o por pasiva) que intentan desplazar las históricas luchas del pueblo palestino por la liberación, y convertirlas en una lucha por la mera supervivencia. Se repite la estrategia de bombardear y asesinar, pero también la antigua y acostumbrada táctica de forzar a una población a rendirse por hambre, como titula Via Campesina un artículo de lectura indispensable.
(https://viacampesina.org/en/2025/07/gazas-hunger-crisis-is-not-a-tragedy-its-a-war-tactic/)
El hambre es también una estrategia que se emplea como arma de destrucción masiva, asistida por mentiras e indiferencia ante quienes sufren y mueren. En mayo de 2018, el Consejo de Seguridad de la ONU emitió la Resolución 2417 aprobada por unanimidad, condenando la inanición deliberada de civiles como un crimen de guerra. En ese momento la ONU comprometía a todas las partes en conflicto a garantizar el acceso de los actores humanitarios, resolución que Israel incumple. Desde entonces y si bien los litigios han llegado a instancias judiciales internacionales, su práctica como método de conducir las hostilidades continúa siendo utilizada.
(https://accioncontraelhambre.org/es/actualidad/aniversario-la-resolucion-2417-naciones-
El hambre como táctica de dominación por desposesión
Sabemos que la estrategia es muy antigua y geopolíticamente identificable. Hay sobrados ejemplos históricos, entre ellos el de los habitantes pobres bengalíes que “pagaron las guerras imperiales con hambre e inanición, con la marcha fúnebre de campesinos, pescadores y artesanos bengalíes”. (Vandana Shiva, 2003, pp.16). La población civil palestina de hoy paga con su vida las nuevas guerras imperiales. Me interesa aquí analizar el tema del asalto final a los bancos de semillas, como estrategia de dominación por desposesión.
Vandana Shiva (la física, filósofa y escritora ecofeminista ghandiana) fundó en los 70 un banco de semillas de la India a través del proyecto “Navdanya” (nueve semillas, en hindi), destinado a preservar el patrimonio agrícola del país, bajo el lema que se popularizó: las semillas son nuestra madre y guardarlas es un acto político. Se trataba de un programa para salvar la diversidad en los campos de los agricultores y especialmente de agricultoras indias. (Mateu, Paula, (2024), (https://www.nationalgeographic.com.es/medio-ambiente/vandana-shiva-acto-politico-guardar-semillas_22875).
Israel acaba de destruir el último banco de semillas de Palestina. Vivimos un 2025 convulsionado por distintas crisis geopolíticas en las que las semillas se han convertido en trofeos de guerra. El 31 de julio de 2025 las fuerzas israelíes derribaron el último banco de semillas de Hebrón, una unidad de multiplicación de semillas del banco de la UAWD (Union of Agricultural Work Committees), que en mayo de 2024 el Parlamento israelí propuso declararla como organización terrorista. La destrucción fue un acto político de desposesión, ”en ese acto, no solo se destruyó un recinto, sino el último archivo vivo de la memoria agrícola y el patrimonio cultural palestinos, fruto de generaciones de conservación de semillas y de conocimiento ecológico”. (https://es.globalvoices.org/2025/08/28/israel-destruye-ultimo-banco-de-semillas sobreviviente-haciendose-eco-del-legado-colonial-de-borrado/).
En la Palestina ocupada, como consta en la denuncia internacional de la Unión de Comités de Trabajadores Agrícolas (UAWC), “La destrucción se llevó a cabo sin previo aviso y bajo protección militar, constituye un duro golpe para los esfuerzos palestinos por preservar la biodiversidad local y garantizar la soberanía alimentaria. Este ataque se produce en un contexto de recrudecimiento de la violencia de los colonos, acaparamiento de tierras y esfuerzos sistemáticos de la ocupación israelí para desmantelar los medios de supervivencia de las comunidades palestinas. La destrucción de un banco nacional de semillas es un acto de extinción, destinado a romper los vínculos generacionales entre los agricultores y sus tierras.” (https://sinmaiznohaypais.org/urgente-fuerzas-israelies-atacan-la-unidad-de-
multiplicacion-del-banco-de-semillas-de-uawc-en-hebron/).
