La 78.ª Asamblea Mundial de la Salud y el futuro de la salud mundial

OTRAS FUENTES. Revista nº 39 – Mayo 2025.

Equipo de vigilancia de la OMS

People’s Health Dispatch. 30-05-2025. https://peoplesdispatch.org/2025/05/20/the-78th-world-health-assembly-and-the-future-of-global-health/

Este excelente artículo destaca las insuficiencias del Acuerdo pandémico y va más allá al destacar las causas políticas y económicas que explican las mismas.

 Después de más de tres años de negociaciones, los Estados miembros de la Organización Mundial de la Salud (OMS) han aprobado un Acuerdo donde aun permanecen asuntos clave sin resolver. Por ejemplo, como se señala en el texto, los aspectos relacionados con los mecanismos de distribución equitativa y las garantías de acceso planteadas por los países del Sur Global y los problemas financieros que afectan gravemente a la capacidad de respuesta de la OMS.

El artículo aborda también de forma singular aspectos relacionados con el derecho a la salud, como el genocidio en Gaza la situación de guerra en África y Asia Occidental, o el papel de la austeridad y de la IA.

La destrucción ambiental amenaza vidas, las protecciones sociales se erosionan y los líderes de extrema derecha atacan los derechos en beneficio del lucro. La violencia armada y genocida azota África y Asia Occidental, mientras que la militarización se extiende por Europa bajo el pretexto de la «seguridad».

Estas condiciones no son inevitables: son el resultado de décadas de decisiones políticas y políticas económicas que priorizan la acumulación de capital sobre el cuidado y la igualdad. La austeridad, la privatización y la desregulación han erosionado los cimientos de la salud y la justicia. También han socavado las instituciones destinadas a salvaguardar la salud pública mundial, incluida la Organización Mundial de la Salud (OMS).

La Asamblea de este año se encuentra en una encrucijada crucial: ¿seguirá la salud mundial al servicio de los intereses de los poderosos o podrá la OMS recuperarse como una institución verdaderamente democrática centrada en la justicia, los derechos y la solidaridad? La decisión sigue abierta, pero no por mucho tiempo. La Asamblea Mundial de la Salud (WHA78) debe estar a la altura de este desafío histórico. La sociedad civil, los Estados miembros y las comunidades deben exigir un camino más audaz.

Financiación de la OMS: ¿Quién paga, ¿quién decide?

La cuestión de la financiación es el núcleo de la crisis que enfrenta la OMS. Creada para defender el derecho fundamental a la salud, la OMS fue concebida como un bien público mundial, una institución gobernada por sus Estados miembros y responsable ante la población. La salud, tal como se define en la Constitución de la OMS, es «un estado de completo bienestar físico, mental y social», no simplemente la ausencia de enfermedad. Sin embargo, en un mundo de crisis climáticas, pandemias y riesgos globalizados, se le pide a la OMS que haga más con menos.

La inestabilidad financiera de la organización se ha gestado durante años. Desde la década de 1990, la proporción de contribuciones voluntarias y destinadas a fines específicos de actores privados y países específicos ha aumentado constantemente. Esto socavó la independencia de la OMS y la convirtió en un organismo fragmentado e impulsado por los donantes.

La salida de Estados Unidos bajo la presidencia de Donald Trump deja un enorme déficit en el presupuesto de la OMS. Sin embargo, el costo total para cubrir este déficit es sorprendentemente bajo: tan solo 3 millones de dólares por país. El hecho de que esto aún no haya sucedido refleja una crisis política.

Durante años, la petición del director general de la OMS a los Estados miembros sobre la restricción de la financiación asignada ha seguido un guion ya conocido. Este año, el Dr. Tedros Adhanom Ghebreyesus adoptó una postura más firme, contrastando el modesto presupuesto de la organización con las asombrosas sumas gastadas en guerra y muerte, al solicitar 2.100 millones de dólares anuales para financiar sus programas esenciales que salvan vidas. «2.100 millones de dólares es lo que el mundo gasta en ejército cada ocho horas», declaró ante la Asamblea. «De alguna manera, la humanidad ha perdido de vista lo que realmente importa».

Si los países intensificaran la financiación completa de la OMS mediante contribuciones no asignadas, podrían recuperar el control de los intereses corporativos y filantrópicos y restaurar la capacidad de la organización para abordar los determinantes estructurales de la salud. Como advirtió el presidente de la Asamblea Mundial de la Salud, Dr. Teodoro Javier Herbosa: «El costo de la inacción se contabiliza en vidas». La Asamblea Mundial de la Salud 78 no debe eludir esta verdad. Sin medidas audaces en materia de financiación, será imposible realizar reformas significativas en la OMS.

Emergencias y la trampa tecnocrática

Una de las funciones fundamentales e históricas de la OMS es actuar como órgano ejecutivo y rector durante las emergencias sanitarias. Tras la devastadora crisis de la COVID-19, la Asamblea Mundial de la Salud (WHA78) está debatiendo el marco de Prevención, Preparación, Respuesta y Resiliencia ante Emergencias Sanitarias (HEPR). Este marco guía a los Estados Miembros para desarrollar la capacidad y la infraestructura necesarias para cumplir con los acuerdos del Acuerdo sobre Pandemias y actuar eficazmente en caso de otras emergencias sanitarias. Hace hincapié en los avances en los sistemas de vigilancia, las contramedidas y la coordinación. El marco se centra en soluciones tecnocráticas y biomédicas: pero no identifica ni aborda las causas profundas de las emergencias sanitarias.