Según la tesis clásica de Karl Polanyi, el hambre no es un problema incidental del capitalismo sino su la condición de posibilidad, entre otras cosas -y es ésta su principal tesis-, porque en la medida en que el desempleado no estuviera en peligro de sufrir inanición no habría aceptado enajenar su propia fuerza de trabajo. (Polanyi, Karl (2001), 222-223). En el caso de Palestina hoy -especialmente en Gaza y Cisjordania-, la salida no es la opción por el trabajo semi-esclavo para no morir de hambre, porque eso ya está garantizado en gran parte del mundo y especialmente ahora en Palestina; es hambrear primero para luego “alimentar y matar”, ofrecer comida a cambio de desplazamiento hacia el sur de Gaza, convertir al hambre en un arma tanto o más efectiva que las bombas. El robo del sustento de los agricultores palestinos mediante la estrategia de la guerra, se suma así al robo por parte de las grandes compañías que hoy reclaman semillas y plantas como “invenciones” suyas, como propiedad privada escoltada por patentes.
A modo de conclusión: La guerra de las semillas y las semillas de la guerra
Resulta curioso que en un mundo que mayoritariamente impone la defensa de la propiedad privada exclusiva y excluyente, como la popularizó el jurista británico dieciochesco William Blackstone; ambas partes de la disputa por la propiedad de las semillas consideran que la posesión de la otra parte debería considerarse “herencia común”. Las naciones del norte capitalista pugnan por un acceso libre a las redes de bancos de diversidad genética del sur, mientras el sur global brega por obtener, recíprocamente, un acceso abierto a las semillas de la industria del norte. En 1984 el Wall Street Journal bautizo la disputa como “la guerra de las semillas”. La cuestión en ese momento era si los países del Tercer Mundo debían pagar por las nuevas variedades de semillas desarrolladas por las empresas occidentales a partir de semillas obtenidas en el Tercer Mundo, (Kloppenburg (2004), First the Seed. The political economy of plant biothecnology, University of Wisconsin Press, p. 184 ss)
La concentración en la industria de las semillas tuvo impactos negativos en los derechos de los agricultores y en la agro-diversidad porque las empresas tienden a centrarse en un número reducido de variedades rentables y sujetas al régimen de patentes. Cuando esto ocurre, se pierden tanto las variedades en sí mismas como los conocimientos sobre cómo cultivarlas. (Peschard, K. and Renderia, S. (2020) ‘Keeping seeds in our hands’: the rise of seed activism”, The Journal of Peasant Studies, pp. 22 ss).
Pocos de los herederos del común denuncian hoy a Israel por el ecocidio, por la guerra como estrategia de dominación por desposesión de semillas , fuente de ingresos de las poblaciones palestinas y “patrimonio común de la humanidad”. Recordemos que en la Conferencia de Rio de 2002 en Johannesburg, incluso Monsanto celebró que las semillas fueran declaradas “patrimonio común”, aunque no han alzado la voz para reclamar la herencia robada por la guerra imperial de Israel y sus aliados. (Peschard, Renderia (2020), p. 6-7).
Concluyo con una cita tomada de Viacampesina (“La vos global de los campesinos que alimentan al mundo”) que no cesa de reclamar por la destrucción de las semillas de los pueblos como estrategia de guerra.
“El ataque a los bancos de semillas en zonas de conflicto —desde Palestina hasta Sudán y Ucrania— revela cómo el ecocidio opera como una estrategia global de dominación. Al destruir la base biológica de la soberanía alimentaria, actores poderosos garantizan que las poblaciones desplazadas y oprimidas sigan dependiendo permanentemente de sistemas alimentarios externos controlados por sus opresores”. (https://viacampesina.org/es/los-
ataques-de-israel-a-los-bancos-de-semillas-destruyen-milenios-de-patrimonio-cultural-