La COVID-19 fue una catástrofe social y política. Los fracasos en la inequidad vacunal, el acaparamiento de recursos por parte de los países ricos y la marginación de los países de bajos ingresos en la toma de decisiones pusieron de manifiesto la profunda injusticia que subyace a la gobernanza sanitaria mundial. Una verdadera preparación implica mucho más que contar con laboratorios y reservas. Requiere abordar las causas fundamentales: la pobreza, la exclusión, la destrucción del medio ambiente y los legados coloniales.

La salud mundial debe dejar de tratar los síntomas y empezar a curar los sistemas. La Asamblea Mundial de la Salud (WHA78) debe oponerse a la mercantilización de la respuesta a emergencias.

El genocidio en Gaza y la politización de la salud

Se avecina una trampa retórica en la narrativa sobre la salud en Palestina, donde algunos Estados miembros insinúan la politización de la Asamblea Mundial de la Salud (AMS). Sin embargo, la salud es y siempre ha sido inherentemente política. En Gaza, el sistema de salud está siendo destruido deliberadamente. Más de 1400 trabajadores sanitarios han sido asesinados, se han bombardeado hospitales, se han atacado ambulancias y se ha negado sistemáticamente el acceso humanitario. El resultado no es solo un desastre de salud pública, sino una catástrofe humanitaria y un fracaso moral a escala mundial.

La táctica retórica de algunos miembros de la OMS, que insisten en que la salud debe ser «neutral» o «técnica», funciona para silenciar las críticas y proteger el poder. La propia Comisión de Determinantes Sociales de la Salud de la OMS lo deja claro: el desplazamiento, el apartheid y la ocupación militar no son cuestiones abstractas, sino determinantes materiales del acceso de las personas a la vivienda, la nutrición y la vida misma. Hablar de salud en Gaza sin nombrar a las fuerzas que la destruyen es distorsionar el concepto de salud hasta hacerlo irreconocible.

La Asamblea y toda la comunidad sanitaria mundial deben exigir un alto el fuego inmediato y permanente, el fin de la ocupación y el reconocimiento del derecho del pueblo palestino a la autodeterminación.

IA y austeridad: falsas soluciones

El papel de la inteligencia artificial (IA) en los sistemas de salud también está cobrando fuerza en la 78.ª Asamblea Mundial de la Salud (WHA78). Se promueve la IA como una forma de optimizar el diagnóstico, la vigilancia y la respuesta a emergencias. En una era de austeridad, la IA se presenta no solo como un complemento a la atención humana, sino como un sustituto de la inversión pública y el desarrollo de la fuerza laboral.

El software de IA no protege los datos personales y, a menudo, es de naturaleza extractivista. Profundizará las desigualdades existentes, consolidará el racismo y los prejuicios, y desviará la atención de los determinantes políticos de la salud. Además, la IA está  cada vez más desarrollada y controlada por empresas tecnológicas privadas cuyos afán de lucro no se alinean con los objetivos de salud pública.

La OMS no debe permitir que la promesa de innovación se convierta en una cortina de humo para la privatización y la automatización. En cambio, la Asamblea Mundial de la Salud (WHA78) debe comprometerse con una gobernanza transparente, responsable y basada en los derechos de las herramientas de salud digital, centrada en la propiedad pública y el control comunitario.

La WHA que queremos y necesitamos

En esta coyuntura histórica, debemos ir más allá del lenguaje de la austeridad. Ahora es el momento de ser audaces, decir la verdad a los poderosos y dar forma a la OMS que la gente quiere y necesita.

La OMS debe abordar las raíces políticas de la desigualdad en salud. La gente necesita una organización de salud que trabaje para redistribuir el poder y los recursos económicos para lograr la salud para todos, y que sitúe las soluciones lideradas por la comunidad en el centro de su trabajo. Una organización que reconoce los impactos persistentes del colonialismo, el militarismo y la ocupación, y que denuncia cuando pueblos enteros están siendo exterminados, como sucede ahora en Palestina, la República Democrática del Congo y Sudán.

Los Estados miembros deben actuar con valentía y comprometerse a financiar de forma completa y sostenible a la OMS mediante contribuciones públicas, poniendo fin a la era de las políticas impulsadas por los donantes. También debemos oponernos a la externalización de la salud pública a gigantes tecnológicos privados.

Hacer realidad esta visión requerirá un liderazgo audaz de los Estados miembros, una defensa firme de la sociedad civil y un compromiso colectivo para reimaginar la salud mundial. Que la AMS78 sea el punto de inflexión. Que sea el momento de recuperar la gobernanza de la salud mundial para la mayoría, no para unos pocos.

El equipo de WHO Watch está compuesto por Pedro Villadri, Jan Wintgens, Mariana Lopes Simoes, Marta Caminiti, Michael Ssemakula, Juliette Mattijsen, Indrachapa Ruberu, Heba Wanis, Dua Ijaz, David Franco, Ben Verboom y Rahaf Bashir.

 El Despacho de Salud Popular es un boletín quincenal publicado por el Movimiento de Salud Popular y Despacho Popular..

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